Aunque es un libro que habla del pasado, la motivación de los autores de Enemigos. Dos protagonistas reflexionan hoy sobre la violencia de los 70 (Eudeba, 2018) es el presente, la dura realidad social argentina, el deterioro de sus instituciones, la división entre argentinos. Y especialmente el futuro, sobre el que Rodolfo Richter llega a preguntarse: "¿Vamos a seguir existiendo como país, como sociedad?"
Ambos han sufrido en carne propia la violencia de los 70, ambos fueron protagonistas y también víctimas. En 1975, Richter recibió un balazo que lo dejó paralítico cuando participaba del Operativo Independencia en Tucumán. Carlos Gabetta perdió a su esposa en un enfrentamiento, del cual él logró escapar de milagro, cuando el ejército detectó la presencia de varios miembros del PRT-ERP en una quinta en Moreno, provincia de Buenos Aires.
La intención de Gabetta y Richter no es acordar en todo, pero sí poner fin a una "enemistad" en la cual la Argentina malgasta energías que serían necesarias para superar las muchas deudas que más de 30 años de democracia todavía no han saldado.
El libro es un relato en paralelo de la trayectoria de cada uno, su formación, sus lecturas y sus opciones: por qué uno se hizo militar, por qué el otro optó por la lucha armada. Intenta ser un aporte para una visión más rica del pasado, pero sobre todo para superarlo, siguiendo el ejemplo de otros países. Como señala Gabetta, el juicio de Nüremberg, referido a una tragedia muchísimo mayor a la que vivió Argentina, "duró nueve meses".
No se trata de un debate, sino más bien de un ejercicio de tolerancia. Porque entre ellos hay tanto coincidencias como disidencias. También el lector las tendrá, pero se trata de visiones eclécticas, que escapan al maniqueísmo de los últimos años.
El libro es también una convocatoria al diálogo nacional, a aprovechar lo que cada sector de la sociedad puede aportar, sin estigmatizar a grupos o instituciones enteras. Así lo exponen también en esta entrevista con Infobae:
— En estos dos relatos de una misma etapa desde puntos de vista diferentes, se ve que, aunque no hay un atrincheramiento en una posición, hay notorias diferencias. ¿Tuvieron que hacer un esfuerzo de tolerancia para poder escribir este libro?
Carlos Gabetta — Un esfuerzo no, porque en realidad la idea del libro salió cuando nos dimos cuenta de que los dos que teníamos, a pesar de las diferencias políticas e ideológicas, que se mantienen, un análisis a la vez reivindicativo de ciertos aspectos de nuestro campo y al mismo tiempo muy crítico. Lo que el libro persigue no es justificar ningún hecho sino contribuir a que se entienda un período trágico, difícil, de la historia argentina. Rodolfo lo cuenta desde su punto de vista, yo desde el mío. Los dos decimos cómo veíamos las cosas entonces y qué hechos nos impulsaron a pensar o a actuar de determinada manera entonces y cómo los vemos ahora. Esa es la idea del libro, una contribución a un debate que 40 años después todavía no se ha cerrado en nuestro país.
Rodolfo Richter — El esfuerzo de parte mía fue tratar de ser objetivo en buscar información, porque yo en algunos temas tenía una información general pero había detalles que desconocía.
La clase política es responsable de no poder dar una solución a los coletazos que dejó la violencia de los 70
— Gabetta cuenta en el libro que cuando se conocieron usted le dijo: "Vos y yo no fuimos los malos". ¿Qué quiso decir?
RR — En ese momento me salió más por intuición, pero después me puse a pensar por qué dije eso. Debajo de esa intuición había una idea que es que en principio había distintos niveles de responsabilidad, y a la distancia no éramos los malos. Él y yo. Tampoco eran las malas las organizaciones, las Fuerzas Armadas, o los únicos malos. En lo que hay de malo, porque también hay de meritorio. Hubo otros que fueron los malos. La Argentina está en decadencia, cuando algo anda mal ¿a quién se apunta? Si un país está en decadencia, la responsabilidad es de la clase dirigente y dentro de ella, la clase política. Desde mi punto de vista, las organizaciones armadas no tuvieron ninguna razón para lanzarse a la lucha armada. Pero alguien les tiene que haber dado pie, porque si no no se podrían haber organizado como se organizaron, ni crear un aparato militar como el que crearon. Y esa clase política es responsable hasta el día de hoy por no poder dar una solución a los coletazos que dejó la violencia de los 70.
