La nueva "mesa chica" del Gobierno debutó con varias incógnitas

Viejas peleas entre sus integrantes, incompatibilidades y el temblor que dejó la crisis cambiaria en la Jefatura de Gabinete

"Les salió bien. Esperemos que sigan ese camino".

El que se confiesa es un viejo amigo de Mauricio Macri que siguió muy de cerca los últimos movimientos del esquema de poder presidencial.

Nicolás Caputo, otro de ellos -el más íntimo de los amigos del Presidente-, visitó su despacho dos veces en la última semana y media, en el momento de mayor debilidad de la administración de Cambiemos. El empresario, una pieza irremplazable en el ascenso político del líder del PRO, funcionó durante años en la ciudad de Buenos Aires como una especie de balanceo en la cabeza de Macri. Su influencia era decisiva en el reparto de funciones del macrismo porteño.

Aunque se haya corrido de la rutina desde hace más de dos años, "Nicky" volvió por estos días a ese viejo rol que supo aceitar con Macri a la perfección. "Nicolás es como una ambulancia, pasa a recoger a los heridos, hace de contención", lo describe un dirigente de los más relevantes de la cúpula del PRO.

Emilio Monzó, el titular de la Cámara de Diputados que dejó trascender su salida anticipada cuando el programa gradualista del Gobierno empezaba a crujir, es uno de los habituales pasajeros de esa ambulancia. Un pelotón que integran no solo dirigentes de la coalición de gobierno y de otros espacios: también sindicalistas y empresarios que son expulsados por el Presidente de su esquema de relaciones.

Sanz, Peña, Monzó, Frigerio y Morales en Olivos (Presidencia de la Nación)

La vuelta de Monzó, de Ernesto Sanz y la apertura que el Gobierno ahora se esfuerza por mostrar en el esquema de decisiones arrastran viejas rencillas e inquietudes en su funcionamiento hacia adelante.

El viernes al mediodía, María Eugenia Vidal almorzó con Federico Salvai, su jefe de Gabinete e histórico hombre de confianza, en un restaurante selecto sobre la avenida Figueroa Alcorta a la vista del resto de los comensales. En ese mismo lugar, pero en un mes atrás y en una mesa muchísimo más reservada, a Salvai lo vieron cenar en compañía de Monzó y de Nicolás Massot, el jefe de bloque del oficialismo en Diputados.

El retorno del presidente de la Cámara baja a las reuniones más importantes del Gobierno es uno de los principales enigmas en los pasillos del poder. No solo porque Macri se mostró por estos días más preocupado por calmar al "círculo rojo" que por rever su esquema de decisiones, sino también porque los enconos entre Monzó y Marcos Peña, el funcionario más influyente de la gestión, son, según la cúpula del PRO, insalvables. Irreconciliables. Entre el ex ministro sciolista y Vidal también hubo peleas memorables. A los gritos. Pero quedaron relegadas detrás de las críticas públicas a la estrategia nacional por parte del dirigente bonaerense.

En lo más alto del Gobierno hubo una avalancha de ironías por la foto distribuida el mediodía del miércoles en la que Sanz, Peña, Monzó, Rogelio Frigerio y el gobernador Gerardo Morales ríen en ronda en medio de los jardines de Olivos salpicados por el poco sol que apareció en las últimas semanas.

Emilio Monzó, presidente de las Cámara de Diputados

Ayer, La Nación Más publicó una entrevista a Sanz que se grabó antes de su vuelta y en la que reconoció que mantiene "muchas diferencias con Peña". "Si el PRO pretende desprenderse e ir solo, se va a equivocar", advirtió el ex senador mendocino.

Su inclusión en las reuniones de coordinación que Macri encabeza a diario se explica por la necesidad de contener a la UCR. Sanz no se sentará en esa mesa como Sanz, sino como representante del radicalismo. "Los radicales no van a poder volver a decir que no se los participa y que no están al tanto de las decisiones", explica un integrante del entorno presidencial que acompaña a Macri desde hace años. Carlos Grosso, consejero externo, fue uno de los que alertó en charlas reservadas de la conveniencia de contener a los radicales.

Los últimos cortocircuitos con el radicalismo, y en particular con Alfredo Cornejo, por los aumentos de tarifas cayeron pésimo en la cúpula de la Casa Rosada. Y quedaron plasmados en los informes de las más importantes consultoras internacionales que suelen consumir los capitales extranjeros, que advirtieron por las desinteligencias en la coalición de gobierno y, por caso, en la salida anticipada de Monzó.

