Cuando uno lee lo que escribió Oscar Centeno entiende cómo funcionaba el sistema de recaudación de dinero negro durante el kirchnerismo y cómo él lo trasladaba la plata en el auto del que era chofer. Pero, en sus recorridos por la Ciudad de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires, llevaba y traía algo más que bolsos que, según aseguró, tenían dinero en efectivo.
Centeno podría venir a ser una especie de precursor de los "rappitenderos" que por estos días hacen delivery de cualquier cosa. No andaba en bicicleta, como se los ve circular hoy a estos cadetes, sino en auto y pagado con dinero público. Con su tarea, satisfacía necesidades personales de los ex funcionarios para los que trabajaba, y también de los familiares de ellos.
Aparte de realizar viajes a pedido de, tal como aparece escrito, "El Lic." -en referencia a Roberto Baratta- y "El ministro" –por Julio De Vido-, Centeno registró haber hecho recados para "Dalina" -Dalina Bielle, esposa de Baratta- y para "Lali" -Alessandra Minnicelli, casada con De Vido.- También aparece con mucha frecuencia el nombre de Chela, la madre del ministro De Vido, a quien acompañaba a hacer distintos trámites.
Centeno transportó, además de bolsos, ramos de rosas, facturas, entradas para recitales, corderos, ropa sucia y trajes para que los arregle el sastre, entre otras cosas.
Había viajes largos. Los fines de semana, conducía más de 200 kilómetros para llevar la síntesis de prensa y los diarios –los mismos ejemplares que venden los kioskos en todos los barrios– a funcionarios del ministerio y algún familiar.
El sábado 9 de febrero de 2008 escribió: "6:30. Ministerio. Fui al domicilio del ministro y de Alfredo a dejarles la síntesis y después me fui a la chacra del ministro de Lima a dejarle los diarios y la síntesis a la Dra. Lali". En la anotación de aquel viaje figuran los 230 kilómetros que recorrió; y resulta sencillo reponer los nombres a los que se refiere: Julio de Vido, el vocero de Planificación Alfredo Scoccimarro, y la esposa de De Vido que quería leer los diarios en su casona del barrio cerrado Puerto Panal cerca de Zárate.
Entre los múltiples destinos a los que iba Centeno había uno peculiar. Los nacidos y criados en San Martín, en el noroeste del conurbano bonaerense, saben que los helados italianos de Chinin son una delicia. El negocio familiar, iniciado en 1965, persiste hasta la actualidad y es un clásico para los que viven en aquella zona, alguna vez poblada de fábricas textiles y donde mandan los colores de la camiseta de Chacarita. Solo algunos verdaderos sibaritas de otros barrios conocen los helados de Chinin. Julio De Vido es uno de ellos. Es más, aquel hombre que había llegado de Santa Cruz para acompañar a los Kirchner cuando ingresaron a la Casa Rosada resultó ser un fanático de esos helados.
Eso se desprende de las anotaciones de Centeno, a quien le tocaba ir desde su casa en Olivos al Ministerio de Planificación en Plaza de Mayo para luego pasar por San Martín a comprar helado para el ministro y llevárselo a su departamento en Palermo.
En el verano de 2008 hubo varios viajes a la legendaria heladería de San Martín. El 7 de febrero Centeno dejó a De Vido en el ministerio y luego partió hacia Chinin para volver a la Ciudad y dejar el helado en el freezer de la casa del hombre que manejó Planificación durante 12 años. Ese día hizo un viaje de 58 kilómetros para que la familia De Vido tuviera su helado.
El 15 de febrero fue a buscar ropa a la casa de los padres de Baratta en Villa Bosch y ya que estaba cerca pasó por Chinin. Compró helado para De Vido y lo dejó en el departamento del ministro en Avenida del Libertador al 2200. Había recorrido 64 kilómetros.
El 21 de febrero de aquel 2008 pasó también por Chinin luego de un largo periplo. Había conducido 86 kilómetros para saciar al ministro. El 29 de febrero de 2008, antes de llegar a Chinin para comprarle helado a De Vido, pasó por la casa de la madre del ministro. Aquel viernes de verano Centeno no anotó el kilometraje recorrido.
Hay varios viajes más a Chinin para complacer el gusto de De Vido. Pareciera ser que para fines de marzo de 2008 el ministro tomó una decisión estratégica desde el punto de vista de la necesidad de abastecimiento. El conflicto con el campo estaba en su momento más complicado. La entonces presidente de la Nación Cristina Kirchner exhortaba -el 28 de marzo de 2008- desde la tapa de los diarios a que se levantara el paro del campo contra el aumento de las retenciones para iniciar el diálogo. Escaseaban algunos alimentos.
En medio de aquel clima político extremadamente tenso, Centeno viajó hacia Chinin para que no le faltara helado a la familia del previsor De Vido. Aquel viernes, la anotación de Centeno señalaba que, luego de pasar por la "casa de Marta -la madre de Baratta- en Villa Bosch, compré helado para todo el mes y se los (sic) dejé al ministro".
Por esas cuestiones inexplicables del destino no solo De Vido tenía una intensa relación con la heladería Chinin: también el juez Claudio Bonadio, a cargo del caso de los cuadernos de Centeno, la conoce porque vivió durante décadas en San Martín.
Pero no era uno de los clientes. Allá lejos y hace tiempo, cuando el juez cursaba la secundaria en el Colegio La Salle de Florida, consiguió empleo en Chinin en las vacaciones de verano. Fueron dos o tres años en los que Bonadio alternó entre atender al público en el mostrador y trabajar en la elaboración del que años después se convertiría en el helado preferido de De Vido.