Los dogmas que, lentamente, van hundiendo a Mauricio Macri

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Mauricio Macri durante un conferencia
Mauricio Macri durante un conferencia de prensa (Foto: Fabián Ramella)

El viernes a la noche, cuando el resto de los argentinos se acostó pensando en el partido de la selección, un hombre, en Olivos, seguro se revolvía en la cama atormentado por problemas diferentes a la velocidad del contraataque francés, o a la extraña posición llamada "falso 9".

¿Qué hacer con el dólar? ¿Cómo parar la escalada que ha desafiado todo: las tasas de interés altísimas, el recambio de autoridades del Banco Central, las subastas de cien millones, las de ciento cincuenta millones, la llegada de una millonada de plata del Fondo Monetario Internacional, la designación del país como mercado emergente, la venta de diez mil millones de dólares de reservas, el tope de cinco mil millones, el levantamiento de ese tope?

El Gobierno ha desplegado una batería infernal de medidas en pocos días.

Y no encuentran manera de frenar las pérdidas.

Después de dos meses de derrotas, el viernes mismo el Banco Central vendió 450 millones. Y el dólar volvió a perforar su techo.

Por eso, ¿qué hacer?

¿Cómo calmar a esos inversores histéricos que fueron seducidos de manera muy extraña por la llegada de Macri al poder y enloquecieron de manera aun más extraña aún de un segundo al otro?

Pero el drama de ese hombre no consiste solo en responder correctamente a esas preguntas. Tiene además una dimensión profunda y casi existencial. Tiene que elegir entre seguir siendo quien es o quien fue o cambiar de identidad radicalmente. Si elige la primera opción tal vez su futuro esté escrito de la peor manera. Pero ¿podrá cambiar? ¿Sabrá hacerlo?

La impotencia oficial está expuesta de manera muy cruda en estos días por la fuga de capitales. Pero en realidad se trata de una constante desde el 2015. Las herramientas en las que el Presidente creyó, las ideas que defendió, las medidas centrales que desplegó, en muchos casos, se revelaron inútiles y contraproducentes. Los asesores en los que confió se equivocaron.

La seguidilla de yerros ofrece una dimensión del desafío intelectual que enfrenta el Presidente. Macri anunció que liberaría el cepo al día siguiente de la asunción. Muchos economistas advirtieron sobre los efectos inflacionarios de la medida. No sucedería, dijo el Presidente, porque los precios ya estaban alineados con el dólar blue. La inflación el primer año sería de 25. Fue de 40. En 2017 sería de 17. Fue de 25. En 2018 sería de 10. No. Sería de 15. ¿Será de 25? ¿De 30? ¿De cuanto? El petróleo iba a bajar luego de la desregulación del precio de las naftas. Subió un 35 por ciento. La relación deuda PBI es muy baja y eso es lo que miran los inversores, decían. No importa que esa deuda crezca a velocidad crucero. El nivel récord del déficit de cuenta corriente no es relevante: muchos países conviven con eso, argumentaban. De repente, empezó a importar mucho todo lo que les parecía una nimiedad. Las Lebacs no eran una bomba de tiempo: otro de los hits.

Entonces, ¿qué hacer si lo que uno sabe hacer no sirve? ¿A que herramienta acudir si las herramientas conocidas no funcionan? ¿A quién consultar?

Muchos dirigentes, en estos días, empiezan a sugerir que el presidente debería ampliar, por decirlo de alguna manera, su marco teórico. Y no son opositores: por eso lo dicen aún en voz baja.

Un destacado economista que tiene llegada, al mismo tiempo, al Gobierno y al peronismo no kirchnerista, explicó esta semana a un grupo de políticos. "Lo que el Gobierno necesita es un poco de duhaldismo. Nunca en la historia económica argentina un Gobierno devaluó fuerte y bajó retenciones al mismo tiempo. Solo es cuestión de hacer un cálculo sencillo. Hace dos meses el dólar estaba a 20 pesos y ahora a 30. Si se aplica una retención generalizada del 13% a todas las exportaciones, implicaría una recaudación extra de cerca de 250 mil millones de pesos. Se sobrecumpliría el acuerdo con el FMI. La recaudación de los exportadores se habría incrementado igual un 30% en pesos respecto de hace sesenta días. Aplicar retenciones en medio de una devaluación tan brutal es una medida justa y necesaria. Recortás el gasto público en este contexto más recesión y escenas de mucha sensibilidad. Aplicar retenciones, en cambio, le da un arma al Gobierno para reactivar sin perjudicar a nadie. Pero para eso hay que atreverse a pensar distinto. Y Macri no está para eso".

Economistas del equipo oficial consideran que los acuerdos con las empresas de energía, para dolarizar tarifas y nafta son disparatados e imposibles de cumplir. Hay altos funcionarios del área energética que explican en off: "Si nosotros perdemos las elecciones el valor de las empresas energéticas se derrumba a su cuarta parte. Solo ese panorama los debería obligar a producir a pérdida y bancarse un tiempo largo sin aumentos de tarifas". Algunos de ellos creen que la producción de energía se debe impulsar a través de la empresa estatal YPF, una herramienta que el Gobierno ha marginado y que, tal vez, con un aumento de la inversión y de la producción termine generando ahorros fiscales y de divisas. Otros trabajan para reducir el impacto en alimentos de la megadevaluación.

El economista Guillermo Calvo propone
El economista Guillermo Calvo propone un “acuerdo de precios y salarios” al modo israelí

El economista Guillermo Calvo, a quien nadie serio podría considerar un populista, recomendó la implementación de un acuerdo de precios y salarios. "Similar al de Israel en la década del 80", dijo, en alusión a un proceso de desinflación que muchos simpatizantes del Gobierno elogian sin conocer demasiado.

Algunas de estas propuestas serán sensatas, otras no. Todas ellas abren caminos alternativos frente a las recetas actuales.

Pero las decisiones dependen de Macri.

Y Macri duda, como nunca.

Se debate entre la defensa de sus dogmas y su supervivencia política. Flexible e imaginativo al extremo en otras áreas de su gestión, Macri se demuestra estático y poco experimentador en ésta, que le puede costar su futuro político. En esta dinámica hay momentos donde la confusión aparece de manera muy evidente. El Presidente celebró la designación del país como "mercado emergente". "Esto refleja la confianza que hemos ganado en el mundo", dijo. Personas serias advirtieron que era un festejo exagerado. Apenas una semana después, se sabe que los segundos tenían razón. ¿Cuantas veces esta semana algún funcionario de primera línea celebró que el dólar ya estaba controlado, cuando era evidente que no lo estaba?

El pánico antiargentino que se ha instalado entre los inestables brokers del mundo obligará a Macri, en las próximas semanas, a cambiar mucho.

O a seguir chocando contra las mismas paredes del mismo laberinto, cada vez con menos recursos y tiempo por delante.

Nadie puede saber lo que un presidente piensa o sufre en la intimidad. Solo él lo sabe. Si en un semestre, como dicen los optimistas, la economía empieza nuevamente a crecer, tal vez él tenga futuro. Pero hoy queda todo muy lejos, muy incierto, muy oscuro.

¿Cómo hacer para controlar el dólar?

La misma pesadilla que hace dos meses, hora tras hora, noche tras noche.

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