Pensar que hace 40 años vos y yo nos hubiéramos ‘cagado’ a tiros
— ¿Creen que este libro puede contribuir a una imagen más ajustada a lo sucedido? Actualmente hay una idea binaria, de buenos y malos.
CG — La visión que hay ahora, la más generalizada, es que en los años 70 ocurrió un enfrentamiento entre unas Fuerzas Armadas desaparecedoras y asesinas y unas guerrillas criminales y enloquecidas, patrullas perdidas, como si la clase política, empresarial, sindical y el conjunto de la sociedad no hubieran tenido nada que ver. Rodolfo acaba de aludir a la aparición en la Argentina no de una sino de varias organizaciones armadas, que llegaron a tener importantes apoyos populares. Cuando el ERP proclamó el Frente Antiimperialista y por el Socialismo en Tucumán había 5, 6 mil personas en esa proclamación. Líderes sindicales como Agustín Tosco o René Salamanca, y Franja Morada, la izquierda del partido radical, se interesaron en un frente antiimperialista que proponía nada menos que la guerrilla. Cuando Rodolfo se conectó conmigo porque estaba haciendo su tesis doctoral en Ciencias Políticas sobre el Ejército Revolucionario del Pueblo, que había sido su enemigo 40 años antes, empezamos a conversar, y nos dimos cuenta que tenemos diferencias políticas pero al mismo tiempo coincidencias en la evaluación de aquel período. Y un día vino a cenar a casa, conviene repetir la anécdota, le dije "pensar que hace 40 años vos y yo nos hubiéramos cagado a tiros", con perdón de la expresión. Y él me miró y me dijo "ni vos ni yo éramos los malos". Y esto no es una auto-justificación de nada. Se refiere, así lo entendí, al dicho de que "en ninguna parte están todos los que son ni son todos los que están". Visto desde ahora, con la experiencia, con las cosas que hemos aprendido, es evidente que hay mucho que reivindicar de un lado y del otro y mucho que criticar. ¿Cuál es el objetivo? Contribuir a que ese período violento, trágico, de la historia argentina se entienda. Ninguno de nosotros propone que se ignore la ley, que se hagan amnistías indiscriminadas ni nada por el estilo. Pero la sociedad argentina tiene que amigarse. Estamos peleados por muchas cuestiones: peronismo antiperonismo, liberalismo antiliberalismo, izquierda, derecha, pero el tema de los derechos humanos es uno de los que más nos separa, si no el más. El juicio de Nüremberg después de la 2a Guerra Mundial duró 9 meses. Alemania y Europa se reconciliaron… Y, una vez más, esto no es para justificar nada sino para que ese período se entienda.
RR — Yo creo que un aporte es salir al cruce de esa simpleza que noté. Aportamos algunos detalles que romperían o darían lugar a dejar una visión muy simplificada de los hechos y a interesarse por saber un poco más. El otro aporte es demostrar que dos enemigos de antes pueden sentarse a hablar a pesar de las diferencias que persisten. Podemos hablar amablemente manteniendo cada uno su idea. Y sí, en el tema de los derechos humanos hay diferencias.
— Quizás el problema con la política de derechos humanos del gobierno de Kirchner sea que antes que una política de derechos humanos fue una lectura del pasado. Y muy sesgada.
CG — También en eso, como dijo Rodolfo, tenemos diferencias de enfoque pero coincidimos en algo: que el tratamiento que se la ha venido dando, y que concluyó en el esperpento según mi criterio, durante el gobierno kirchnerista, ha sido como todas las cosas en nuestro país, algo que se sale del análisis objetivo de la interpretación de los hechos. Hemos hecho con los derechos humanos lo que hacemos con casi todas las cosas, un análisis violento, partidario, es River o Boca, Newells o Central, Estudiantes o Gimnasia. Vuelvo al ejemplo de Nüremberg. Nueve meses duró un juicio referido al exterminio de 6 millones de judíos, de decenas de millones de muertos, y en 9 meses se castigó a los principales responsables, se sentó una jurisprudencia y el mundo empezó a reconstruirse. Nosotros, 40 años después, seguimos por ejemplo con este debate de la cifra de 30 mil desaparecidos. ¿Por qué tenemos que enfrentarnos sobre eso, tratarnos de traidores?
