La caída de Rajoy y el ascenso de Sánchez no cambiará la relación entre Argentina y España

El presidente argentino y su par español podrían reunirse en los próximos meses, en Buenos Aires o en Nueva York

Pedro Sánchez saluda a Mariano Rajoy en el Parlamento Español, luego de aplicarle la moción de censura y desplazarlo de la presidencia (Reuters)

Mauricio Macri y Mariano Rajoy se conocen desde hace años. Rajoy siempre respaldó la carrera política de Macri y la línea ideológica del PRO y del Partido Popular (PP) coinciden respecto a la economía, al protagonismo del Estado y las relaciones exteriores. Con Rajoy en la Moncloa, Macri sabía que sumaba a España a favor durante sus cuatro años en la Casa Rosada. Pero la trama del caso Gürtel desalojó del poder a Rajoy y colocó en su lugar a Pedro Sánchez, líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y persistente crítico del PP y sus políticas de Estado. Sánchez llega a la Moncloa con el apoyo del populismo de Unidos Podemos y el respaldo de un puñado de partidos vinculados al nacionalismo vasco y al independentismo catalán. Macri está en las antípodas ideológicas de esta alianza circunstancial y ya decidió extremar su pragmatismo diplomático para mantener el status quo con España, a pesar de Sánchez, sus socios políticos y la debilidad estructural de su inesperado gobierno.

El viernes a la mañana, Ramón Puerta describió la caída de Rajoy a Macri. El Presidente se comunicó desde Salta y el embajador argentino en España le explicó cuáles son las claves que permiten entender la llegada de Sánchez a la Moncloa. Puerta agregó que conocía muy bien a Sánchez, que el sucesor de Rajoy tenía intenciones de visitar a la Argentina –por primera vez— y que nada cambiaría en la relación privilegiada que une a la Casa Rosada con la Moncloa. En las próximas horas, Macri llamará por teléfono a Sánchez para felicitarlo por su ascenso y ratificar la fuerte relación diplomática entre Buenos Aires y Madrid.

En otra coyuntura histórica, el presidente argentino debería preocuparse por la alianza partidaria que colocó a Sánchez en la Moncloa. Se trata de un aglomerado ideológico que mezcla un PSOE débil y sin apoyo popular, un puñado de partidos menores que cuestionan la identidad de la república española y el rol estelar de Unidos Podemos, una versión recalcitrante del kirchnerismo en su época de esplendor político. Pero Sánchez pretende sobrevivir en el poder, una ambición elemental que se cocina con acuerdos en política doméstica y una exhaustiva agenda internacional.

El Presidente de Gobierno de España formará su gobierno de coalición, ejecutará los presupuestos que heredó de Rajoy y emprenderá una hoja de ruta diplomática que implica a Alemania, Francia, México y Argentina. Sánchez necesita a Macri para fortalecer su imagen internacional, y esa necesidad diluye las diferencias ideológicas y las presiones que Unidos Podemos puede aplicar sobre la relación bilateral. Si no hay viaje relámpago de Sánchez a Buenos Aires, Macri se encontrará con el líder español en Nueva York, durante la Asamblea General de Naciones Unidas.

Macri y Rajoy durante la visita del mandatario español a la Argentina en abril pasado

Al margen de la debilidad de Sánchez en la Moncloa, ya que sólo tiene 86 votos propios sobre 350 bancas en las Cortes para sostener su programa de gobierno, Argentina y España tienen una agenda política y comercial que excede la coyuntura histórica. Madrid apoya el acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea y empuja el ingreso de Argentina a la OCDE, un organismo multilateral que integran los países más desarrollados del planeta. A su turno, Buenos Aires facilita las inversiones y negocios de empresas españolas, que sufrieron el embate y la persecución en épocas de Néstor y Cristina Kirchner.

Sánchez llegó al poder por su voracidad personal y lidera una débil coalición política que se edificó sobre la intención de terminar con el mandato de Rajoy, tras la sentencia del caso Gürtel. Macri privilegia las relaciones con España y no le importan sus diferencias ideológicas con Sánchez, que hará malabares y jugará al pragmatismo para mantener su puesto en la Moncloa. A rey muerto, rey puesto.