El martes, Guillermo Pérez Roisinblit recibió la notificación de que otro apropiador había solicitado el beneficio de prisión domiciliaria. Esta vez era el suyo y además adelantaba en el escrito que intentaría reclamar que se contabilicen, a su favor, dos años por uno, el tiempo que lleva en prisión con sentencia no firme. Sintió malhumor toda la semana, se descompuso y empezó a dormir mal. El sábado no pudo más y se sentó a escribir un hilo de tuits que el domingo fue lo más leído en la red social y que lo llevó este lunes a estar sentado en el centro de una conferencia de prensa, por primera vez, junto con Estela de Carlotto y su abuela, Rosa Roisinblit, presidenta y vice de Abuelas de Plaza de Mayo, respectivamente.
No dijo nada que no hubiera declarado ante la Justicia en 2016, cuando se sentó frente al tribunal que condenó al agente civil de la Fuerza Aérea Francisco Gómez, su apropiador, por el secuestro de sus padres en la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA), en Morón. El agente de inteligencia ya cumplió una condena a siete años y medio por el delito de sustracción de un menor, robo de su identidad y apropiación. Un menor, Guillermo, que el 16 de mayo de 2016, con 38 años y un metro 80 de estatura, relató visiblemente vulnerable una serie de abusos que sufrió junto a Dora, su apropiadora. Gómez lo miraba sentado como acusado en aquella audiencia.
Guillermo es nieto de Rosa Roisinblit, hermano de Mariana Eva (a quien los captores de sus padres dejaron con un familiar) e hijo de Patricia Roisinblit y de José Pérez Rojo, secuestrados y desaparecidos en octubre de 1978.
Guillermo se dice un "privilegiado": de Riba lo llevaron a la ex ESMA y fue uno de los pocos bebés que nacieron en el sótano del casino de oficiales y tuvo "cuarto privado", una piecita de dos metros por uno y medio entre el pañol y el espacio conocido como "capucha", un lugar al que no le gusta ir, pero que cuando va se queda tratando de imaginar a su madre.
Sabe que estuvo allí porque hay testigos vivos. Hacía tanto calor que de a ratos los marinos dejaban la puerta abierta y otros detenidos desaparecidos lo veían con su mamá cuando iban o volvían de cumplir tareas por orden de los jefes de la Armada. Tres días fue el tiempo en que, a mediados de noviembre de 1978, Guillermo estuvo con su madre, antes de que lo entregaran a Gómez y a Teodora, su mujer.
—¿Tenés miedo?
—Sí. Tengo miedo. Varias cosas me dan miedo. Todo tiene que ver con esto, con lo que me pasó y con Francisco. Por empezar, la amenaza que me hizo hace más de diez años. Me amenazó solo porque yo había ido a Abuelas a averiguar mi origen, cuando estaba detenido solamente por mi apropiación. Me dijo que no iba a estar toda la vida preso y que cuando saliera me iba a pegar un tiro en la frente a mí, otro a mi hermana y otro a mi abuela. Ahí yo era víctima, era el proceso judicial viejo, estaba escrito, ni siquiera declaré. Con mi declaración del año 2013, a los cuatro días que yo declaré, quedó detenido, lo fue a buscar la Interpol a la casa. Está detenido desde abril de 2013 y afrontó un juicio en el que fui querellante. Hay una diferencia de ser víctima a querellante. ¿Qué puede estar esperando hacerme ahora? Y la otra cuestión es que de la RIBA, de 30 agentes que consta que hubo allí, solamente dos están detenidos, (el jefe) Luis Trillo y Gómez. ¿Y el resto? ¿Dónde está? Ni siquiera hay un expediente para averiguaciones. Eso también me da miedo. Yo sé que la muerte nos va a tocar a todos, y yo ya tengo 40 años de sobrevida después de lo que pasó en la ESMA, pero el miedo mío es por los demás, por los míos…
—¿Cuándo viste por última vez a Gómez?
