La relación entre el Papa y el Gobierno cada día más tensa

Es un fuego con muchos atizadores. A la media sanción de la legalización del aborto y a las críticas de Francisco a la política de comunicación oficial, se suman versiones de excomunión de un lado e iniciativas de recortes de subsidios a la Iglesia desde el otro

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Mauricio Macri y el papa Francisco, durante su encuentro en el Vaticano en febrero del 2016
Mauricio Macri y el papa Francisco, durante su encuentro en el Vaticano en febrero del 2016

El problema de fondo existe, ya es inocultable, y desde el entorno de Jorge Bergoglio, así como del de las autoridades locales de la Iglesia, confirman el congelamiento de los vínculos, más allá de las buenas relaciones que aún persisten con algunos referentes de Cambiemos, aunque la lista se acorta; basta ver el programa de la Pastoral Social que se reunirá del 22 al 24 de junio, en torno al tema Democracia, un camino de servicio a los pobres, en cuyas mesas de debate solo aparecen los nombres de la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, de la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, y del senador Esteban Bullrich, todos de buena comunicación con el Papa y contrarios a la legalización del aborto (dos cosas que no siempre van juntas).

El tema de la Pastoral apunta precisamente al eje del cuestionamiento que se le hace al Gobierno desde la Iglesia: la supuesta deshumanización, la falta de sensibilidad social de una administración que no termina de medir o de comprender las consecuencias del impuesto inflacionario –en especial vía aumento de servicios– en los bolsillos más delgados.

Vidal junto al Papa en una reunión anterior a la concretada el pasado 7 de junio
Vidal junto al Papa en una reunión anterior a la concretada el pasado 7 de junio

Sobre este trasfondo, la iniciativa de habilitar el debate de la legalización del aborto cayó como bomba. Sumado al hecho de que, desde el oficialismo, pese a declararse prescindentes, hubo quienes fogonearon el voto positivo.

Son los mismos que creen haber encontrado un filón en la promoción de un laicismo agresivo -caro a la pata radical de Cambiemos- que les ganaría la simpatía de amplios sectores de pequeña burguesía urbana. Muchos en el Gobierno se sumaron a la lectura de que la prohibición del aborto era un tema estrictamente de moral católica. El ministro Nicolás Dujovne tuitéo: "(El aborto) es una cuestión de política de salud, no de creencias personales".

El ministro Dujovne saliendo de la Casa Rosada (Crédito foto: Adrián Escándar)
El ministro Dujovne saliendo de la Casa Rosada (Crédito foto: Adrián Escándar)

Desde el Gobierno, muchos consideran que el Papa se alineó decididamente con el peronismo –o, en versión despectiva, con el "populismo"– y que ha sido excesivamente duro con Mauricio Macri.

A este marco se le suman todas las exageraciones posibles: el Papa criticó el lado eugenésico del aborto, es decir, su uso para seleccionar niños "sanos" –algo que la estadística confirma en los países que lo han legalizado desde hace años, europeos en particular–, asimilando esa práctica al nazismo. La traducción local fue que Francisco asimilaba el aborto en general a la ideología nazi.

Un día después, Francisco cuestionó la política de comunicación del oficialismo. No nombró al Gobierno pero no hizo falta. Dijo ni más ni menos que adulterar la comunicación era uno de los primeros pasos hacia una dictadura. Textualmente, señaló: "Por ejemplo, pensemos: existe una ley de los medios, de comunicación, se cancela esa ley; se entrega todo el aparato comunicativo a una empresa, a una sociedad que calumnia, que dice falsedades, debilita la vida democrática. Luego vienen los jueces a juzgar a esta institución debilitada, estas personas destruidas, condenadas, y así va adelante una dictadura. Las dictaduras, todas, han comenzado así…".

Entre medio, hubo un falso comunicado del cardenal Mario Poli, tras la votación del aborto legal en Diputados, llamando a continuar "la lucha", en un lenguaje que no es el suyo. Hubo desmentida.

Tampoco ayuda a apaciguar los ánimos la versión –atribuida al jefe de Gabinete, Marcos Peña– de que habría excomuniones para los legisladores que votaron en favor de la ley, algo que surge en el debate cada vez que el aborto es legalizado en algún país.

Sobre esto también hay exageraciones porque la excomunión, según el Código de Derecho Canónico, es  para "quien procura el aborto, si éste se produce". En tal caso, la persona "incurre en excomunión latae sententiae". Esto último significa que es automática, no la pronuncia el Papa, ni ninguna otra autoridad eclesiástica. La interpretación del artículo es restrictiva, es decir, se entiende que es para quien efectivamente "practica" un aborto. El "si se produce" indica que la mera tentativa no es causal de una excomunión que, por otra parte, es una pena espiritual, para el que es creyente.

Dicho esto, y más allá, de las exageraciones, intencionadas unas, fruto de la ignorancia o de la mala comunicación otras, la grieta está, pero a diferencia de la anterior, esta no encuentra al oficialismo abroquelado en uno de sus bordes, sino atravesado por las rajaduras que algunos fomentan desde su mismo campo.

Y la distancia puede ahondarse todavía más, considerando que falta el voto de los senadores, que la querella no concluirá ni con la aprobación de la ley –ya vimos que se preparan recursos a la Corte, rebeliones de clínicas privadas, etcétera–, y que en la Cámara descansan proyectos destinados a limitar los fondos que el Estado destina al mantenimiento de la Iglesia y que ciertos legisladores quieren sacar del cajón para blandirlos como armas de esta batalla.

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