Mauricio Macri repasaba con un par de colaboradores la cantidad de ministros afiliados a la Unión Cívica Radical de su gabinete. Luis Miguel Etchevehere, Oscar Aguad, Gustavo Santos, Nicolás Dujovne -y su viceministro, Rodrigo Pena-, Adolfo Rubinstein y Carlos Vignolo, a cargo del Plan Belgrano. "¿Y cuántos ministros hay que estén afiliados al PRO?", preguntó el jefe de Estado.
Uno de esos colaboradores incluso bromeó con el prontuario de Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad que pasó por varios gobiernos, como el de la Alianza.
"Yo escucho a todos. Pero las decisiones las tomo yo", concluyó Macri, molesto, y miró fijo a sus asesores, según reconstruyó este medio de altas fuentes oficiales.
La tarde anterior, Alfredo Cornejo había deslizado duras críticas al Gobierno en los tradicionales almuerzos del Rotary Club Buenos Aires. "De tanto transmitir esperanza y marketing hoy hay que explicar cosas difíciles de explicar. Pretendemos que la gente entienda con tranquilidad y se abonó en la campaña tremenda esperanza", dijo primero. "El ministro de Energía explica con mucha racionalidad la suba de tarifas pero paralelamente dice que no va a traer sus recursos hasta que no haya credibilidad. Le ha hecho meter la pata a este Gobierno", arremetió minutos más tarde. Y exigió que "el equipo del Presidente" tenga "generosidad para integrar Cambiemos".
El lunes, después de la primera reunión de la mesa política de Cambiemos, el presidente del comité nacional del radicalismo se fue apurado y solo de Casa Rosada mientras dos de los principales dirigentes del PRO –Humberto Schiavoni y Francisco Quintana– y uno de la Coalición Cívica –Maximiliano Ferraro– daban detalles a la prensa del encuentro que minutos antes habían mantenido en el primer piso, y del que participó Macri durante un buen rato.
Ricardo Colombi, un hábil caudillo radical, aportó en ese cónclave su cuota de ironía. "Primero deberíamos definir la candidatura a presidente", tiró el ex gobernador en la mesa que compartía con los referentes del macrismo, de la UCR –Gerardo Morales y Gustavo Valdés, entre otros- y de la CC. Varios rieron. "Ya está el candidato… A menos que pase algo", respondió Marcos Peña, que le siguió el juego al correntino.
Antes de viajar a Lima para participar de la VIII Cumbre de las Américas, el presidente incluso había criticado en privado las declaraciones del gobernador relacionadas con Juan José Aranguren. "En Mendoza la energía vale la mitad que en Chile", cuestionó sin nombrarlo, según confiaron en su entorno. Y volvió a ensayar una cerrada defensa del ministro, eje de duras críticas de propios y extraños. "¿Se creen que me gusta aumentar las tarifas? Más gradual que esto no se puede hacer", insistió.
Las tensiones entre el PRO y los radicales no son nuevas. Pero se empezaron a agudizar de cara al 2019. La molestia de Macri con el radicalismo es mucho más profunda cuando se centra en la figura del gobernador mendocino, que el pasado fin de semana había vuelto a reclamar más equilibrio en la fórmula presidencial del próximo año durante un encuentro del comité nacional de la UCR.
Hay quienes creen en el Gobierno que la tensión que rodea a Cornejo está más vinculada a su situación provincial que al radicalismo nacional.
Los cortocircuitos, sin embargo, atraviesan a la coalición de gobierno y vuelven a posar la lupa sobre la mesa chica del poder, en la que Macri toma sus decisiones y en la que resalta la figura de Peña.
No hay ninguna figura del radicalismo que influya en la toma de decisiones del jefe de Estado. Enrique Nosiglia ya no tiene acceso a la intimidad presidencial. Al menos no como en tiempos pasados. Ernesto Sanz fue invitado a alejarse: se lo señala al jefe de Gabinete como uno de los principales autores intelectuales de esa decisión.
La mesa de "coordinación de gobierno", que se reúne todas las mañanas en torno a Macri, está integrada casi siempre por Peña, Rogelio Frigerio, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui. Si se tratan cuestiones parlamentarias puede acceder Mario Negri.
Nicolás Caputo, el más íntimo de los amigos del Presidente -cónsul de Singapur en nuestro país, objetado por el kirchnerismo- quedó relegado al rol de amigo: "Nicky" ya no tiene la ascendencia que supo amasar durante los ocho años de Macri en la ciudad de Buenos Aires. El empresario fue el principal arquitecto financiero y político de su carrera presidencial.
Carlos Grosso sí tiene un lugar para nada despreciable como consejero externo del jefe de Estado. El ex intendente menemista todavía le escribe a Macri un correo electrónico casi todas las noches. Logró meterle su impronta al discurso del 1º de marzo de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso. Quienes lo frecuentan cuentan que está obsesionado con la comunicación y con la Big Data, una de las herramientas esenciales de la estrategia de marketing del PRO. Ministros y dirigentes macristas desfilan por sus oficinas de Puerto Madero. Uno de los últimos fue Guillermo Dietrich antes de un viaje que el dirigente peronista emprendió por los Estados Unidos. Cerca de Grosso juran que hay un "sobreestimado interés" por su rol.
Pero el principal dilema en la cúpula del poder es Elisa Carrió. "Tenemos que llegar al 2019", se sincera uno de los ministros nacionales con mayor acceso al entorno presidencial. Es otra de las críticas de la UCR. "¿Por qué Carrió puede decir lo que quiera y nosotros no?", se preguntan.
La relación entre la líder de la Coalición Cívica y la Casa Rosada está atravesada desde hace tiempo por la bipolaridad. Azuzada por los tropiezos económicos, los aumentos de tarifas -la diputada volvió a criticarlos hace una semana- y la creciente sucesión de irregularidades y conflictos de intereses, en los que Carrió llamativamente no hace hincapié y que Macri increíblemente subestima. "Lilita" es selectiva.
La gestión gradualista y aún deslucida de Macri también adelanta las internas por la sucesión, en caso de que el Presidente sea reelecto el próximo año. Es la tensión silenciosa pero latente que rodea a la mesa chica del poder, en la que se sientan Peña, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta.
El jefe de Gobierno porteño envió a la Legislatura el Código Electoral que, de ser aprobado, le permite unificar el calendario electoral del 2019. Pero impulsa el voto electrónico. De ser así, Rodríguez Larreta podría buscar la reelección el año próximo descolgado de la boleta de Macri. Una decisión política y a la vez simbólica.
Si Macri es reelecto, habrá que prestarle atención a ese trío a partir de ese momento. En las últimas semanas circularon en Casa Rosada versiones de una comida entre Peña y el sacerdote Rodrigo Zarazaga en la que el jefe de Gabinete habló durante un buen rato sobre el jefe de Gobierno porteño.