La Guerra del Acero y Aluminio que desató Donald Trump y la vigencia del Acuerdo de París que pretende evitar que el planeta quede a merced del Cambio Climático, fueron los escenarios geopolíticos que utilizaron Estados Unidos, China y la Unión Europea para ajustar cuentas y tratar de influir en la redacción del documento final que se presentará en la Cumbre del G20 de Buenos Aires.
Los sherpas son diplomáticos de carrera y conocen las reglas del juego, pero no dudaron en presentar sus posiciones sobre los asuntos que más conflictos causarán entre Trump, Xi Jinping y Ángela Merkel, que aún mantiene las riendas de la UE. En Ushuaia no llovió, la comida fue exquisita y los paisajes impactaron entre los funcionarios de altísimo nivel que viajó hasta el Sur del Continente. Sin embargo, la pulseada entre Estados Unidos, China y la UE se mantuvo en el orden del día, y la disputa diplomática continuará hasta que Mauricio Macri cierre la Cumbre del G20.
Los Sherpas son los representantes de todos los miembros activos del G20, y el cónclave en Ushuaia sirvió para avanzar en la redacción del documento final que exhibe los acuerdos y las diferencias que existen entre los países más importantes del planeta. Ese documento final es suscripto por todos los integrantes plenos del G20 y el país anfitrión (Argentina en este caso) tiene la responsabilidad de lograr los consensos necesarios para evitar que este organismo multilateral estalle definitivamente.
Pedro Villagra Delgado es el sherpa argentino. Tiene muchísima experiencia diplomática y una empatía personal que permite transformar una tormenta diplomática en un simple suspiro retórico. No obstante, hay dos temas globales que escapan a su bonhomía y su arte en política exterior: la guerra comercial de Washington contra Beijing y la negativa de Trump de aceptar las normas básicas sobre ecología que establece el Acuerdo de París.
La cumbre de los sherpas tuvo buen tono, se escuchó a los grupos de afinidad, hubo una cena con un menú tradicional y un pintoresco viaje en el Tren del Fin del Mundo. Pero la tensión fue manifiesta cuando Estados Unidos y China plantearon la discusión acerca de las normas que deben regir al comercio internacional.
Europa tampoco estuvo ajena al debate, y los ejes pasaron fundamentalmente por los precios del acero chino –de imposible competencia por sus costos laborales y su escala—y la decisión de Trump de cambiar las reglas de juego e imponer barreras arancelarias con la excusa de preservar la seguridad de los Estados Unidos y fortalecer su lema de campaña: American First.
La discusión geopolítica –con ajustadas formas diplomáticas—también incluyó la vigencia del Acuerdo de París. Este tratado multilateral sobre ecología y sustentabilidad es un legado de Barack Obama, y Trump no duda en rechazar su vigencia. El Presidente de los Estados Unidos está en las antípodas de la agenda internacional de Obama y usa una parte de su tiempo en la Casa Blanca para enterrar el legado de su antecesor demócrata. Ya lo hizo con el Acuerdo de París y ahora quiere repetir esa estrategia con el tratado multilateral que supuestamente desmanteló la carrera nuclear de Irán.
Macri tiene la responsabilidad política sobre la redacción del documento final de la Cumbre del G20 en Buenos Aires. El presidente argentino exhibe buena relación con Trump, Xi y Merkel, y no sufrirá demasiados problemas para lograr que todas las partes suscriban el documento multilateral.
El G20 posee su lógica interna y una voluntad formidable para evitar su propia extinción. No sucedió en Hamburgo, cuando Trump recién llegaba al poder, y Merkel aún brillaba con luz propia. Tampoco sucederá en Buenos Aires: Trump llegará fortalecido, Xi es un maestro en el arte de la diplomacia y Emanuel Macron es aliado de la Casa Blanca y ya comparte liderazgo europeo con la canciller alemana.
Es más fácil manejar el G20 que la cotización del dólar en la Argentina.
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