Emilio Monzó, presidente de la Cámara de Diputados y operador destacado del oficialismo en el Congreso, llamó a Marcos Peña ayer por la tarde, hablaron unos minutos sobre un punto único y acordaron para hoy un encuentro con los referentes parlamentarios de Cambiemos: las tarifas se habían terminado de instalar al tope del temario político.
Elisa Carrió y la UCR ya venían impulsando un camino de rediscusión interna. ¿Qué había ocurrido entre esta convocatoria de Peña y las últimas reuniones mantenidas por funcionarios y las primeras líneas de Cambiemos? Nadie lo duda: con el cortinado de fondo del impacto de las tarifas y la inflación, pesó la señal de la sesión frustrada en Diputados, apenas por un pelo, exactamente al mediodía de ayer, antesala del acotado caceroleo nocturno con eje urbano impulsado por la oposición más dura. Dicho de otra forma: el riesgo de un debate difícil de eludir y los propios reclamos internos moldearon así la agenda de la nueva cita en la Casa Rosada.
Por un lado, entonces, la ofensiva opositora en Diputados, que tiene correlato más moderado en el Senado y en los dos casos exhibe diferencias entre el kirchnerismo, el PJ alineado con sus gobernadores y otras vertientes menos numerosas del peronismo. Y por el otro, las tensiones y debates en el interior del oficialismo.
La oposición fracasó ayer en su primer ensayo para tratar exclusivamente esta cuestión en Diputados. Hubo enojo con lo que calificaron como "maniobras" de Cambiemos para evitar la sesión especial, aunque trascendieron después ciertos pases de facturas por no haber asegurado el quórum: las distintas expresiones opositoras suman alrededor de 150 bancas, bastante más que las 129 presencias necesarias para el debate. Al final, fueron 128 los que se sentaron en el recinto.
De todos modos – y aún con proyectos diferentes-, los distintos sectores de la oposición mostraron en conjunto que están potencialmente en condiciones de imponer el tema. Esa lectura, más allá del alivio parcial por el fracaso de la sesión especial, fue hecha de inmediato por los jefes legislativos del oficialismo. Por la tarde, se levantó una sesión ordinaria destinada centralmente al proyecto de ley de mercados de capitales. Era mejor un respiro. Fue un síntoma de la necesidad oficialista de ajustar su interna, buscar variantes a la defensa cerrada de las subas de tarifas –en especial, el gas- y prepararse para las discusiones que vienen. Monzó transmitió el estado de cosas a Peña.
El debate en sí mismo, antes que la aprobación de un texto en particular, se convirtió en el hecho político significativo. Toda la cuestión tarifaria es un componente central para los planes del Gobierno, en su esquema "gradualista": está vinculado directamente con la necesidad de bajar el déficit, ordenar las cuentas y empezar a trazar un camino descendiente para el endeudamiento. Lo sabe también la oposición: se trata, según los términos usuales, de un nervio estratégico.
Los matices, en todo caso, refieren a consideraciones diferentes sobre la necesidad y el modo de bajar subsidios a los servicios y ajustar tarifas, pero para la oposición peronista, en un sentido amplio, se juegan al mismo tiempo los liderazgos y el tipo de armado político en la perspectiva de la próxima competencia electoral.
El kirchnerismo trabaja sobre la idea de un frente opositor que arrastre al grueso del PJ y sea liderado por Cristina Fernández de Kirchner. La ex presidente y sus representantes en Diputados tuvieron reacción rápida para centrarse en el punto de las tarifas, pero extremaron la propuesta: retrotraer los niveles a valores de fin de 2017 y congelarlos por dos años. El peronismo federal y el massismo, en cambio, buscaron un camino que consideran razonable: dar marcha atrás con los últimos ajustes y rediscutirlos con tope según la variación de otros indicadores, en especial la evolución de los salarios.
En el Senado, el intercambio fue diferente y de menor volumen que en Diputados. La ex presidente insistió con su planteo, pero allí su bloque tiene escaso peso. Miguel Angel Pichetto, jefe del bloque federal y articulador principal de los gobernadores peronistas, aludió a la búsqueda de una baja de la carga impositiva sobre las tarifas.
Pichetto emitió además un mensaje irónico, con implícita referencia a Elisa Carrió, y habló de la necesidad de un debate "abierto por una dirigente de la coalición que a veces hace de oficialista y a veces, de oposición". Como sea, en el Senado quedó allanado el camino para tratar la cuestión en comisión. Todo menos tenso, aunque no recomendable para el descuido oficialista.
Se trata de un frente también atendido desde otras áreas del Gobierno. En parte, en esa dirección apuntaron las más recientes gestiones del ministro Rogelio Frigerio y los contactos de Peña con los gobernadores, aunque el objetivo fue asegurar que el Gobierno nada tuvo que ver con la intervención del PJ dispuesta por la jueza María Romilda Servini y remitir a una cuestión provincial la detención sufrida durante casi dos días por Eduardo Fellner.
Más allá de esas consideraciones, el posicionamiento frente a las tarifas, con planteos diferenciados, está sustentado en el impacto social de las medidas. En medios políticos, es compartida la evaluación que coloca como primer afectado a la clase media en general y a la franja media-baja, en particular. Por supuesto, y en base a las muchas encuestas que circulan, esa puntualización del sector social es atendida de manera especial por su expresión en lo que se domina la opinión pública. Esto, más allá de que en el oficialismo destaquen que está geográficamente expuesto en Capital y Buenos Aires.
En Cambiemos, las inquietudes por el ritmo y volumen de los ajustes tarifarios no son nuevos ni nacieron en el Congreso esta semana. Carrió había sido la primera en advertirlo y ayer mismo insistió con el tema: dijo que era necesario encontrar "una tercera salida que no sea la posición inflexible del Gobierno ni la demagogia de sectores del PJ que han vaciado la Nación durante el kirchnerismo". Después, agradeció a Peña el gesto de la convocatoria interna.
También la UCR, que ya había planteado su posición hace unos días en una cita con la primera línea del Gobierno, terminó de redondear su propuesta, reclamada por el propio presidente en aquella cita. Apuntaría a un esquema de distribución de la carga de los aumentos en todo el año o tarifa plana para evitar el fuerte impacto de los meses de mayor consumo. Lo anticipó el jefe del interbloque, Mario Negri, también con fuertes críticas al kirchnerismo. Carrió y los radicales se cuidaron así de dar un mensaje de debate interno, que exprese sensibilidad política y no deje el terreno público para exclusiva exposición opositora.
Ese tipo de mensajes, y en especial las posiciones de Carrió, provocan reacciones diferentes en el círculo más próximo a Mauricio Macri. En algunos casos, generan incomodidad cuando no malestar, y en otros provoca la sensación de que sirven para descomprimir tensiones políticas y sociales. Algo parecido ocurrió en el difícil y por momentos violento final legislativo del año pasado, cuando el principal debate giraba en torno de la modificación del cálculo de haberes jubilatorios.
Macri avaló la convocatoria al encuentro de hoy, con un límite preciso: que las alternativas a evaluar no afecten el cuadro fiscal proyectado para el año. Nada sencillo, cuando las cuentas son también políticas.