En mayo de 2011, hace siete años, una pelea a golpes de puño entre los hermanos Schoklender en la sede de la Fundación Madres de Plaza de Mayo derivó en el escándalo que se conoce como "Sueños Compartidos". Era una interna familiar por dinero, pero la crisis puso en jaque el pacto de silencio por el crimen de sus padres. Los Schoklender nunca más se hablaron entre sí. A la distancia, siguen luchando con el sueño de ser empresarios de la construcción. "Sergio se comparaba con los Roggio, por eso quería tener cada vez más aviones para visitar las obras", contaba un hombre que supo ganarse su confianza.
Sergio dejó atrás su afición por los medios y hace tiempo ya no frecuenta los pasillos de Comodoro Py. En cambio, todos los meses se presenta en una comisaría de Santa Fe, donde está afincado. Pablo lo hace ante el consulado argentino en Paraguay, su nuevo lugar de residencia.
Atrás quedaron las reuniones privadas en un pequeño barrio cerrado de Pilar, "El Patacón", donde los Schoklender y sus laderos se juntaban para pergeñar sus negocios. En ese lugar se llegaron a encontrar los mismos paneles que usaba la Fundación. En lugar de ser utilizados para las casas de los más humildes, sirvieron para levantar las paredes del quincho donde armaban sus fiestas privadas, a la vista de otros vecinos. Una imagen bochornosa.
La guerra entre los Schoklender nunca se tradujo a los medios, y mucho menos al expediente judicial. Otra vez optaron por un pacto de no agresión y coincidieron en una estrategia: apuntarle a Hebe de Bonafini, la protegida del kirchnerismo.
Al ritmo de los llamados de la Casa Rosada, Oyarbide se encargó de ensuciar la investigación y proteger a la titular de las Madres y a su hija, María Alejandra. En agosto de 2013, la Cámara Federal decidió anular todo y apartarlo de la causa. Desde entonces, todo el expediente se concentra en el juzgado de Martínez de Giorgi.
El despilfarro de los Schoklender ya tiene números. Para la Justicia, de los fondos destinados al programa Sueños Compartidos se desviaron $206.438.454. En realidad, el dinero terminó en departamentos a estrenar, autos y aviones privados. ¿Es todo? Una fuente que los frecuentaba asegura que Sergio tenía el "sueño" de enterrar lingotes de oro en su casa. Nunca se investigó.
La maniobra ideada por los Schoklender se apoyó en los mundos oscuros de la city porteña. Los hermanos necesitaban cambiar los cheques de la Fundación por efectivo. Fernando Caparrós Gómez, dueño de la financiera Monetización, fue una pieza clave para el festival de cheques. No fue el único. El tiempo demostró que hicieron su negocio personal con fondos públicos.
Este miércoles por la tarde, la Cámara Federal puso las cosas en su lugar y sumó a un actor clave de la película, el ex ministro de Planificación Julio De Vido. "Desde su Ministerio se destinaron millonarias sumas de dinero a una entidad privada cuyo control y seguimiento fue voluntariamente omitido", afirmaron los jueces. Difícil de entender cómo estaba afuera siendo el máximo responsable de la obra pública.
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