Dicen desde las oficinas de Miguel Angel Pichetto que no hubo propuesta seria del Gobierno para reconsiderar la ley sobre tarifas. Y anoche en el circuito del PJ agregaban que la oferta, en todo caso, llegó tarde y fue insuficiente. Dicen en el oficialismo que además de rebajar el IVA aceptaban tratar el traspaso de los servicios de luz y agua a Buenos Aires y la Capital, un golpe a las finanzas de los principales distritos en manos de Cambiemos.
El contraste entre una y otra evaluación indica que la etapa de los acuerdos quedó seriamente dañada, sino en el ocaso.
Por supuesto, el resultado en el recinto del Senado dará esta tarde las últimas pinceladas a ese cuadro. El bloque peronista federal asegura contar con número sobrado para aprobar el proyecto tal como llegó desde Diputados. Voceros del oficialismo sepultaban sus esperanzas, aunque esperaban al menos señales de quiebre en el peronismo. En cualquier caso, las astillas de un lado y las heridas del otro conjugarían un panorama muy delicado para el tema que viene: la búsqueda de un entendimiento para reducir el déficit.
El otro jugador de toda esta movida, el kirchnerismo -con poca gravitación en el Senado, a diferencia de Diputados- ya desde antes computaba los costos para el Gobierno como un éxito en su estrategia de empujar un endurecimiento de posiciones de todo el arco peronista. Está claro que eso no dirime la interna peronista, pero la coloca en un terreno más difícil para las necesidades del Gobierno.
El Congreso está ratificando, en definitiva, que ninguna fuerza por si sola tiene capacidad para aprobar leyes. Hasta ahora, en líneas generales, había funcionado una línea de entendimientos entre el oficialismo y sectores del PJ vinculados a los gobernadores y a Sergio Massa, que dejaba en minoría a las embestidas del kirchnerismo. Ese mecanismo, para nada sencillo, quedó tambaleando a fines del año pasado con la modificación del sistema de cálculo para ajustar jubilaciones. Y el interrogante es si sobrevivirá a las tarifas: el peronismo en sus distintas vertientes expuso que en conjunto puede acorralar a Cambiemos.
Está claro que, además de las consecuencias de este capítulo, el principal problema para el Gobierno es cómo encarrilar una negociación razonable para reducir fuertemente el déficit. La sensación en el círculo de Mauricio Macri es que algunos gobernadores no tienen peso real en el paño nacional –en primer lugar, el Congreso- y que otros juegan a dos puntas, mechando algunos guiños al Presidente.
Cerca de los gobernadores considerados más dialoguistas se ha impuesto una definición que marca los límites crecientes de las conversaciones: "Nosotros no cogobernamos", dicen. Parece aplicable a las tarifas, más allá del cuestionamiento a las atribuciones del Congreso para legislar en esta materia, pero resultaría más complicado en la discusión sobre cómo recortar el déficit.
Fuentes oficialistas más escépticas recuerdan en estas horas los jirones dejados en el camino por el "reformismo permanente", desgranado en diferentes iniciativas en lugar de ser impulsado como un acuerdo global apenas pasadas las últimas elecciones. Anotan una reforma jubilatoria que no fue tal –limitada centralmente a la actualización de haberes-, una reforma laboral finalmente desarmada en tres proyectos que siguen paralizados y una reforma política que aún espera, entre otros puntos.
Con la crisis cambiaria como antecedente y la negociación con el FMI abierta, la medida de lo que el oficialismo puso en juego ahora está dada por gestos hacia afuera y hacia el interior de Cambiemos. Decidió tomar como propia una idea de Juan Manuel Urtubey para reducir el impacto del IVA en las tarifas. Y ayer ofertó ir más lejos con la propuesta del gobernador salteño, expresada además por otros jefes provinciales del PJ: traspasar los servicios de agua y electricidad –con los costos de los subsidios y de los aumentos- a Buenos Aires y la Capital.
Esa idea, apenas insinuada desde el peronismo, había generado de inmediato el rechazo en el interior del oficialismo, especialmente de María Eugenia Vidal pero también de Horacio Rodríguez Larreta. En el caso de la provincia, se había dejado trascender incluso el impacto que significaría para los municipios, en particular los del GBA y más aún los que están en manos peronistas. Fue también un mensaje al PJ, en paralelo con la señal doméstica.
Ese punto tal vez ilustre como ningún otro hasta dónde Macri busca un acuerdo nacional. Parece un contrasentido frente a otro gesto presidencial de estas horas: su mensaje público de apenas un día antes había sido interpretado como un corte a las conversaciones y un endurecimiento para los tiempos que vienen.
Con todo, y más allá del objetivo, hay quienes sostienen que esas palabras precipitaron el encuentro del bloque encabezado ayer por Pichetto, que incluso fue adelantado seis horas para cerrar filas y dar por cerrado el capítulo previo a la votación. Habrá que ver si la interna del bloque y, en particular, con algunos gobernadores quedó realmente saldada.
El mensaje que grabó Macri fue interpretado de entrada como un reflejo lineal para poner como única y principal contrincante a Cristina Fernández de Kirchner. Después, se agregó una lectura según la cual fue dirigido a marcar diferencias en el interior peronista, con el pretexto de alertar sobre los riesgos de quedar "arrastrados" por la ex presidente. Como sea, no podía generar simpatía en las filas del PJ.
Ahora bien, ¿ese solo mensaje fue determinante para un peronismo que empieza a exhibir otra dinámica política? ¿No constituye además un registro del cambio de clima, que a la vez tendría destinatarios internos? Es sabido que dentro de Cambiemos circulan interpretaciones del actual cuadro político que alientan la idea de una competencia abierta con el PJ en sus distintos formatos y en cada provincia.
Como sea, en medio de tantos crujidos, algo parece claro. La batalla de las tarifas empezó a bosquejar la pelea electoral que viene. El peronismo, definiendo al mismo tiempo su interna y la competencia con Macri. Y el oficialismo, necesitado al menos de un acuerdo más –por el recorte del déficit- pero con mayor consciencia de que la pelea electoral va más rápido que el almanaque.
Seguí leyendo: