Juan Grabois: "Con un mayor nivel de ajuste, el pueblo se va a rebelar"

El titular de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y uno de los organizadores de la Marcha Federal que llegará hoy a la Ciudad cuestionó al Gobierno por negociar con el FMI y dijo que hoy ve similitudes con la situación que atravesó la Argentina en 2001

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Este viernes llegará a la Ciudad de Buenos Aires la marcha federal que encabezan organizaciones sociales, gremiales y de derechos humanos para manifestarse en contra de la política económica de la administración de Mauricio Macri. En la previa de la protesta, que comenzó en La Quiaca el último lunes, Juan Grabois, titular de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), visitó el estudio de Infobae para analizar los problemas sociales que aquejan a la Argentina.

Durante la entrevista, el dirigente que mantiene un estrecho vínculo con el papa Francisco señaló que el diálogo entre las organizaciones y el Gobierno "se cortó" y apuntó contra el Presidente por negociar con el Fondo Monetario Internacional para acceder a un crédito: "No creí que le vaya a lloriquear a un organismo internacional para que les diga que tienen que aplicar una política de ajuste".

Y advirtió: "Con un mayor nivel de ajuste sobre la sociedad, la clase media y los pobres, Argentina es inviable y no tengo duda de que va a haber una rebelión del pueblo, se va a rebelar contra medidas que atentan contra su propia subsistencia".

A continuación, la entrevista completa:

— ¿Nos contás la marcha de mañana que llega a la Capital?

La marcha federal viene a ser una reedición de esas marchas que fueron un poco un grito anticipado de la tragedia que vivimos en 2001 y mediados de los 90, organizaciones sociales y sindicales planteando que la aplicación irreflexiva de las políticas neoliberales, las recetas del Fondo, del pensamiento único, del Consenso de Washington, del capitalismo triunfante no nos estaban llevando por buen camino, que iban a terminar mal y que empezaba a haber hambre de nuevo en la Argentina, empezaba a haber un desempleo masivo con las privatizaciones, con lo que se vivió en esos años que la fiesta del consumo… Incluso algunas cosas que la sociedad en general podía visibilizar como avances. Los servicios públicos volvían a funcionar después de un tiempo de no haber funcionado. Pero por debajo sucedían cosas que estaban limando el tejido social. Ahora creemos que estamos en una etapa parecida. Queremos visibilizar los conflictos del interior, también como fue esa marcha hace 24 años, yo era muy chico, no lo recuerdo, pero sí me tocó vivir de cerca 2001, cuando todas esas contradicciones hicieron eclosión. Cuando las recetas de los tecnócratas, de los Chicago boys, de Cavallo estallaban por los aires y un pedazo importante de nuestro pueblo se caía del mapa, caía en la desesperación, otro pedazo perdía su ahorros de toda la vida y el grito común de todos era: "Que se vayan todos".

—¿Sentís que hay un pre-90 crítico, un pre-2001, algo análogo?

—Yo veo cosas muy parecidas. Veo diferencias, rupturas y continuidades. Nunca creí que iba a volver a escuchar el sonido de esas tres letras: Fondo Monetario Internacional. Pensé que eso estaba enterrado para siempre en algún museo. El daño que hicieron en Argentina, en América Latina, Grecia, Serbia. No creí que el Gobierno le vaya a lloriquear a un organismo internacional para que les diga que tienen que aplicar una política de ajuste, que es lo que quieren hacer, con una idea que es ideológica. No parte de un análisis racional sino de un preconcepto de que lo que hay que hacer para atraer las inversiones es ajustar sobre las mayorías sociales, la clase media, el pueblo pobre, y que no hay otro camino. Entonces vemos cosas como lo que sucedió con el veto a las tarifas, que además viene con un nivel de agresión hacia todos los que creemos que el aumento es una muy mala medida. Como si fuéramos todos locos y los únicos cuerdos fueran los que piensan que para reducir el déficit hay que ajustar los gastos. Para reducir el déficit también se puede aumentar la recaudación. También se puede recaudar sobre los sectores que más tienen. Sobre la timba financiera, que hoy se lleva una parte impresionante del presupuesto. Hay gente que pone plata y se lleva el 40% de interés. Esas no son inversiones para hacer puentes, rutas, escuelas ni generan trabajo. Se puede reducir el déficit recortando el gasto político, que es muy grande. Se puede reducir el déficit aumentando la recaudación, por ejemplo, como sugería la propia Lagarde, aumentando un poco las retenciones, llevándolas de nuevo al nivel de 2015, que eran bastante bajas. Como existe un grupo de poder con capacidad de lobby para hacer retroceder al Gobierno, automáticamente patalea un poco la mesa de enlace y el Gobierno decide dar marcha atrás con esa medida que era del más estricto sentido común. Christine, del Fondo, hizo una aclaración que es un mensaje al pueblo argentino. Dijo que el programa económico no lo propone el Fondo, lo propone Macri. Está abriendo el paraguas para cuando suceda el desastre que va a suceder si se aplica un ajuste no le echen la culpa a ella.

