Los cuadernos de la corrupción constituyen un terremoto imparable. Y todo parece indicar que habrá más novedades, es decir, más empresarios y ex funcionarios detenidos. Esto se debe a la impecable lógica que le están imprimiendo el fiscal Carlos Stornelli y el juez Claudio Bonadio a los acuerdos individuales con los arrepentidos.
El curso de la investigación se puede resumir así: los que confiesen podrán salir en libertad, siempre y cuando aporten más nombres y apellidos y más pruebas de las que hasta ahora hay en el expediente. Así, el primero en quebrarse, Juan Carlos De Goyecochea, de Isolux, generó un efecto cascada en todos los demás. Pero a medida que pasa el tiempo, los que no quieran pasar una temporada en la cárcel deberán contar todavía más, y eso implica autoincriminarse y acusar a funcionarios de más alto rango.
Hasta ayer, en el juzgado evaluaban que después de la información original aportada por las confesiones del chofer Oscar Centeno, la de Carlos Wagner y la del exvalijero Claudio Uberti parecían las declaraciones más valiosas. Pero enseguida la de Aldo Roggio, el dueño de una de las empresas constructoras más grandes del país, con una trayectoria de más de cien años, reconociendo que pagaba coimas, la de Gabriel Romero, de Hidrovías, admitiendo por primera vez que había pagado 600 mil dólares por la firma de un decreto de Cristina Kirchner y la del ex secretario privado del ex jefe de gabinete, Juan Manuel Abal Medina, metiendo en la bolsa de los que recibían dinero negro a los jefes de la Cámpora que conduce Máximo Kirchner, las sobrepasaron en importancia. A la vez podrían disparar una nueva ola de detenciones.
Lo mismo se está diciendo sobre la testimonial de Juan Chediak, ex titular de la Cámara Argentina de la Construcción, quien declaró el lunes pasado. Parece que sus palabras fueron tan o más relevantes que las de Wagner. Porque no solo revelaron un nuevo circuito de la corrupción, sino que habrían aportado el esquema financiero para que el dinero recibido en pesos no perdiera su valor, y los dólares y los euros tampoco.
A esta causa, solo le faltan dos cosas: saber dónde guardaban la plata dentro del país y quiénes y cómo la sacaban al exterior, como hizo Lázaro Báez después de la muerte de Néstor Kirchner.
Todo parece indicar que en las próximas horas ambas preguntas serán respondidas, aunque sea en parte.