De pronto, el insólito sobresueldo que reciben senadores y diputados mediante el canje de pasajes, alimentado desde hace décadas con esmero por las principales fuerzas políticas, parecería haber comenzado a darle algo de vergüenza a sus propios protagonistas.
Pero no habría que apresurarse. La solución que se cuece por estas horas con destreza en los principales despachos del Congreso puede terminar siendo un homenaje a Giuseppe di Lampedusa, aquel escritor italiano que sintetizó como nadie en "El Gatopardo" la destreza de una casta gobernante para cambiar algo y que todo siga igual.
No sería sorpresa.
En noviembre de 2016, tras el repudio generalizado por el "dietazo" en el Congreso, Emilio Monzó decidió dar marcha atrás con el aumento de más del 100% que había dispuesto en el monto que los diputados cobraban por gastos de representación y canje de pasajes. Infobae publicó por entonces su primera nota sobre el tema en la que se mostraba cómo la idea original de facilitar el traslado a Buenos Aires de los legisladores del interior se había ido distorsionando a lo largo del tiempo hasta transformarse en un obsceno festival en el que circulaban pasajes sin control y dinero en efectivo para legisladores y empleados administrativos.
Pero ya se vislumbraba -como se contó allí- que no parecía haber una convicción de fondo por parte del nuevo gobierno de acabar con el asunto. Es que mientras Monzó anunciaba su repliegue táctico, Gabriela Michetti triplicaba el valor del canje de los pasajes de avión en el Senado. Unos meses más tarde, cuando bajaron las aguas de la presión pública, el presidente de la Cámara de Diputados firmó la resolución 498/17 para aumentar un 107% el valor del canje en Diputados. La carrera no se detuvo. El Senado, siempre más osado, fue elevando el monto del canje hasta llevarlo hoy a casi siete veces lo que era cuando asumió Mauricio Macri la Presidencia.
Al contrario de la versión que intentaron instalar algunos voceros del oficialismo, los sobresueldos del festival del canje no se redujeron durante la gestión de Cambiemos. Ni siquiera se mantuvieron igual. Crecieron y mucho, ganándole por lejos a la inflación.
Hoy, los diputados que canjean todos sus pasajes se llevan un adicional de 40 mil pesos o más de cuatro salarios mínimos. En tanto los senadores embolsan más de 70 mil pesos o cuatro salarios promedio de un docente argentino.
Todo esto se hizo fuera de la mirada pública. Los registros sobre los pasajes que usa cada legislador y los que canjea por efectivo no se publican en ningún lado. Cuando Infobae presentó a comienzos de 2017 sendas solicitudes de Acceso a la Información Pública en ambas Cámaras, ocurrió algo extraño. Vencido el plazo para otorgar la información, los funcionarios de máximo confianza de Michetti y Monzó y administradores del sistema, Helio Rebot y Guillermo Bardón, convocaron a este cronista a reuniones por separado pero con discursos casi calcados: contaron las medidas que venían tomando para deshacer diversos nichos de corrupción, incluyendo la reventa de los pasajes, pero cada uno recomendó enfocar la atención en la otra cámara "donde todo es mucho peor".
Lo más curioso fue que ambos defendieron como un logro el aumento en la cantidad de pasajes canjeados. El argumento era que resulta menos oneroso para el presupuesto de la Cámara pagar ese trueque a los legisladores que lo que cobran las líneas aéreas por cada pasaje utilizado. Ante la consulta lógica de por qué no se optaba por el ahorro más profundo y sincero de pasaje que no se utiliza tampoco se canjea, la respuesta fue que ese era un "objetivo a largo plazo" pero que Cambiemos, todavía en minoría, necesitaba votos para sacar leyes claves y no podía arrasar con una tradición tan arraigada en el Parlamento.
Ambos prometieron entregar la información solicitada, pero nunca cumplieron. Los datos permanecieron bajo siete llaves. Con todo, Infobae siguió publicando notas con información de los expedientes individuales de los canjes que se iban tramitando en el Senado y que mostraban los centenares de miles de pesos que se llevaban en sobresueldos radicales, macristas y peronistas.
Finalmente, y tras presentar un amparo en la Justicia, la Fundación Directorio Legislativo logró acceder a los datos de canje de pasajes en la Cámara baja de 2015, 2016 y 2017 que este medio publicó en exclusiva el domingo 25 de marzo. La conmoción fue mayúscula. Por primera vez quedó expuesto en toda su dimensión el beneficio amplio, transversal y sin grietas de los sobresueldos y un ranking que ubicaba entre los más canjeadores a figuras de la Cámara baja como Elisa Carrió, Nilda Garré, el propio Monzó, Héctor Recalde y Juliana Di Tullio, entre otros. También se destacó un insólito subgrupo: el de los diputados que habían asumido el 10 de diciembre y se apresuraron a canjear pasajes antes de fin de año, como Fernando Iglesias, Daniel Scioli, Martín Lousteau o Gabriela Cerruti.
Durante la semana pasada, los medios del interior del país aprovecharon la lista completa publicada por Infobae para pedirles explicaciones a los diputados de sus distritos. La indignación tomó así dimensión nacional.
La mayoría de los legisladores guardó silencio. Alguno reconoció que utilizaba el dinero para diferentes tipos de dádivas como parte de su actividad política, otro se apuró a donar lo mismo que se había apurado a cobrar y otros más reconocieron que había que cambiar el sistema pero descargaron las culpas en la resistencia de porteños y bonaerenses, al tope de la lista de canjeadores.
Hasta que finalmente, en una entrevista con una radio rosarina, Mauricio Macri fue consultado por el tema. Su respuesta tuvo dos caras. Primero admitió que el mecanismo "no está bien", que parece "querer disfrazar una cosa por otra" y pidió "no subestimar a los argentinos". Hasta aquí, el Presidente parecía sugerir derogar sin más este oprobio. Pero enseguida abrió una polémica ventana de salida: "Si los diputados creen que su salario no es suficiente, tienen que blanquear la necesidad de tener uno mejor".
¿Ante quién deben blanquear su necesidad de un mejor sueldo? Ante ellos mismos, claro, que fueron los que crearon el festival del canje que se mantuvo por décadas mientras permaneció fuera del escrutinio público. Y ya sabemos que los legisladores tienen una estima muy alta sobre su labor a la que perciben mal remunerada. No importa que los $ 100 mil netos por mes que se llevan entre dieta y gastos de representación los diputados y los $ 140 mil que reciben los senadores los ubiquen con comodidad en el 5 por ciento de mejores ingresos del país. Ellos, como los ministros del Ejecutivo, se comparan con los CEO más poderosos. Y se sienten unos miserables. Para calmar tanta pena es que canjean los pasajes y logran mejorar algo sus magros salarios.
Pero tienen una suerte que no tienen otros miles que sienten que el dinero no les alcanza. Sólo deben ponerse de acuerdo entre ellos para aumentar su ingreso.
Por eso, los borradores que ya circulan en el Congreso para derogar el festival de pasajes estipulan su remplazo por distintos tipos de compensaciones por movilidad para que buena parte de lo que hoy se llevan los legisladores por canje lo sigan percibiendo de otro modo.
Mientras el gobierno habla de racionalizar el gasto del Estado y ruega a los trabajadores de salarios más bajos moderar sus reclamos y aceptar paritarias cercanas al 15%, ¿derogarán los senadores y diputados el sobresueldo del que gozan sin más? ¿O le harán un homenaje a Lampedusa?