Carlos Martínez se apura en contestar.
—No es una traición. No soy veleta. Tengo mis principios— dice sin respiro del otro lado del teléfono.
Sabe de su recorrido pendular.
Sabe que trabajar para el gobierno de Mauricio Macri después de años de hacerlo fielmente para Guillermo Moreno traerá ruido.
Sabe que su ex jefe dice de su nuevo jefe que es "rentista-oligarca", "un oligarca que le gusta matar", "un bestia descerebrado", por citar apenas algunas de sus últimas y polémicas frases.
Pero nada, absolutamente nada, ni siquiera aquella vieja relación con el ex secretario de Comercio, lo inhibió para asumir un cargo bajo el paraguas de la Secretaría General de la Presidencia de la Nación.
"Moreno es un buen tipo. Y es el tipo más honesto que conocí. Siempre me defendió", arranca un elogio encendido. "Pero no voy a ser el primer peronista que voy a trabajar para el gobierno de Macri", se cubre.
Entonces repasa viejos laderos justicialistas del mandatario, como Diego Santilli y Cristian Ritondo, sin reparar en que ambos son de la primera hora y que ninguno fue del staff del ex secretario de Comercio.
Martínez trabaja en la órbita de la Dirección de la Agrupación Aérea. El titular de esta dependencia, Roberto Arostegui, fue el que elaboró uno de los informes que le recomienda a Macri no viajar en vuelos comerciales por razones de seguridad.
El ex empleado de Moreno se ocupa de la atención al pasajero, de controlar todo lo relacionado al servicio de abordo. Y la pregunta del millón es cómo una personas que manejaba los hilos del Mercado Central pasa a ocuparse de los legajos de la flota presidencial de aviones y helicópteros.
La respuesta está en el propio derrotero de Martínez, que en los '90 se convirtió en el tripulante de cabina del Tango 01. Venía de trabajar, como técnico mecánico, en Líneas Aéreas del Estado (LADE), y con poco más de veinte años estrechó fuertes lazos con Carlos Menem, cumpliendo, obediente, todos los recados del entonces secretario-valet Ramón Hernández.
El Tango 01 fue la puerta de entrada al peronismo, partido al que se terminó afiliando, y gracias a su puesto trabó amistad con ministros, legisladores y empresarios. Esa red de contactos lo acercó a Julio De Vido.
En el 2004, el jefe de la cartera de Planificación durante el kirchnerismo lo nombró gerente ad honorem de Líneas Aéreas Federales Sociedad Anónima (Lafsa), creada por el Estado e integrada por los empleados de las quebradas LAPA y Dinar.
No llamó la atención en el ejercicio del cargo si no fuera porque Lafsa nunca realizó un vuelo y, en consecuencia, nunca tuvo pasajeros. Por entonces, Martínez se ocupaba simultáneamente de volar como auxiliar de abordo en Southern Winds.
Sus interlocutores habituales eran el secretario de Transporte, Ricardo Jaime, quien alguna vez le pidió su colaboración por el desembarco de LAN en el país, y el ex gobernador mendocino Rodolfo Gabrielli, quien tomó por entonces los hilos de la Administración Nacional de la Aviación Comercial (Anac).
Tenías, además, buen trato con Nicolás Scioli, con quien compartía el directorio de Lafsa, y su hermano Daniel, a quien le debe su cambio de actividad. "Cuando era candidato a gobernador me llama y me pide que lo ayude. Y me dice que ya era tiempo de que me baje del avión", relata a Infobae.
El 28 de diciembre de 2007, Martínez viaja de su casa, en el barrio porteño de Saavedra, hasta La Plata, donde Scioli lo convierte en director del Mercado Central en representación de la provincia de Buenos Aires. Había estudiado aviación comercial pero su futuro estaba entre las frutas y las verduras.
Se sentía en la gloria. "A Menem lo amo como persona y a Scioli lo adoro como amigo", confiesa sin cabildeos. El 4 de enero de 2008, apenas unos días después de ese nombramiento, llega con la anuencia de Moreno a la presidencia del Mercado Central, cargo que mantendrá hasta fines del 2015.
Fueron siete años con el omnipresente ex secretario de Comercio como su jefe directo. Siete años en el que se encendieron luces de alarma, como cuando promovió "Mil Columnas", una megaferia-shopping en el Mercado Central, el centro comercial más grande de América Latina que nunca prosperó.
Durante su gestión, Martínez también tuvo un fuerte conflicto con su vice, Alberto Samid, el Rey de la Carne, por la instalación de una sede del Mercado Central en La Plata, y una sorda disputa con el "pingüino" Fabián Dragone, el entonces delegado nacional, por hacer ingresar a la dependencia a enviados del ex hombre fuerte de la SIDE Francisco "Paco" Larcher.
Sin embargo, el episodio que más lo atormentó ocurrió en sede judicial. En 2016, fue procesado junto a Moreno, Dragone y Guillermo Cosentino, gerente general de la Corporación Mercado Central, por el reparto de cotillón, globos y pancartas ramplonas anti-Clarín en diversos actos públicos.
Fueron acusados del delito de incitación a la violencia colectiva y malversación de caudales públicos. De acuerdo al fallo judicial, Moreno y compañía usaron "más de 180 pesos provenientes del erario público para adquirir material de propaganda", en contraposición con los fines que fueran encomendados a la entidad.
"Es verdad, estuve procesado, pero es el mismo Grupo Clarín el que me absuelve. Declaré durante tres horas. Yo no tuve nada que ver con eso", se excusa, olvidándose de sus contumaces posiciones.
—Después de trabajar tantos años codo a codo con Moreno, quien es muy pero muy crítico de Macri, ¿no le incomoda trabajar en el Gobierno?
—Yo no cambié.
—¿Y eso qué significa?
—Ahora soy un empleado administrativo. No me tortura. Yo no fui un militante furioso. A mí no me conoce nadie. Nunca fui a aplaudir a Cristina y con Moreno estuve en un acto, por Malvinas, no mucho más. Lo mío es el perfil bajo.
—Pero más allá del perfil, usted militó con ellos, que tienen una mirada de la realidad totalmente opuesta a la que tiene Macri.
—Podemos pensar diferente. Hay cosas que puedo compartir con Macri y otras que no. Pero puedo colaborar.
—¿No tiene miedo a que lo tilden de traidor?
—En todo este tiempo, desde que dejé el Marcado Central, sufrí el despoder. No estaba bien anímicamente. Y no soy traidor porque, la verdad, es que yo ahora no me siento identificado con nadie y estoy cerca de jubilarme. Y por eso decidí volver. Estoy contento y feliz con lo que hago como empleado porque lo hago con pasión.