—La última vez que lo vi fue el 23 de diciembre del año 2003. Era sábado. Ese día fue el día en que me amenazó. Lo encontré alcoholizado mientras estaba detenido en una dependencia de la Fuerza Aérea.
Guillermo tenía veintiún años cuando una joven apenas mayor que él entró al negocio donde trabajaba y le pidió hablar. Estaba ocupado. No podía hablar, se excusó. Entonces Mariana tomó un papel, escribió algo y lo puso entre las páginas de un libro que contaba los casos de los nietos restituidos y de los aún desaparecidos y se lo dejó. Guillermo abrió el libro, vio la foto de sus padres y leyó el papel: "Soy hija de desaparecidos. Estoy buscando a mi hermano. Creo que podrías ser vos". Guillermo desanduvo sus pasos y le pidió a Mariana que lo esperara. Un rato después hablaban sentados en un bar.
—¿Por qué contaste tu historia a través de esos tuits? ¿Qué querés pedir o conseguir?
—Por la nueva Ley de Víctimas, algo que hay que resaltar, me tienen que notificar primero y además tengo derecho a ser oído en audiencia antes de que el tribunal tome una decisión. Yo pido que se me escuche.
—¿Que se escuche tu pedido de que Gómez no tenga arresto domiciliario?, ¿por qué?
—Primero porque el incidente que presenta su abogado está plagado de subjetividades y no se condice con ninguna medida probatoria. Estamos hablando de malestares intestinales, EPOC y alguna que otra pérdida de equilibrio no acompañada por ninguna pericia ni nada. Está el beneficio de que a un recluso se le otorgue el arresto domiciliario, pero no es obligatorio concederlo para el Poder Judicial, más allá de que Gómez tiene 72 años. Yo conozco qué clase de persona violenta puede llegar a ser. Yo lo he vivido, lo he visto, más allá de que a mí no me levantó la mano, aunque me llevó secuestrado tres días.
—¿Te secuestró tres días?
—Me secuestró tres días solamente para aleccionar a su ex mujer. Me llevó a otro lugar y me tuvo ahí tres días. Tenía unos cuatro años, me llevó a casa de su hermana, que fue quien después nos ayudó a escapar. No tiene ningún tipo de reparo…
—¿Te escapaste con Dora, tu apropiadora?
—La hermana de Gómez nos ayudó a Dora y a mí a escaparnos de él. Nos ayudó a escaparnos de su propio hermano. Nos fuimos con Dora a San Luis y allá también nos encontró, porque había una maquinaria que no se desactivó. Estoy seguro de que me encontraba con la inscripción al Consejo de Educación. Yo siempre iba a la escuela. Hice la primaria en cinco escuelas distintas porque vivíamos escapándonos de él. Nos escapamos varias veces, pero Dora tuvo que volver con él por amenazas. Una vez nos escapamos a José C. Paz y él me encontró a la salida de la escuela. Yo me volví y le pedí a la señorita que fuera a buscar a Dora, imaginate el miedo que le tenía… Pero tuvimos que volver a la casa porque amenazó a Dora con hacerme algo a mí. Dora tuvo que dejarme en casa y tuvo que buscar toda la ropa que nos habíamos llevado. Ese mismo día él hizo un escándalo y rayó todos los muebles a punta de cuchilla. Vi cómo le ponía un cuchillo en el pecho a Dora.
—¿Ella alguna vez lo denunció?
—Sí. Pero en el momento de su divorcio, que fue uno de los primeros, cuando el abogado de Dora pidió información a la comisaría 1.ª de José C. Paz, la denuncia no apareció. ¡Desapareció la denuncia! ¿Te parece extraño? Era el año 1987. Sí hay vecinos que fueron testigos de golpizas y que hasta llamaron a la policía.
—¿Lo creés capaz de concretar la amenaza que te hizo?