RR — Creo que la intención del gobierno de los Kirchner con los derechos humanos no fue dar una solución, a ellos nunca les interesó el tema antes, y demostraron con su gobierno que tampoco en el presente porque si no no hubieran dejado el país con 30 por ciento de pobres. Yo creo que hicieron un pacto no escrito con ciertos sectores de la izquierda diciéndoles vamos a meter presos a la mayor cantidad posible de militares, como lo han hecho, a muchos que no no tuvieron responsabilidad sobre los hechos de que se los acusa, porque son oficiales que la gente ve canosos y cree que eran generales pero en esa época eran subtenientes. A cambio, la izquierda no les salió al cruce de la corrupción, ni de la pobreza, ni de las deficiencias del sistema de salud y de la educación. Arrió sus banderas porque se quedó encandilada al ver un montón de militares presos. Esos juicios deberían ser revisados. Aparte porque se ha juzgado solamente a los miembros de las Fuerzas Armadas, de los otros no se juzgó a nadie. Montoneros puso una bomba en el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal, 22 muertos y 60 heridos, muchos mutilados. En cantidad de muertos equivale a la Embajada de Israel.
CG — En este punto Rodolfo y yo tenemos diferencias. Yo creo, como cree la jurisprudencia internacional, que los crímenes que ha cometido la guerrilla, algunos fueron crímenes, lo digo en el libro, han prescripto. La justicia internacional, los pactos a los que adhiere la Argentina, así lo dicen. Desde el punto de vista ético y moral siguen siendo crímenes. Desde el punto de vista jurídico no son lo mismo los crímenes cometidos como una política de Estado, desde la dirección del Estado, que los crímenes que puedan haber cometido las guerrillas en la lucha contra esa situación.
— Gabetta, usted dice que los hechos le dieron la razón a los que, previo al golpe del 76, planteaban el maximalismo, el todo o nada, desde las organizaciones armadas. Ahora, ¿ese mismo maximalismo no incidió en los hechos? El accionar de la guerrilla contribuyó mucho al golpe de Estado. Monte Chingolo y Formosa en particular son ataques que les dieron a los militares una justificación para derrocar al gobierno.
CG — De eso no hay la menor duda, ese maximalismo es muy criticable, fue lo que condujo a la derrota de las organizaciones armadas. Plantearle a la sociedad argentina la dictadura del proletariado era un verdadero disparate. Ahora es fácil decirlo, en aquella época, cuando termina la dictadura de Onganía, Levingston, Lanusse, y asume el gobierno peronista, Montoneros depuso las armas, no las entregó, pero las depuso, el PRT hizo una pausa, ninguno de los dos cometió ningún atentado durante el gobierno camporista. Pero cuando regresa Perón ocurre la Masacre de Ezeiza. Luego a los 49 días Cámpora, que era un hombre que tenía un proyecto que podríamos asimilar a un nacionalismo progresista o a la socialdemocracia, se ve obligado a renunciar. Asume Raúl Lastiri, yerno de José López Rega, miembro de la Logia P2… En esa época, ese maximalismo del accionar de la dirigencia política, y muy en particular del peronismo, le daba razón, entre comillas, al maximalismo de las organizaciones guerrilleras. No olvidemos que lo de Ezeiza se produce cuando Perón regresa al país, eso era una fiesta, y se produce la masacre.