—Me impresiona algo que vos dijiste claramente, que es "es esto o la nada". Es el único camino. El presidente volvió en su mensaje a decir "No hay otra opción, lo otro es irresponsabilidad o locura".

Están reproduciendo todos los vicios mesiánicos que ellos atribuían a su oposición. Esta idea de soy yo o el caos, lo que yo digo es la verdad y cualquier otro que plantee una alternativa es irracional, es un loco. La utilización de manera burda y sistemática de tecnología de comunicación política para atacar a dirigentes sociales, sindicales y políticos opositores, fundamentalmente a través de las redes sociales. Creo que se están encerrando en un callejón sin salida. Han perdido toda capacidad de diálogo. Nosotros siempre fuimos dialoguistas, y lo digo con orgullo. En Argentina a veces parece que dialogar es malo, es sinónimo de que están transando o te estás entregando. Y dialogar es precisamente buscar puntos de acuerdo y de coexistencia con aquel que es tu contracara, con el que pensás distinto, con el que no te juntarías para otras cosas pero que las circunstancias te obligan a establecer mecanismos de convivencia. No creo que haya ningún dirigente que esté planteando la eliminación de la contraparte, del otro, del distinto. Quiero un país donde todos coexistan. Los que tienen un pensamiento neoliberal y elitista, como quienes nos gobiernan, y los que tenemos un pensamiento distinto. Para eso hay que dialogar, pero tampoco quieren hablar con nosotros. Hemos perdido cualquier capacidad de diálogo frente a una negativa terminante de las esferas más altas del Gobierno de establecer un vínculo sano con quienes tenemos una cosmovisión distinta y nos consideramos opositores a los lineamientos políticos, económicos, sociales y culturales del Gobierno.

—En algún momento vos mismo tenías diálogo con Carolina Stanley, había un acercamiento… ¿Esto se terminó?

Se cortó. Desde luego, algunos funcionarios mantienen buenos modales, mantienen de alguna manera una relación de naturaleza informal, casi oculta, vergonzante con nosotros. Pero (no con) los niveles más altos donde había capacidad de diálogo y de pensar incluso formas para mitigar las malas decisiones políticas que tomaba el propio Gobierno, o políticas públicas de mediano plazo. Como el tema de la integración urbana de las villas y asentamientos, que no requiere una erogación económica inmediata pero va generando un marco negativo para que el mayor problema que tiene nuestro país, que es la creciente exclusión social, no lleve a la Argentina a una situación similar a la de Brasil, donde tenés en Río de Janeiro 9 mil asesinatos en las favelas por año. Un control casi absoluto del Comando Vermelho en San Pablo, un Estado paralelo en serio, no como el mito del Estado paralelo que se planteaba por alguna organización social que tenía prácticas cuestionables. En San Pablo y Río sí hay un Estado paralelo, un Estado armado paralelo. Si no se aplican las políticas que se tienen que aplicar para que el tercio de nuestro pueblo que está excluido de todo -cloacas, agua, gas, luz, escolaridad, salud, que una ambulancia llegue hasta tu casa-, si no se ponen las bases para eso vamos para ese camino.

Carolina Stanley reunida con representantes de organizaciones sociales.
Carolina Stanley reunida con representantes de organizaciones sociales.

—Cuando vos decís esto, inmediatamente algunos sectores, los más radicalizados que están en el Gobierno los acusan del club del helicóptero, intento de desestabilización, la ruptura del orden constitucional…

—Es una cosa lamentable. Ellos pueden convertir esta situación en la profecía autocumplida. Pueden empujar la situación a la profecía autocumplida. Yo no veo un escenario de desestabilización política que lleve a una ruptura de la normalidad institucional. No lo veo y no lo quiero. Los que más sufrieron en 2001 fueron mis compañeros y compañeras. Los más humildes, los primeros dos deciles de la pirámide salarial. Estoy absolutamente convencido de eso y todo lo que esté a mi alcance para contribuir a la unidad nacional y a la continuidad institucional lo voy a hacer. Eso no implica que no voy a protestar, que no voy a luchar, que no voy a decir que estamos yendo rumbo al abismo. Si escucharan un poco más y acusaran un poco menos podrían ver algunas cosas. Por ahí se les escapa que la idea del Fondo Monetario Internacional para muchísimos de nosotros, sobre todo en el interior, el Fondo Monetario Internacional es igual a hambre, muerte, represión. Es igual al peor momento de la historia de nuestro país. Ya vivimos esta idea de que hay que pedir préstamos para garantizarles a los inversores que si el país se va al tacho de basura ellos no van a perder nada. Vos sabés que este préstamo que se está pidiendo…

—No viene como dinero productivo. Es una mera garantía….

