Mauricio Macri grabó en la mañana del lunes un mensaje inédito en varios aspectos. Se extendió 25 minutos, o sea, fue el más largo desde que es Presidente, fuera de los discursos que realizó para inaugurar el período de sesiones ordinarias. Por otro lado, estuvo especialmente enfocado en transmitir emociones, evitar el apuro escénico, la sensación de que quería salir corriendo de la pantalla que provocó que la apertura de los mercados que la semana pasada le jugara en contra.
Y, por primera vez, habló en público de algo a lo que se había negado siempre. Dijo que los últimos cinco meses fueron los peores desde que fue secuestrado. Jamás había aceptado mencionar ese episodio traumático. Y otro detalle, que no debería pasar inadvertido. Se vistió con total formalidad, traje oscuro y corbata, sin lugar para ninguna pose cool.
Lo que buscó es claro: iniciar el camino de la recuperación de confianza y que la población entienda por qué se llegó a una situación de emergencia. No usó eufemismos. Habló con todas las letras de que "aumentó la percepción de riesgo", "está afectada la imagen del país", "la pobreza va a aumentar", "haremos un equipo más compacto, focalizado en la emergencia".
Solo se permitió una mínima dosis de optimismo cuando dijo que "esta crisis tiene que ser la última". También dijo que espera "retomar el crecimiento pero no de corto plazo para ganar elecciones", porque "vinimos a hacer un cambio verdadero".
El Presidente llegó a las 7:21 a la Casa Rosada a repasar el discurso que el equipo de comunicación le había preparado durante la noche, con los lineamientos que discutieron en Olivos a última hora. Quienes lo vieron aseguraron que lució descansado, como quien duerme bien. Con mínimo maquillaje, se dirigió a las 8:30 al Salón Blanco a hacer la grabación, que arrancó cinco minutos después. Se suponía que pasadas las 9 podría emitirse.
Sin embargo, algo no le gustó lo suficiente. Sintió que no estaba a la altura de la gravedad de lo que quería transmitir, y pidió grabarlo de nuevo. Por eso, finalmente, salió al aire a las 9:45 y la conferencia del ministro de Economía prevista para esa hora esperó que terminara el jefe de Estado.
Buscó transmitir "humildad, templanza, convicción, seguridad en el futuro una vez que se cruce el río embravecido", aseguraron sus allegados. Claramente, demostró que no sabe cuándo se tocará el piso. Tampoco su gente, que seguía en Olivos trabajando sobre la comunicación de los cambios.