José Natanson es director editorial de Le Monde Diplomátique. Pertenece a un nutrido grupo de intelectuales y periodistas del campo progresista que, asombrados por el ascenso de Mauricio Macri, se hacen preguntas sobre cómo ocurrió la consolidación de su proyecto como opción de gobierno. Y en esa mirada retrospectiva insiste en esquivar los lugares comunes del "círculo rojo" opositor, que busca similitudes en Cambiemos con la última dictadura militar, la explicación del éxito al puro marketing político y el cansancio en torno a las denuncias de corrupción del kirchnerismo.
Ni uno ni lo otro. La llegada de Macri al poder, sostiene, refleja modificaciones profundas en la sociedad y sus tendencias.
Politólogo de formación, y con 20 años de ejercicio en el periodismo, Natanson (42) publicó recientemente su último ensayo "¿Por qué? La rápida agonía de la Argentina kirchnerista y la brutal eficacia de una nueva derecha (Siglo XXI). En diálogo con Infobae, a poco más de dos años de iniciarse el ciclo de Cambiemos, el ensayista definió:"Macri demostró que ejerce el poder como se suele ejercer el poder en Argentina. De una manera decidida, sin medias tintas".
— Una de las primeras consignas que abordás en tu libro es el de la rápida agonía de la "Argentina kirchnerista", tras la victoria de Macri en 2015. ¿Por qué considerás que esa Argentina terminó y a qué se debe?
— Lo que intento pensar es el ascenso del macrismo, su consolidación y su eficacia política y me parecía que había que contar el declive kirchnerista. Le puse el título al libro la "rápida agonía" parafraseando un libro clásico del historiador Halperín Donghi (La lenta agonía de la Argentina peronista) porque me parecía que el kirchnerismo, al que considero un movimiento político que produjo una serie de reformas muy profundas y estructurales – en general muy positivas-, se había ido desmoronando muy rápidamente. Creo que fue un proceso que empezó con el el 54 % de los votos en 2011. Ese día, un sector dominante del kirchnerismo "malentendió" el resultado al considerarlo como un dato tallado en piedra, cuando era una realidad social contingente. Por eso digo que para entender el macrismo, hay que entender al kirchnerismo.
— ¿Cuáles de esas "transformaciones estructurales" de la gestión anterior siguen en pie?
— La política es relacional, hay que mirarla en espejo, nadie está nadando solo en un mar vacío. Una de las promesas de fe continuista que hizo el macrismo fue la de sostener las grandes conquistas sociales del kirchnerismo como la AUH, o que las empresas estatizadas iban a permanecer bajo control del Estado. No sé si fue contra su voluntad o su instinto, pero Macri se vio obligado y comprometido a sostenerlas después de ajustes, consejos y cambios. Me parece que hay continuidades entre los dos ciclos políticos que ninguno de los dos admite. Obviamente son gestiones muy diferentes, pero hay algo del kirchnerismo que sobrevive en el macrismo, y hay algo del macrismo que también está en el kirchnerismo.
— Algunos intelectuales consideran que la llegada del gobierno kirchnerista fue un "accidente" o una "anomalía" que no se veía venir. ¿Se puede decir lo mismo sobre el macrismo?
— Lo que creo es que hubo una enorme subestimación al macrismo. Me tomé el trabajo de revisar lo que decían los diarios antes de que Macri ganara por primera vez el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Los analistas del "país político" coincidían en que era imposible que ganara un empresario hijo de la patria contratista. Decían que pasó parte de su juventud en las fiestas del jet set de Punta del Este, que hablaba con la fonética inconfudible de las clases altas de Barrio Norte, y que una persona de esas características no podía gobernar una ciudad como Buenos Aires: culta, progresista y de clase media. Sin embargo reeligió y decidió que su heredero sea Rodríguez Larreta, en contra de la opinión de Gabriela Michetti. Después dijeron que Argentina no era la Capital Federal y que Macri no entiende el conurbano y el noroeste; y ganó las presidenciales. Luego dijeron que no iba a poder gobernar. El proceso de subestimación llegó hasta el 2017, y hoy ya no hay manera de subestimar a Macri y su elenco. No creo que su gobierno sea un accidente, sino el resultado de un proceso histórico que tiene inicio en la crisis de 2001. Mucha gente, por distintos motivos, no quería verlo.
— ¿Por qué Macri logró esa "gobernabilidad"? ¿Se trata de una astucia del equipo de gobierno de Macri o bien de una forma de hacer política que permanece en el tiempo, independientemente de los partidos?
