La noche anterior a la sentencia, sabía que podía ir preso. Se lo había anticipado su abogado a última hora. Recién en medio del veredicto, al mediodía del martes 7, se prendió una luz de esperanza con las versiones difusas sobre la posibilidad de una tobillera electrónica, pero se apagó enseguida.
Esa tarde, Amado Boudou entró a Ezeiza solo con lo puesto. Cinco años y 10 meses de prisión, y no mucho más.
Los empleados del complejo penitenciario lo recibieron bien. Las palabras del ex vicepresidente minutos después de recuperar su libertad, la noche del viernes 12 de enero, habían sido bien recibidas.
"Quiero mandar un mensaje al profesionalismo del Sistema Penitenciario Federal; no nos trataron con simpatía lógicamente, pero también fue un trato respetuoso", dijo tras 70 días de encierro en el marco de la causa por enriquecimiento ilícito, y al lado de su abogado y amigo Eduardo Durañona, que ya lo visitó más de una vez desde que el Tribunal Oral en lo Criminal Federal 4 lo condenó y detuvo en forma inmediata por cohecho pasivo y negociaciones incompatibles con la función pública en la causa Ciccone.
El viernes 10, Durañona sin embargo no pudo verlo: esa mañana había requisa dentro del penal, con una espera de tres horas.
Entero, según su entorno, y convencido de que por ahora no tiene más remedio que afrontar la pena -a la espera del resto de las causas que lo comprometen-, a Boudou lo ungieron sus compañeros de pabellón como una "voz política" de peso hacia adentro.
En su primera actividad en su vuelta al penal, empoderado por el resto de los reclusos, trató de ablandar al sindicalista Juan Pablo "El Pata" Medina, reconocido por sus malos modos y sus gustos poco refinados. Le habló a solas un buen rato.
No hubo caso. A las 21.20 del lunes 13, mientras la televisión del SUM (salón de usos múltiples) del pabellón C reproducía el allanamiento del juez Claudio Bonadio en el edificio de la ex presidenta Cristina Kirchner, Medina se acercó repentinamente a Fabián de Sousa y a José María Núñez Carmona y los tres se trenzaron en una gresca. "El Pata" le llegó a decir a Boudou, que miraba asombrado la escena, que con él no era la bronca, mientras "vociferaba todo tipo de insultos con elevado tono de voz".
El parte disciplinario de la jefatura de turno de Ezeiza determinó que el socio del ex vicepresidente "no presentaba lesiones visibles", que De Sousa sí tenía "un hematoma en el pómulo derecho debido a la agresión" y que Medina exhibía una "excoriación en el pectoral derecho en forma de cruz". Por la pelea, Núñez Carmona, que fue condenado con cuatro meses menos de prisión que su amigo, estuvo 24 horas aislado del resto de los reclusos.
Boudou mata el tiempo con lecturas y ejercicios. Al menos una vez ya jugó al fútbol contra el equipo de Roberto Baratta, el ex secretario del Ministerio de Planificación que según la megacausa impulsada por los cuadernos de su ex chofer dedicaba buena parte de su tiempo a recolectar y repartir bolsos con dinero.
Al ex ministro de Economía no le sorprendió el contenido de los cuadernos. Todo lo contrario. Y está seguro de que la ex presidenta, con quien perdió vinculo hace mucho, será candidata. Pensar que pueda dejarle ese lugar a otro, le confió a sus íntimos, es subestimarla.
El ex vicepresidente tiene una relación fluida con Cristobal López, otro de los célebres presos de Ezeiza. López montó gran parte de los artefactos eléctricos del pabellón. Incluso es famoso, entre otras cuestiones, por la cantidad de tarjetas telefónicas que atesora: tiene una montaña de ellas. Boudou se las pide para hablar por teléfono: así se lo dijo a un amigo que lo fue a visitar y le alcanzó unas cuantas de esas.
Aníbal Fernández, el abogado del empresario, va seguido a Ezeiza. Con él también suele hablar cuando se lo cruza.
Boudou está convencido de que hizo patria. O no le quedó opción que convencerse de eso. No hay lugar para reproches. Casi tampoco para rencores. Cree que es un preso político. Semanas después de salir de la cárcel, durante el verano, fue presentado en una entrevista abierta en la calle, frente a un local partidario en Palermo, como el "primer preso político del régimen macrista liberado". Allí dijo que los presos comían manzanas chilenas para criticar al programa económico del gobierno.
Cree, además, que por ahora va a estar un tiempo largo en Ezeiza. Lo visita su mujer, la ex diputada mexicana Mónica García de la Fuente. El ex ministro de Economía extraña a sus mellizos, León y Simón, de ocho meses.
Alejandro Rúa, su abogado en el caso Ciccone que lo empezó a frecuentar hace algunos meses, lo fue a ver durante la semana. Le llevó anotados en un papel unos 20 números de teléfono que iría a necesitar para hablar.
Y una lista con otra veintena de personas a los que el ex vicepresidente tiene que autorizar para que puedan visitarlo. Entre ellos, Guillermo Moreno, el ex secretario de Comercio que lo detestaba en los inicios de la gestión K -lo tildaba de "vago"- pero con quien luego trabó una buena relación.
En esa lista de visitas hay de todo. Pero sobresale Andrés Calamaro: el músico se comunicó con el entorno de Boudou y pidió ir a verlo. El ex funcionario, el primer condenado de peso de la gestión K, ya lo autorizó.
En noviembre del 2011, hace casi siete años y en el festejo de su cumpleaños, un mes después de ser elegido vicepresidente, Boudou y "El salmón" tocaron juntos la guitarra en la quinta Del Cielito, en la localidad bonaerense de Ituzaingó, junto a Manuel Quieto y Charly Alberti.