RR — Yo tengo una disidencia ahí, porque el ERP sacó un documento titulado "por qué el ERP no dejará de combatir", y se lo sacó a Cámpora. Además la propaganda en las elecciones era Cámpora al gobierno Perón al poder. De alguna forma se tenía que materializar eso. El otro tema que me quedó picando es eso de que el ataque a Formosa por Montoneros y a Monte Chingolo dio lugar o impulsó o fue la excusa…
Si la clase política hubiera estrechado filas, el golpe no se hace
— Creó un clima favorable al golpe…
RR — Creó un clima favorable. Pero acá hay una responsabilidad de la clase política, que, si hubiera estrechado filas en marzo del 76 y en vez de decir, como dijo Balbín, yo no tengo soluciones, o como Casildo Herrera "me borré", que hay que reconocer que fue sincero porque se borraron todos, si hubieran estrechado filas el golpe no se hace, yo estoy seguro de eso. Es decir, dijeron nosotros no queremos agarrar esta papa caliente, que la agarren los militares. Obviamente, si no se hubiera dado el golpe los mismos militares estaríamos beneficiados, tendríamos Fuerzas Armadas que hoy no tenemos, porque la condena al gobierno militar se ha trasladado a las Fuerzas Armadas. No tenemos estadistas porque ningún país hace eso, al punto de desarmar material y moralmente a las Fuerzas Armadas.
— Hacia atrás va a ser muy difícil ponerse de acuerdo sobre todos los hechos y todos los grados de responsabilidad. Ahora, hacia adelante, ¿qué sería para usted, Richter, que haya verdadera justicia?
RR — Para mí la justicia es partir de un principio de responsabilidad teniendo en cuenta cómo era la situación en la década del 70 y cómo se veían las jerarquías, la autoridad, el mando, la obediencia. Entonces los máximos responsables a la cárcel, que no creo que queden muchos, porque ya están muertos casi todos. No vería con buenos ojos que se comiencen juicios análogos a los de los militares para las organizaciones armadas porque tendríamos 10 años más de procesos. Esa no es la solución. Hay que retrotraerse a la época de Alfonsín cuando dijo los máximos responsables van presos y después, aunque suene mal, Punto Final y Obediencia Debida, no queda otra. Porque estos juicios no se ajustan al Derecho. Hay muchas irregularidades, muchos abusos. Deberían ser revisados.
CG — En ese punto tenemos una coincidencia con Rodolfo casi total, con matices. Hace unos meses se pronunció una condena contra Astiz y Etchecolatz que en el caso de ambos es ejemplar ya que está probado que son culpables. No lo es tanto considerando que la condena llega 40 años después. En esa misma resolución se absolvió a dos personas. Esas dos personas que pasaron años en la cárcel, acusadas de gravísimos crímenes, ¿cómo las van a resarcir la Justicia y la sociedad argentina? Quedan algo así como 600 procesos sin completar. La mayor parte de los prisioneros está cerca de los 80 años, el promedio de edad es de 74 años. 300 y algo murieron en la cárcel antes de ser condenados…
RR — 400 y pico.
— Entre ellos el almirante Büsser, que es el que condujo el desembarco en Malvinas. Pese a que somos muy malvineros…
RR — Hay gente apresada que fue héroe de guerra…
CG — Además, juristas de gran calibre como Roberto Gargarella, que está a favor de los juicios, y que puede ser considerado de izquierda o progresista, escribió que la Justicia argentina no está comportándose con justicia en estas cuestiones. No es justicia la que se aplica tan tarde, tan mal y de manera tan contradictoria.
RR — En el caso de los 400 y pico de muertos, esos hechos merecen una investigación, porque hubo incluso un retaceo de la asistencia médica.
— Hay un diagnóstico que ustedes hacen sobre el legado de estos 30 años de democracia y las deudas sociales, ya que la Argentina es un país peor en muchos aspectos. Y a la vez hay una gran energía gastada en ese debate, en los juicios. Es interesante que en el libro ustedes también plantean una propuesta. Dicen: juntémonos a pensar la Argentina.
CG — En los últimos capítulos del libro, tanto Rodolfo como yo hacemos una evaluación de cómo está hoy la Argentina. Y aunque lo enfocamos desde ángulos distintos coincidimos en que en estos 30 años de democracia hemos retrocedido en muchísimos aspectos, sobre todo en algo muy estructural, que es la educación. Lo mismo pasa con la salud, por no hablar de la pobreza. Ningún partido político, ni radicales ni peronistas que son los que se han alternado en el poder, a veces juntos, ninguno de ellos, ni aliados ni enfrentados, logró mejorar este país. Al contrario, lo empeoraron. Nuestro único paso adelante en estos 30 años es que no ha habido otro golpe de Estado. .