— Es doloroso decirlo, pero Macri entendió algunas cosas de la sociedad que las explotó mejor que un montón de políticos profesionales. Entendió, por ejemplo, que hay una demanda de igualdad de oportunidades, una idea muy del liberalismo político que sostienen filósofos como Amartya Sen o John Rawls. La igualdad de oportunidades es una línea de largada equitativa que, principalmente a través de la educación pública, pone a la gente a competir para que cada uno, de acuerdo a su esfuerzo, se llegue a un lugar u otro. No es una pavada ni un invento de Macri, es algo que está presente en la sociedad y que conecta con nuestra memoria inmigrante, con la idea de que nuestros abuelos o bisabuelos llegaron con una mano adelante y otra detrás, y que gracias a su esfuerzo son hoy doctores y arquitectos.
Otra idea de que el macrismo trabaja mucho son los valores posmateriales. Muchos tienen resueltas sus necesidades básicas de supervivencia, vestido, comida, trabajo y transporte. ¿En qué piensan? En la autorrealización personal, en "trabajar de lo que le gusta", en el ocio, en disfrutar de la familia, en el deporte. A mí me parecen pavadas el "menú vegano" de la Casa Rosada, la "Ciudad Verde", o esta manía que tienen con el running, pero eso está conectando con ese sector de la sociedad.
— ¿Creés que el macrismo seguirá explotando la idea de confrontación con el kirchnerismo?
— El antikirchnerismo es hoy la identidad más fuerte de la Argentina. El macrismo trabajó eficazmente sobre eso y parte de su campaña se sostiene en esa minoría intensa antikirchnerista muy ferviente y ruidosa, y que desde mi punto de vista es muy destructiva. Macri no es solo eso, porque si no el presidente sería Elisa Carrió. Hay un centro veleidoso más oscilante, que quizás estaba cansado del Impuesto a las Ganancias o que pensaba que era el momento de cambiar, con el que logró conectar.
— Conectó con las mayorías "silenciosas"…
— Durán Barba es el gran teórico de las mayorías despolitizadas. Para el libro hablé con los principales dirigentes e ideólogos del macrismo y ellos creen que el "círculo rojo", o lo que la ciencia política universal llama la "élite", tiene el voto decidido. Entonces lo que hay que pelear es el voto de las mayorías apolíticas o despolitizadas. Están pensando en ellas cuando dicen que hay que "bajar el volumen de la voz presidencial", para contrastar con la cadena nacional de Cristina. María Eugenia Vidal usa mucho la segunda persona del singular, el "yo te hablo a vos"; no le habla a los "trabajadores argentinos" o al "pueblo". Ese vínculo bilateral entre el funcionario e individuo lo trabajan mucho, y el timbreo es parte de eso. Es lo opuesto al acto de masas en Plaza de Mayo.
— Al contrario, se proponen confrontar directamente con las "mayorías movilizadas", con los piquetes y los sindicatos.
— Sí, aunque en realidad son "minorías movilizadas". Los que se movilizan son siempre minorías, que no quiere decir que no tengan importancia. El macrismo es muy desdeñoso de la construcción colectiva. No piensa la política en términos de asamblea, sindicato, partido político, pueblo, sino como una relación bilateral mediada por los medios de comunicación pero sobre todo por las redes sociales. Para ellos, como para Margaret Thatcher, la sociedad es una agregación de individuos, es decir, "no existe la sociedad". Creo que, al tomar esto, se pierden cosas en el camino. Cuando vas a un acto del 24 de marzo y hay 400 mil personas no hay "individuos". Lo que hay ahí es otra cosa, llamalo pueblo o como quieras.
— Instalaste en el debate intelectual este concepto de que Cambiemos expresa una "derecha democrática" que te cuestionaron mucho desde el progresismo. ¿Por qué lo considerás que es un gobierno de derecha, y por qué es democrática?
— Es democrática porque se presenta a elecciones, las gana, y cuando las pierde las reconoce. La primera condición es que se acepten las reglas de un juego electoral limpio, y es lo que vinieron haciendo hasta ahora. Creo que el poder también lo ejercen de manera democrática, aunque incurrieran en comportamientos autoritarios como el intento de designar dos jueces de la Corte Suprema por decreto, el abuso de los DNU, o esta sintonía muy aguda que tienen con sectores de la Justicia que hace que haya muchos dirigentes opositores encarcelados sin que haber razones jurídicas suficientes.
Un régimen político como la democracia no es una garantía de satisfacción universal, sino un orden que establece reglas y procedimientos. Todos los gobiernos desde el regreso de la democracia incurrieron en comportamientos autoritarios. El más democrático de todos, el de Raúl Alfonsín, metió presa a la cúpula del Partido Obrero sin orden judicial, y no me animaría a decir que Alfonsín era un presidente autoritario. No creo que el macrismo haya producido un cambio de régimen en la Argentina, pero tienen dos grandes problemas que ponen en cuestión a las reglas de la democracia como es la represión de la protesta social y la falta de libertad de algunos dirigentes políticos. Eso enciende una luz roja.
— ¿Y por qué es derecha?
