Aborto: ¿hasta dónde se atreverá "el feminista menos pensado"?

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(Maximiliano Luna)
(Maximiliano Luna)

Una de las nuevas estrellas de la política latinoamericana se llama Andrés Manuel López Obrador. Es el ex intendente de la capital mexicana que, al día de hoy, aparece como favorito en las encuestas para ganar la presidencia en las elecciones de este año. López Obrador es un dirigente con retórica de izquierda y amistosos vínculos con la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela. Pero además se define como "cristiano", como "seguidor de Jesús". A fin de año pasado, formalizó una alianza con un partido de ultraderecha que contiene en sus plataformas propuestas homofóbicas. Por eso, la comunidad LGBT empezó a denunciarlo, a interrumpir sus actos, a cuestionar su candidatura. Sus asesores le recomendaron a López Obrador que se reuniera con los líderes del movimiento LGBT para desactivar el conflicto.

Jaime Durán Barba, el influyente estratega de Mauricio Macri, contó hace unas semanas, que López Obrador estaba atribulado.

-Quieren que me reúna con esos depravados. No puedo. Van a ir al infierno. Y si me reúno con ellos, también yo terminaré allí.

Entonces le preguntaron:

-Pero Andrés, ¿qué prefiere usted? ¿Llegar al cielo o llegar al poder?

Desde entonces, López Obrador no deja de hacer gestos sobre su respeto a la comunidad LGBT. El último de ellos consistió en inscribir como candidatos a algunos de sus dirigentes. Cuando el poder es el objetivo, el cielo puede esperar, como decía el título de una vieja comedia con un joven Warren Beaty.

La decisión de Mauricio Macri de habilitar el debate parlamentario sobre la legalización del aborto ha provocado un huracán en la política argentina y, una vez más, un apasionante debate sobre quién es en realidad el curioso presidente de la Nación. En ese contexto, distintos medios han comenzado a puntear la situación en el Congreso, es decir, cuántos votos se inclinan para cada lado. El consenso general es que los números estarían parejos en la Cámara de Diputados y, en cambio, muy favorables al antiabortismo en el Senado porque, según el lugar común, "el interior es mucho más conservador".

Es probable que sea así, pero basta tener un poco de experiencia para saber que tal vez ese primer acercamiento sea un tanto rígido. A mediados del 2008, para destrabar la desgastante crisis con el sector agropecuario, Néstor Kirchner decidió enviar al Congreso la resolución 125, que había desatado el conflicto. La mayoría legislativa del FpV era abrumadora. Todos los especialistas auguraban que la 125 sería aprobada. Pero no lo fue. En el año 2006, la legislatura porteña, contra todos los pronósticos, destituyó a Aníbal Ibarra. El arranque de la ley que instauró el matrimonio igualitario fue muchísimo más débil que el de la despenalización del aborto.

Uno de los factores -no el único- que definirá si finalmente la Argentina se pone al nivel de la abrumadora mayoría de los países democráticos del mundo será la actitud de Mauricio Macri. Un primer acercamiento sugiere que Macri está personalmente en contra del aborto. De hecho, un día después de habilitar el debate se pronunció a favor de "la vida", al igual que María Eugenia Vidal, Horacio Rodriguez Larreta y Marcos Peña.

Sin embargo, con el correr de los días las señales se hicieron más ambiguas. El jueves pasado, cuando habló por el Día Internacional de la Mujer, fue precedido por Fabiana Túñez, una dirigente de larga trayectoria feminista y partidaria de la legalización. En ese contexto, dijo que las mujeres deben tener la "libertad de elegir", una expresión que no vinculó con el aborto, pero que es uno de los slogans de las campañas a favor de la legalización. Un día después dejó trascender que no vetaría una ley que despenalizara el aborto.

Dado el vendaval político impresionante que rodea el tema, en la cúspide del poder hay un debate abierto sobre cuál será la actitud del oficialismo una vez que avance el proceso legislativo. No es necesario que Macri se desdiga. Basta con que desde la Casa Rosada orienten con sutileza la conducta de sus legisladores.

Hay varios elementos que permiten percibir cuán dinámica es la situación.

Los sectores cercanos al Gobierno que están a favor de la legalización han empezado a desplegar un activismo y una creatividad muy superior a la de quienes están en contra. El Club Político Argentino, un nucleamiento de intelectuales que incluye a varios referentes del macrismo, no logró emitir un pronunciamiento unánime. Sin embargo, un grupo de sus socios firmó una solicitada a favor de la legalización: entre ellos, Durán Barba, el ministro de Cultura Pablo Avelluto y el secretario de Seguridad, Gerardo Milman. El jefe del bloque de senadores del Pro, Humberto Schiavoni, explicó que su provincia, Misiones, lidera el ranking de embarazo adolescente y que se trata de un serio problema de salud pública. "Incluso países de arraigada tradición católica, como España e Italia, lo han despenalizado", aseguró.

