La ministra de Seguridad nacional, Patricia Bullrich, declaró en un programa de televisión local que Holanda es un "narcoestado" por culpa de la "despenalización", que, según ella, "baja la percepción de riesgo". Las declaraciones generaron controversia en la opinión pública local y la funcionaria tuvo que pedir disculpas este mismo lunes ante el Embajador Martin de la Beij.
La afirmación de Bullrich procede de un informe que, a principios de marzo de 2018, elaboró y publicó la Policía de Holanda, desde donde apuntó a los criminales del negocio ilegal de las drogas, aspecto que no está directamente relacionado con la política de tolerancia al consumo, la tenencia y el comercio minorista que elaboró el Reino de los Países Bajos a comienzos de los '70.
"Holanda presenta muchos de los rasgos de un 'narcoestado". Los pequeños delincuentes de la droga se transforman en ricos empresarios de la hotelería, el mercado inmobiliario y recreativo. El tráfico de estupefacientes prolifera, y con los efectivos actuales solo puede detenerse a uno de cada nueve grupos de criminales del sector", informó el mes pasado el Sindicato Nacional de Policía de ese país en un documento que elevó al Congreso, centrado en la falta de agentes para combatir el comercio de sustancias prohibidas.
El informe, basado en entrevistas con 400 policías del área de investigación, advertía que los agentes afrontan "demasiados problemas" para hacer su trabajo, a pesar de que hace dos años alarmaron sobre el auge de una economía ilegal.
El estudio llegó poco después de un hecho que conmocionó a la sociedad holandesa. Durante enero, Mohamed Bouchikhi, un adolescente de origen marroquí, fue baleado "por error" en un club barrial de Amsterdam. Los atacantes buscaban a otro joven. Y la Policía presumió que se trataba de un ajuste de cuentas entre mafias del negocio de la droga ilegal. Mohamed no tenía nada que ver, pero el balazo lo mató.
"No disponemos de los recursos ni la capacidad para detener a los peces gordos. Y aunque tenemos la responsabilidad moral de perseguirlos, los detectives se sienten abandonados a su suerte. Al final, el pagano es el ciudadano", dijo Jan Struijs, presidente del Sindicato, quien agregó: "En los últimos 30 años, además, los pequeños traficantes holandeses se han convertido en grandes inversores en inmuebles. En definitiva, estos son los rasgos de un narcoestado".
Dentro de Holanda, el informe policial fue tildado de controvertido. Para una parte de la sociedad, la Policía sólo intentó llamar la atención, generar estupor y conseguir más fondos. Para otros, algo de verdad existe, ya que, tal como reportan medios europeos, hay una creciente sensación de inseguridad en ese país.
La Universidad de Groningen dio cuenta en un estudio propio que uno de los factores que incide en la violencia creciente es la particular política del país respecto de la marihuana, ya que el consumo, la tenencia en pocas cantidades (hasta 30 gramos) y la venta minorista están permitidas, pero no su producción y comercialización.
Esto derivó en la creación de un mercado paralelo de abastecimiento; lo que en Holanda llaman el efecto "back door", o "puerta trasera": la forma en que llega el cannabis a los coffee-shops. Por lo tanto, el problema narco no es la despenalización del consumo sino lo que genera la prohibición.
En Instituto Trimbos, principal centro de investigación holandés en la materia, establece que el país es exportador (y consumidor) de éxtasis e importador de cocaína. Un informe de 2016 de la Europol, la policía de la Unión Europea, y del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías consideró que Holanda era el principal núcleo del tráfico de estupefacientes en ese continente; al punto que estimaron que la mayoría del éxtasis que se consume en Europa y Estados Unidos se produce en laboratorios clandestinos en el sur del país.
Uno de los focos de la cuestión es el puerto de Rotterdam. Señalado como la puerta de entrada de las drogas a Europa, especialmente heroína (desde Asia) y cocaína (desde América), tiene 90.000 empleados y mueve 400 millones de toneladas de mercadería por año. Allí, en 2015, un aduanero fue detenido tras haber dejado pasar 3.400 kilos de cocaína. Al año siguiente, otro empleado del puerto fue detenido por blanquear dinero.
En ese contexto, Bullrich tuvo que pedir disculpas este lunes. "Ha presentado formalmente sus disculpas por los comentarios efectuados, las que han sido a su vez aceptadas por el Embajador De la Beij", remarcó el comunicado oficial de la Embajada.
Es que, tras el informe de la Policía holandesa, el ministro de Justicia de ese país, Ferd Grapperhaus, rechazó la acusación de "narcoestado". "Junto con nuestros aliados, trabajamos arduamente para combatir el tráfico internacional de drogas. Por lo tanto, el término 'narcoestado' no es una calificación que yo usaría", dijo, aunque admitió que el Gobierno consideraba necesario invertir en la fuerza policial.
Según los expertos, un narcoestado es un país en el cual las organizaciones criminales influyen en las decisiones de gobierno, como ocurre -u ocurrió- en países como Colombia (donde los carteles financian campañas electorales), Perú (en la relación del ex presidente Alberto Fujimori) o en México.
"No quise ofender al Gobierno de Holanda. Tampoco a la reina Máxima, lo que dije fue para referirme a un tema interno de la Argentina", declaró finalmente Bullrich a la prensa.
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