RR — Independientemente de gobierno militar o constitucional, pareciera que cada gobierno aporta algo más a la frustración y el fracaso. Cada gobierno que vino fue una frustración más. Y pareciera que las frustraciones cada vez son más graves. Entonces algo hay que hacer porque no puede ser que en la Argentina, que tenía un futuro promisorio a comienzos del siglo XX, estemos donde estamos. Donde incluso se llega a pensar ¿vamos a seguir existiendo como país, como sociedad? ¿O se va a disolver esto? Entonces es muy grave. Y estamos anclados en el pasado. Es lógico que la madre que perdió un hijo se haya anclado en el pasado porque ahí tuvo al hijo vivo. Pero una sociedad no puede hacer eso. Y nuestra sociedad el futuro no lo ve. Vivimos el presente o peor, el pasado.
— ¿Qué hacer entonces?
RR — Yo creo que hay que aprender algo de los jóvenes que ellos sí están mirando el futuro, lo que pasa es que como tienen nuestra influencia no lo miran a tan largo plazo como a lo mejor se lo miraba cien años antes.
CG — El pasado no se puede volver a visitar, solo se puede entender y aprovechar como experiencia. El presente pasa rápidamente y lo que hay que construir son bases para el futuro. Todos, de un modo u otro, en distintos momentos, hemos permitido que nuestro país entrara en un proceso de decadencia y de disolución cuyo único futuro es el caos.
— Siendo la responsabilidad tan colectiva, con distintos grados pero de todos los sectores, en especial de la dirigencia, la solución también debería abarcar a todos. ¿Les parece posible? ¿Y cómo podría motorizarse?
RR — Creo es que tenemos la mala costumbre de ver blanco o negro. Para mirar el futuro hay que extraer fuerzas. No podemos descalificar a sectores completos o a instituciones completas de la sociedad sino que, independientemente de las pasiones que existen, debemos extraer de cada sector de la sociedad lo bueno que hay y armar algo. En las Fuerzas Armadas hay elementos que hay que reflotarlos. En los partidos políticos también. En los distintos sectores ideológicos. Pero si estamos en la costumbre de ver blanco o negro, entonces de acá no salvamos nada y condenamos a todos, entonces no hay nada para extraer. La fuerza que necesita la Argentina hay que sacarla de donde sea. Todos pueden aportar algo. Pero no existe ese concepto.
CG — Yo personalmente estoy esperando al dirigente, al sector político o al gobierno que convoque.
— Que ponga la mesa….
CG — Que ponga la mesa, que llame a los demás y les diga, muchachos, nuestras diferencias son evidentes… Rodolfo y yo en ese sentido somos un ejemplo. Tenemos diferencias importantes, ideológicas y políticas, pero ya no estamos para agarrarnos a tiros, y no porque estemos viejitos, todavía podemos apretar un gatillo. Lo que hemos entendido es que en ninguna parte son todos los que están ni están todos los que son. Hay fuerzas útiles, ideas útiles, en casi todos los sectores. Salvo por supuesto entre los delincuenciales, que por cierto han avanzado muchísimo en nuestro país. Entonces, tenemos que tener un diálogo nacional, ponernos de acuerdo en qué cosas dejamos atrás, qué cosas resolvemos. Hay leyes, tenemos una buena Constitución desde 1853. Tenemos que hacerla cumplir. Tenemos buenos dirigentes. Hay que juntarse para construir y no hacer política sólo para llegar al poder y ver luego qué hacer, que es lo que hacen todos.
RR — Falta patriotismo. En este afán de que cuando algo fracasa se lo descalifica en su totalidad… Pareciera que después de Malvinas el patriotismo le pertenecía al gobierno militar entonces había que desterrarlo. Hay una conciencia muy individual, muy familiar, muy sectorial. Y falta una mística, porque la razón necesita pasión. La Argentina no tiene una mística, una mística que abarque a todos los argentinos.
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