El politólogo Andrés Malamud analizó en diálogo con el periodista Marcelo Longobardi en radio Mitre la coyuntura política, social y económica que atraviesa el país luego de que el Gobierno iniciara negociaciones con el Fondo Monetario Internacional para obtener ayuda financiera tras varias semanas de tensión económica.
– ¿El tema de la inflación es una cuestión de fondo? ¿Hoy en día un acuerdo con el peronismo está más alejado? ¿El Presidente debería poner el tema sobre la mesa de cara a los argentinos?
– En una nota (del 22 de abril) me quedé demasiado optimista. Yo trataba de pensar el pasado mañana y a partir de esta semana estamos pensando en el ayer. La crisis y el regreso al Fondo Monetario Internacional nos hizo pensar a todos los argentinos en eventos menos felices. Algunos en el 2001, de manera exagerada, y otros en eventos menos prácticos, pero igualmente preocupantes. Hay dos factores que son completamente diferentes a 2001: no hay convertibilidad y no hay (Fernando) De la Rúa, pero sin embargo el miedo se siente. Acá entra el acuerdo político. Me parece que no alcanza con la opinión pública para hacer grandes cambios. Hace falta, aunque al Gobierno no le guste, el Círculo Rojo. Pero al Círculo Rojo lo integra el peronismo, que al mismo tiempo es oposición y gobierno, porque gobierna en 14 provincias. El Gobierno debe comprometer a los gobernadores: o nos salvamos juntos o nos incendiamos juntos. Pero para eso tiene que marcar la cancha de una manera que hasta ahora fue confusa.
– Muchos subrayamos este punto durante mucho tiempo, sobre todo cuando Mauricio Macri estaba mucho más fuerte que ahora: cuando gana las elecciones en 2015, cuando ocurre el caso López… Ahí el peronismo estaba terminado. Y cuando gana las elecciones de octubre del año pasado. Esas tres oportunidades fueron desaprovechadas y ahora el peronismo está en una campaña electoral que incluye votar leyes en el sentido inverso. ¿Esa posibilidad está más alejada que antes?
– Hay tres razones que determinan el escenario político argentino. La primera es internacional y en esto el Gobierno no tenía la culpa. El problema es que el Gobierno tenía la responsabilidad de prever esto. Hace tiempo que el mundo al que Macri quería volver no es el que imaginó cuando gobernaba Obama: las tasas aumentan, Donald Trump no era Obama, y el mundo se estaba cerrando. La culpa de lo que pasa no es del Gobierno, pero el Gobierno no lo anticipó. El segundo factor sí es culpa del Gobierno: son todos los errores que se vinieron a rectificar, hasta que se chocó contra la pared, y ahí ya no hay tiempo de rectificar.
El tercer factor es la unidad del peronismo, que también es parcialmente responsabilidad del Gobierno. Por un lado se pensó que alcanzaba con las operaciones para mantener dividido al peronismo, pero contó mal porque en el Congreso siempre tuvo minoría. Los argentinos pensamos que el régimen es hiperpresidencialista y no es así. El Presidente tiene altos poderes cuando gobierna el peronismo, porque tiene mayoría en el Congreso. Si no Argentina tiene un sistema más congresista que presidencialista, y en este momento lo que está pasando es que el Congreso se está juntando contra el Gobierno.
– El Presidente dio un discurso hace tres días que duró tres minutos y medio. Me consta, porque lo sé, que el Presidente actuó de modo firme para adentro y para los mercados, tomando incluso decisiones que son muy antipáticas. Pero el Presidente se desconectó de él personalmente al convocar a un desafío a los argentinos.
– La impresión que da es que el Presidente decidió volver al círculo rojo. La semana pasada hablé con funcionarios y con gente que había estado en el gobierno, y en todos ellos había desesperanza y una incomprensión profunda. Lo que hace Lilita (Elisa Carrió) a través de Twitter entre ayer y hoy es Juan Carlos Pugliese: 'les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo'. Es increíble que un gobierno formado por empresarios y CEO pretenda que los actores económicos sean samaritanos. Acá todos actúan por su propio interés. Acá en Argentina y en todo el mundo. Por eso llama más todavía la atención la ingenuidad. Lo del cambio cultural es un factor místico, que no tiene sentido en un país que no tiene confianza para mañana. Lo que el Gobierno tenía que hacer es crear incentivos, marcar la cancha y dejarla firme.
– En el mundo de la realidad, lo que nos hubiera gustado a vos y a mí es un acuerdo con las fuerzas políticas para cambiar la historia de este país. Pero es algo que hoy no está disponible: el peronismo entendió que Macri era un candidato competible, cosa que no creía entre octubre y noviembre pasado. Por lo tanto, lo que le queda al Presidente es intentar otra cosa para conseguir lo que él debe conseguir que es bajar el gasto público y combatir la inflación.
– El Presidente enfrenta tres opciones. La primera es gobernar solo, pero es imposible porque no tiene mayoría en el Congreso. La segunda es un pacto de La Moncloa, a lo que te referías recién, un gran acuerdo para fijar pautas de crecimiento, inversión e inflación a largo plazo. Esto no era posible antes porque no hay actores políticos cohesionados, pero además porque no hay tradición acuerdista en la Argentina. En la Argentina a los acuerdos se los llama contubernios y el Pacto de Olivos todavía está mal visto.
Lo que queda es el camino por la mitad, que consiste en acuerdos puntuales, ad hoc, para cada ley importante. Y el Gobierno empezó bien: tenía grandes muñecas, grandes maniobradores como Monzó, Negri y Frigerio. Lo que hizo fue quitarles las espaldas, el respaldo a esos negociadores. En este momento no tiene ni mayoría en el Congreso, ni La Moncloa, ni negociadores… Lo que tiene que hacer es reconstruir a estas personas que negociaban en el Congreso y con los gobernadores, a los que se les fue limando autoridad en los últimos meses.
– Entre los gobernadores que se reunieron con el Presidente había dos o tres candidatos presidenciales. Este escenario de ayer, de Macri negociando con rivales, no era así en noviembre pasado.
– No era así, pero el Gobierno puede hacer de la necesidad una virtud. De lo que se trata ahora es de hacerlos competir entre ellos. Justamente el hecho de que no haya un liderazgo dentro del peronismo le facilita al Gobierno la posibilidad de operar a unos contra otros. Para esto necesita estrategia y muñeca. Como decía antes, las condiciones son mucho más favorables que en 2001: Macri no es De la Rúa y no hay convertibilidad. Lo que hay que hacer es recuperar la visión estratégica que el Gobierno tuvo al principio y la capacidad de negociar con los peronistas divididos.