En las redes sociales, distintos economistas vinculados por lazos personales y profesionales con el equipo económico, difunden argumentos muy sólidos. Veronica Rapoport, desde la London School of Economics, se ocupó de detallar con estudios muy precisos los efectos sociales positivos que produjo la legalización en los Estados Unidos, y el desastre que provocó la prohibición en la Rumania del dictador comunista Nicolai Caecescu. Al leer esos y otros datos, es imposible no preguntarse para qué sirve la prohibición. Si la legalización produce la disminución del número de abortos y no su aumento, ¿no sería eso un logro para quienes se manifiestan partidarios de la vida?

Nicolás Gadano, economista del Banco Central, difundió una exposición interesantísima donde un científico explicaba las obvias diferencias entre una célula fecundada, un embrión, un feto y un ser humano. Son solo algunos ejemplos. En realidad, se trata de un bombardeo diario de argumentación desprovista de consignas, ese estilo al que es tan permeable una parte del equipo presidencial.

Pero todo eso es secundario frente a una cuestión que, en política, casi siempre es lo fundamental. La pregunta central es: ¿a Macri le conviene o no que se apruebe la despenalización del aborto? ¿Cuánto le conviene? ¿Cuál sería el costo de impulsarla sutilmente? Durán Barba, que en esto tiene tanto peso como cualquier miembro de la mesa chica, cree que sí, que sería conveniente. El cálculo es sencillo: amplía la base electoral. Hay un sector de la sociedad que, desde siempre, resiste a Macri porque lo considera "de derecha". Hay otro sector social que puede simpatizar levemente con él, pero es sensible a que lo acusen de apoyar a la derecha. Si el aborto se legalizara durante el mandato de Macri, ¿qué ocurriría con ese debate?

En el macrismo hay una interna parecida a la que existe en la familia de Mirtha Legrand. Los sectores tradicionales, más antiguos, están en contra de la legalización, como la abuela Mirtha. Los sectores más jóvenes se pronuncian categóricamente a favor, como la nieta Juanita.

En el fondo, es un dilema que Macri ya enfrentó en varios momentos de su carrera hacia la Presidencia. Arrancó con la imagen del empresario insensible y conservador que reivindicaba a Menem, justificaba la dictadura, creía que los homosexuales eran enfermos. Con el tiempo, fue limando esa imagen: hasta se desprendió del bigote, el traje y la corbata. Aquel Macri jamás hubiera confrontado con Jorge Bergoglio por el matrimonio igualitario, defendido el gradualismo contra las recetas ortodoxas tradicionales, reivindicado a Raúl Alfonsín, o abierto el debate sobre el aborto. ¿A quién le conviene parecerse? ¿Al que decía que toda mujer disfrutan cuando le dicen "qué lindo culo que tenés"? ¿O al que deseó felicidades a la primera pareja gay que logró la unión civil en la ciudad de Buenos Aires?

En estos días, se debate si la decisión de abrir el debate es genuina o hipócrita, si es un gesto político valiente o una cortina de humo. ¿Quién gana si la legalización es rechazada, además de la Iglesia? Será una victoria de quienes dicen que el Presidente miente con todo esto. El Gobierno lo sabe. Y ese detalle le aporta una enorme incertidumbre a este proceso. Abrir la puerta generó ganancias evidentes. ¿Tiene sentido cerrarla? Todas las encuestas indican que la posición favorable a la legalización es mayoritaria. Pero lo es mucho más en el público independiente, el que podría votar a Macri pero no lo hace, o  el que lo votó pero siempre duda del "feminista menos pensado".

Al contrario, a la oposición -especialmente a la kirchnerista- no le conviene que el aborto sea aprobado en la era Macri. Será difícil explicar por qué la legalización se produjo ahora y no en los doce años que gobernaron "Néstor y Cristina". Si Macri se anima a ir a fondo, tiene algo así como un tiro de gracia a su disposición. Debe ser tentador dispararlo.

No siempre sucede, pero suele ocurrir que los presidentes toman medidas que nadie hubiera esperado de ellos. El primer Néstor Kirchner integró, por ejemplo, una Corte Suprema independiente, contra todo lo que hizo en Santa Cruz. El derechista Richard Nixon retiró a los Estados Unidos de Vietnam y cambió el mundo al producir el deshielo con China. El derechista Charles De Gaulle retiró a Francia de Argelia, el derechista Menajem Beguin firmó la paz con Egipto, el derechista Carlos Menem eliminó el servicio militar obligatorio y el poder de las Fuerzas Armadas para condicionar la democracia. Al revés, el socialista Felipe González produjo el ingreso de España en la OTAN, luego de impulsar un plebiscito donde defendió la posición inversa a la que había sostenido cuando era opositor.

Para mantenerse en el poder, los líderes suelen cambiar.

Ese detalle es el que permite pensar que, más allá de la foto de hoy, la legalización del aborto tenga alguna posibilidad.

Macri también deberá responder, tarde o temprano, una vez más, la pregunta sobre si prefiere el cielo o el poder.

¿No es razonable pensar que, tal vez, elija la segunda opción?

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