—Es una garantía de la especulación financiera. No es una garantía de ninguna otra cosa. Entregar el manejo de la economía a cambio de eso… ¿Quién gana con eso? Tal vez con esta soberbia, con esta actitud de grupo cerrado, de élite sabelotodo, incomprendida por el populacho, terminen chocando la calesita. Lo que vamos a seguir haciendo en las calles es repudiar lo que consideramos una política económica criminal, porque privilegia al capital financiero por sobre las necesidades del ser humano, y reclamando derechos. En la Marcha Federal estamos presentando cinco propuestas concretas. La bronca social no puede terminar ni en una implosión barrial, que es que no me alcance para nada, ni en una explosión, que también destruye la convivencia social. La bronca se tiene que transformar en protesta, y es lo que hacemos los movimientos sociales: canalizar esa bronca en protesta y esa protesta tratar de transformarla en propuestas que permitan resolver las situaciones que nosotros denunciamos. Y esas propuestas son que hay emergencias que están muy por delante que, por ejemplo, la garantía financiera, que es garantizar la alimentación de los pibes; la emergencia en adicciones, hay una situación terrible que se profundiza; la emergencia rural para los agricultores familiares y campesinos; la emergencia laboral, porque se han perdido cualquier cantidad de empleo en los últimos meses; y la emergencia vinculada a lo urbano, que es esta ley de integración urbana que es la que mejor va avanzando con cierto nivel de consenso incluso con el oficialismo.

—¿No pueden, no quieren o no saben otra cosa?

—Yo creo que hay un poquito de cada tema. Hay un poquito del no querer. Porque querer implica que un sector de la sociedad, fundamentalmente los más ricos, que son de alguna manera a quienes ellos representan y de donde vienen, tiene que ceder un poco de lo que han ganado para poder capear esta crisis. Y ahí hay un no querer. Porque es un no querer, por ejemplo, no volver a restituir las retenciones sobre los grandes exportadores de commodities.

Hay un no saber que tiene que ver con un desconocimiento profundo de la realidad de la cultura de nuestro pueblo pobre y trabajador. Hay una cosa de mirar de arriba. Esto que sucedió del presidente extorsionando de alguna manera a la sociedad que es o tarifas o Asignación Universal por Hijo es casi una tomada de pelo al pueblo, una provocación. Eso no creo que lo haga a propósito, creo que tiene que ver con no saber, no comprender la cultura popular. Viene de otro mundo, de una esfera distinta a la que vive la mayoría de los ciudadanos. No creo que el presidente conozca, no te digo Villa Fiorito, sino Constitución, no creo que se haya tomado el subte.

Y hay un no poder también. Porque en la Argentina también hay grupos de poder fácticos, sectores empresarios, el círculo rojo, que establecen con el poder político un vínculo extorsivo. En esto también los medios tienen bastante que ver. Yo me doy cuenta de que al presidente y a su gabinete lo están apretando los sectores privilegiados de la sociedad para que juegue más hacia el lado de ellos. Que hay algunos que quieran más, ya sea a través de políticas altamente devaluacionistas, que hay un lobby ahí, es un dato de la realidad, como a través de sostener sus privilegios impositivos, como a través de sostener algunos proyectos de ley y de normativa en términos de hegemonía comunicacional. No me parece casual que en un momento de debilidad del Gobierno un grupo de medios que lo ha apoyado sistemáticamente esté presionando tanto a través de algunos periodistas. Hay grupos fácticos de poder que incluso quieren profundizar sus privilegios, lo que han ganado en estos años, aun a costa de que esto se vaya al demonio. Con un mayor nivel de ajuste sobre la sociedad, la clase media y los pobres, Argentina es inviable y no tengo duda de que va a haber una rebelión del pueblo, se va a rebelar contra medidas que atentan contra su propia subsistencia. Si hay un acuerdo con el FMI que implique más reducciones a las jubilaciones, a la AUH, privatizaciones, el deterioro de la calidad de vida porque hay que sacarles fondos a las escuelas, aumentos de tarifas, de la gasolina porque dolarizaron los precios… El pueblo no se lo va a bancar. No es una amenaza, es un análisis de la realidad.

—¿Cómo va a ser la estructura de la marcha? ¿Cómo va a funcionar?

—Las columnas van a ir llegando a Belgrano y 9 de julio alrededor de las 14. La idea es hacer el acto 15, 15:30 o 16 en Plaza de Mayo. Estamos haciendo un esfuerzo enorme para garantizar que la marcha transcurra con absoluta tranquilidad. Cuando hay masividad en una manifestación, los más perjudicados cuando hay algún desborde son los organizadores. Sentimos que hay algunas preocupaciones, pero tenemos certeza de que el grueso de nuestras columnas que van a ser cientos de miles de personas de todo el país van a tener una actitud responsable, respetuosa y va a haber una serie de discursos de dirigentes de derechos humanos, sociales, sindicales, de un espectro muy amplio de organizaciones, pero nuestra consigna básica es "pan y trabajo". Garantizar que todos los pibes y pibas coman y que no se pierda un puesto de trabajo más.

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