— Por su concepción de la sociedad, como decía, que la creen como una agregación de individuos. Su política económica y social es de derecha por ser anti industrialista, tener una mirada pro mercado, donde la economía solo puede funcionar con la inversión privada, y que eso se logra con políticas de desregulación y con reglas de apertura al mundo. Son las líneas básicas del neoliberalismo y una política macroeconómica claramente ortodoxa. La política social la piensan no como una estrategia sostenida de ampliación de derechos, si no como una red de contención mínima.
— El Gobierno tiene una definición sobre los derechos humanos y, sin embargo, todo el tiempo está chocando con los organismos y sus principales referentes. ¿Cómo analizás este conflicto?
— Ellos tienen "talking points", que son las cosas que hay que decir sobre todas las cuestiones. Cuando irrumpe el tema de los derechos humanos, se quedan sin libreto. Tienen una política para el área que es errática: no desactivaron los juicios de lesa humanidad, la secretaría de DDHH se sigue presentando como querellante en las causas y tampoco hay una política global de impunidad como lo fue en el menemismo, que indultó a los comandantes militares. Pero al mismo tiempo hay entorpecimientos, poca energía, intentos por desviar el tema, o la política confusa que tuvieron con el fallo del "2×1". Es un tema que al macrismo lo incomoda, da la sensación que no saben que hacer con él.
— ¿Hubo algún cambio en la estrategia gubernamental tras el violento conflicto por la reforma previsional?
— Creo que el bloque comunicacional, que venía con muy pocas fisuras desde la asunción de Macri, se rompió. Irrumpió la verdad infográfica: se imponía la fuerza de los hechos cuando se ilustraba cuánto iba a ganar un jubilado con la formula vieja, y cuánto iba a ganar con la nueva. Me parece la reforma hirió al Gobierno y machacó un poco más sobre la idea de que es "un gobierno de los ricos". Esa es la principal fisura del sistema argumental del macrismo, y es por ahí donde se puede colar la oposición. Lo que sí no creo es que haya sido un conflicto como el de la Resolución 125, o que el Gobierno haya quedado gravemente herido.
— En estos años fueron electos o llegaron al poder varios gobiernos de derecha y centro-derecha en la región. ¿Qué tiene de específico el macrismo en esta tendencia?
— Creo que hay un cambio de clima político en América Latina. Los gobiernos nacional-populares o también llamados como "la nueva izquierda" están retroceso o estancamiento. Lo vimos en Brasil con el impeachment a Dilma, en la situación crítica de Venezuela, en la derrota de Evo Morales en el referéndum por la reelección indefinida, con la victoria de Sebastián Piñera en Chile y el posible triunfo de los blancos en las próximas elecciones de Uruguay. El macrismo forma parte de esa ola. Lo que tiene de específico es que esa "nueva derecha", con las particularidades argentinas, se vio obligada a hacer propias algunas cuestiones del kirchnerismo, como la cuestión de la juventud. Es una derecha que toma marcas culturales de la izquierda, se mueve con mucho desparpajo, es muy pos ideológica. La derecha argentina de los Álvaro Alsogaray, Domingo Cavallo y Ricardo Lopez Murphy siempre fue muy ideológica, eran economistas dogmáticos. En cambio esta derecha es de empresarios, y los empresarios están obligados a mantener un contacto con la realidad.
— Carlos Pagni decía en una de sus últimas notas que en 2019 se va a ver la verdadera política de Macri. ¿Coincidís?
— Coincido en parte. Creo que la derrota de Cristina de 2017 terminó de disipar la amenaza de la restauración kirchnerista. El macrismo no va a poder jugar más con esa carta que jugó en loop eterno, eso ya perdió eficacia política. El "país político" entendió que, si al macrismo le va a mal, no necesariamente va a ser el kirchnerismo o Cristina los que lleguen al poder. En 2019 se va terminar de definir el proyecto social macrista, que es efectivamente de un gradualismo neoliberal. Es gradualista porque aprietan el freno o el acelerador según las tendencias sociales, mediante los focus groups y las encuestas. Pero sí empieza a haber un Macri desnudo, más descarnado.
— El Gobierno decía en diciembre, en medio del debate por la reforma previsional, que el kirchnerismo, la oposición y los sindicatos pueden desestabilizar. ¿Es un argumento factible?
— En este momento no. Todo gobierno corre el riesgo de ser desestabilizado, pero en buena medida eso depende más de lo que haga el Gobierno que lo que haga la oposición. Creo que De La Rua cayó en un 90% por su propia torpeza e incapacidad que por el espíritu desestabilizador del peronismo. El macrismo demostró que ejerce el poder como se suele ejercer el poder en Argentina: de una manera decidida, sin medias tintas ni dudas. Si bien pueden ir y venir con las medidas, cuando tienen que echar a un ministro, ir contra los sindicatos o vetar una ley, están dispuestos a hacerlo. No veo ningún riesgo de desestabilización. El clima "destituyente" es como una especie de mueble en la Casa Rosada: el que llega lo usa.
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