—Yo lo vi desenfundar una escopeta y apuntarle a la cabeza a Dora. Lo hizo delante mío. Yo vi cómo la dejó sangrando… lo vi romper casi todos los muebles de casa…
—Entonces cuando tu hermana Mariana te encontró a partir de una denuncia anónima y después cuando se constató tu identidad, ¿fue un alivio?
—No. No fue necesariamente un alivio porque la verdad es que yo no estaba buscando. Pero hoy a la distancia pienso que sí, yo no quería ser hijo de él. De hecho me acuerdo haberle preguntado a Dora si ella había engañado a Francisco, porque yo era bastante diferente físicamente. Ella se ofendió y no me contestó. También durante mucho tiempo lo perseguí para tener una figura paterna. Terminé estudiando en la Primera Brigada Aérea de Palomar para que me diera un poco de bola.
Guillermo dice: "A medida que iba creciendo me iba pareciendo a mi papá, al que él vio cómo torturaban". Incluso Gómez se lo relató y le contó que sacaba a pasear a su mamá "para que estirara las piernas". "Alega que se quedó conmigo porque le hizo una promesa a mi mamá. Según él, mi mamá, desesperada, le pidió: 'Prometeme Francisco que si a mí me pasa algo vos te vas a quedar con el nene'. Imaginate lo que ella temía para pedirle a alguien como él que me cuidara". Guillermo, que se quedó con el nombre que le pusieron sus apropiadores y se agregó en segundo lugar el nombre Rodolfo, que había elegido su madre Patricia, no le cree. "La Fuerza Aérea sabía perfectamente dónde vivían mis abuelas, dónde habían dejado a Mariana, y mi mamá logró comunicarse dos veces desde la RIBA con mi abuela Rosa, sabían dónde dejarme", agrega.
A veces, cuando Guillermo era un niño, Gómez lo llevaba con él a la RIBA en Morón, y a veces lo insultaba y le decía "judío". Después de 2000, a pesar de haberse hecho por propia voluntad los exámenes de sangre para comprobar que era Pérez Roisinblit y no hijo de Gómez, le costó asumir la verdad. "Estaba con una negación terrible, no quería saber nada nada con mi historia. Una pizca de cómo me sentía se ve en la nota que di a La Nación en 2001, cuyo título fue 'Quiero ser hijo de mis padres, no de gente que no conocí'. Tenía una negación profunda", recuerda ahora que piensa distinto. Por eso compañeros de armas de Gómez le dijeron que era parecido físicamente a su padre biológico, y agrega: "Me recordaron el aguante que tenía en las torturas".
—¿Qué le pedís al Tribunal Oral Federal 5?
—Al TOF Número 5 que tiene a Alfredo Ruiz Paz como presidente le digo que no están en la obligación de concederle prisión domiciliaria, que analicen con minuciosidad el pedido y que si no es estrictamente necesario, que las afecciones que tiene sean tratadas por el sistema penitenciario. Hay otro detalle, Gómez nunca mostró ningún tipo de arrepentimiento ni colaboró con la Justicia y ni siquiera conmigo. Mi pedido era básico, él me dijo que a mi mamá la conoció, que la sacó a pasear, que le dio de comer y que vio cómo torturaban a mi papá. Lo único que quiero saber es dónde están, qué pasó con mis padres. Se lo pedí y me lo debe. Uno quiere perdonar, pero no ayudan. Uno quiere ser humanitario, pero no ayudan. ¿Cómo voy a tener ganas de que una persona que ni siquiera me dice eso tenga arresto domiciliario? Que cumpla la condena efectiva como corresponde, ni más ni menos. Ya la primera condena la pasó como en una especie de retiro espiritual.
En la conferencia de prensa una periodista le preguntó si aceptaría custodia policial. Guillermo respondió que sí porque tiene miedo. Pero repreguntó:
—¿Por qué yo que soy la víctima tendría que ser custodiado y no él?
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