Estaba tranquilo. Había meditado cada palabra. Recordaba detalles que guardó durante años en algún rincón de su memoria y que por fin, con cierto alivio, decidió hacer públicos.
En el aire había una extraña mezcla de melancolía y revanchismo. En los papeles, certezas que probablemente significarán un antes y un después en una causa judicial que recién comienza y cuyo futuro es inimaginable incluso para los investigadores.
Pese a estar en el banquillo de los acusados, el caso de los cuadernos de Oscar Centeno y la citación de la Justicia se transformó para Claudio Uberti en la oportunidad soñada para relatar el "suplicio" –según sus palabras– que vivió como funcionario del gobierno Néstor Kirchner. También para describir con puntillosos detalles uno de los esquemas de recaudación de dinero negro que estuvo vigente durante los años en los que estuvo a cargo del Órgano de Control de las Concesiones Viales (OCCOVI). Corrupción.
Tras la homologación por parte del juez federal Claudio Bonadio del acuerdo que había alcanzado con el fiscal Carlos Stornelli, Uberti se convirtió en el primer funcionario arrepentido de la era kirchnerista. En su declaración, vinculó directamente a Néstor y Cristina Kirchner con el cobro de las coimas y habló de vuelos repletos de valijas entre Buenos Aires y Santa Cruz. Esta parte de sus dichos fue anticipada ayer por Infobae. Pero hay más. Detalles increíbles propios de una película o de una serie que –según las pruebas que se acumulan– sucedieron en la sorprendente realidad argentina.
"Yo le llevaba a Néstor Kirchner bolsos con el dinero que recaudaba de las concesionarias viales que estaban bajo mi órbita. Las entregas se hacían en el despacho presidencial de la Casa Rosada o en la Quinta de Olivos. También hubo entregas en el domicilio de De Vido", introdujo el ex funcionario arrepentido, según la declaración completa a la que accedió este medio.
Y, sin dudarlo, ratificó una sospecha que tenían los investigadores pero que hasta ahora no habían podido escuchar de la boca de ningún otro arrepentido. "Cristina Kirchner estuvo presente varias veces en las que yo fui a dejar los bolsos, ella sabía todo lo que se hacía", dijo. La confesión rompió un pacto no escrito que hasta ahora nadie se había animado a quebrar.
Las historias de bolsos, valijas, mochilas y maletines con dinero son muchas. Se repiten a lo largo de la exposición que comenzó Uberti el lunes por la noche en el despacho de Stornelli y que terminó de firmar el martes al mediodía, antes de bajar del quinto al cuarto piso de Comodoro Py para obtener el aval del juez federal que instruye el caso.
Todo empezó con un enojo de Kirchner. "El Malo", según se lo conocía en los círculos de poder. Una tarde le hizo un planteo porque su área, las concesiones viales, no contemplaba un circuito de recaudación ilegal de dinero. Días después de esa primera discusión, llegó su jefe directo con instrucciones.
"El encargado de comunicarme mis tareas fue el ministro de Planificación, Julio De Vido. Me explicó qué había que hacer e incluso me fijó una meta que con el tiempo quedó desdibujada porque nada alcanzaba para satisfacer a "El Malo". Debía recaudar USD 150 mil por mes de cada una de las empresas concesionarias que estaban en mi área", contó.
Tenían que ser dólares, sin excepción. La rigidez de ese principio lo entendió un día en el despacho presidencial cuando llegó con la recaudación del día a ver a Néstor Kirchner. "Le entregué el bolso y le conté que una empresa había aportado solamente pesos; explotó, su ira fue tal que empezó a pegarle patadas al bolso y volaron los pesos por todo el despacho", recordó. "El Malo tenía esos modales", dijo.
Los destratos del ex Presidente –contó– eran una constante. No importaba si se había cumplido o no con la tarea encomendada. Había tardes en las que Kirchner explotaba y nadie sabía por qué. Esa furia contenida muchas veces se transformaba en violencia física.
Uberti lo vivió en carne propia: "Me maltrataban mucho. Un día, Néstor Kirchner repentinamente se dio vuelta en un avión en el que viajábamos los dos y me pegó sin ninguna razón aparente".
"En otra ocasión, en un viaje a Madrid, Kirchner se molestó con el jefe de protocolo, Rubén Zacarías, porque habían llegado tarde los diarios. Entonces lo miró a su secretario Daniel Muñoz y le pidió que le dé tres. Muñoz se paró y le dio tres trompadas a Zacarías que lo dejaron en el piso. 'Esto es para que sepas qué les pasa a los traidores', exclamó Kirchner al aire", repasó. Uberti, que estaba en el lugar, y el propio Zacarías no podían creer lo que veían.
Nada alcanzaba para el ex Presidente. Siempre quería más. Uberti recordó, por ejemplo, el día que tuvo que subirse a un auto y salir a "recaudar" entre las estaciones de servicio de la Panamericana para contentar a su jefe. "Volvimos con 500 mil dólares".
Una de las anécdotas más jugosas se dio en el departamento de Uruguay y Juncal. Eran tiempos donde el matrimonio vivía en la Quinta Presidencial de Olivos y pasaban poco por el domicilio de Recoleta, que se había transformado en una suerte de búnker. "Un día llegué con 10 millones de dólares. No estaban Néstor ni Cristina, entonces pedí conocer el dormitorio. Pero no se podía pasar. Estaba repleto de valijas, bolsos y mochilas con billetes", contó.
Hubo un relato que incluyó a otro imputado en el expediente, el empresario Gerardo Ferreyra, dueño de Electroingeniería. "Me encontré con él en el estacionamiento de un restaurante ubicado en Pampa y Figueroa Alcorta, en los bosques de Palermo. Hicimos un pase de valijas de un auto al otro. Fueron casi 10 millones de dólares", repasó.
También mencionó a Techint, una firma que –según declaró– pagó coimas por 50 mil dólares. Ese dinero –dijo– no tuvo nada que ver con la "embajada paralela" en Venezuela, cuyos negocios al margen de la ley le adjudican a Uberti. Tampoco con una gestión que habrían prometido en su momento Kirchner y De Vido para interceder ante Chavez frente a la expropiación de Sidor.
La semana pasada, cuando Alejandro Vandenbroele gambeteó la cárcel por sus aportes al caso Ciccone, le mostró el camino al Club de los Arrepentidos al que ingresó ahora Uberti. El ex jefe del OCCOVI esperará en libertad el juicio oral. La ley le garantiza una reducción de pena. Se transformó en el primer funcionario K en hablar de las coimas y –probablemente– en el que más rédito obtendrá por parte de la Justicia. ¿Será el último?