Macri actuó en consecuencia. El funcionamiento del nuevo modelo de gestión es incluso un enorme interrogante incluso para los nuevos protagonistas. Por lo pronto, el titular de Diputados habría avisado en su entorno que ya no piensa en su salida. Mucho menos en un destino en el exterior.

Hay, en ese sentido, otro signo de interrogación por el funcionamiento de la verdadera mesa chica que integran Peña, Vidal, Horacio Rodríguez Larreta y Macri, y que recibe el asesoramiento estratégico de Jaime Durán Barba. ¿Dónde se van a juntar? ¿Se van a juntar? ¿Cómo hacer para no dinamitar el nuevo armado?

La extensión de esa mesa, que se originó en la campaña y que se volvió a reunir hace no tanto, y que incluye a Fernando de Andreis, Diego Santilli y Salvai, pasará de momentos a la "clandestinidad", como lo definió uno de ellos en estas últimas horas. El grupo de WhatsApp entre los seis sigue vigente.

Ahora se conformaron nuevos grupos para chatear. Hay para todos los gustos. Se habla de G5. También de G7. Si este último es la mesa compuesta por Peña, Vidal, Rodríguez Larreta, Monzó, Cornejo, Morales y Frigerio, el debut fue ayer, en un restaurante de Recoleta. No hay nada muy claro. Elisa Carrió, que no sabe manejar el WhatsApp y no integra ninguna mesa, es igual o más determinante que el resto.

La tensión económica de las últimas semanas y la crisis cambiaria, y los errores del programa económico del Gobierno que obligaron a Macri a mostrar apertura provocaron un temblor en el trío de gestión de la Jefatura de Gabinete que conforman Peña, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui. En especial en Quintana, cuya fascinación por la política desencadenó una oleada de fastidios en varios de los funcionarios y dirigentes de Cambiemos. Y múltiples cuestionamientos del "círculo rojo" por los tropiezos del gradualismo.

Cualquier cambio en ese triángulo de jefatura de Gabinete implica para Macri reconocer que sus "ojos" y su "inteligencia" fallaron. "Cuando ellos piden algo, lo estoy pidiendo yo", había asegurado el jefe de Estado en alusión a los tres funcionarios durante una reunión de gabinete ampliado, en diciembre del 2016. Dos semanas después, en una entrevista con Radio Mitre, Quintana aclaró que "la política económica la decide el Presidente Macri".

El origen de Quintana y de Lopetegui también implica cada tanto el sobrevuelo de viejos celos de los integrantes de la mesa chica de Macri. El primero es amigo íntimo de Rodríguez Larreta desde hace décadas. El segundo también. Lopetegui presidió hace años la fundación Sophia. Quintana es padrino de Serena, la hija menor del jefe de Gobierno porteño. Un detalle: Macri y Rodríguez Larreta se mostraron juntos ayer durante el tradicional timbreo de Cambiemos, el primero desde las tensiones económicas, en Villa Devoto. Ya lo habían hecho a mediados de semana, durante la inauguración de una estación de subte.

Los peor intencionados se divierten con que "Larreta le rodeó la manzana a Peña". En realidad sobran ejemplos de funcionarios apadrinados por el jefe porteño: Carolina Stanley, Guillermo Dietrich y Emilio Basavilbaso por mencionar algunos. El ministro de Transporte, de todos modos, tuvo la suerte -y la astucia- de que su mujer hiciera buenas migas con Juliana Awada.

El nuevo esquema de poder de Macri es además un mensaje al PJ, en tiempos en los que el Gobierno busca un acuerdo con la oposición de cara a la discusión del Presupuesto 2019 y en la necesidad del Presidente de acelerar el ajuste del gasto, cuyas consecuencias aún son impredecibles.

En las próximas horas, el Senado podría darle sanción definitiva al proyecto de ley que retrotrae los aumentos de tarifas y que Macri vetaría. Hay negociaciones a contrarreloj con los gobernadores en manos de Frigerio y del propio jefe de Estado para frenar o dilatar la ley.

Lo paradójico es que en la provincia de Buenos Aires, los operadores de Vidal trabajan con los intendentes para que la Legislatura convalide una quita del impuesto municipal en las facturas de luz para disminuir el impacto de los aumentos.

Es que la dirigencia política y empresarial -el "círculo rojo"- tiene mucha más contemplación con Vidal que con Macri. Un dato que algunos, muy por lo bajo, empiezan a tener en cuenta hacia el 2019.

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