Mauricio Macri es el líder regional que más insiste con la profundidad de la crisis política, económica y humanitaria de Venezuela, pero su estrategia para terminar con el régimen de Nicolás Maduro son las elecciones limpias y una transición que implique terminar con la hambruna, reponer las libertades civiles y abrir proceso judicial a los principales responsables de la administración populista.
El presidente argentino reiterará esta hoja de ruta al secretario de Estado estadounidense e insistirá con descartar sanciones económicas y financieras que puedan multiplicar los padecimientos cotidianos de la vida en Venezuela. El lunes en Olivos, Macri y Tillerson tienen pautada una reunión de trabajo que incluirá la organización del G20, la situación del narcotráfico y el terrorismo en la región, y los términos del intercambio comercial entre Argentina y Estados Unidos.
Donald Trump enfrenta sus elecciones de medio término en noviembre y entretiene a su opinión pública con advertencias cotidianas a Corea del Norte y Venezuela, dos enemigos declarados de la administración republicana. Xi Jinping, presidente de China, y Macri en representación del Mercosur y la Argentina, ya han señalado en reserva que no sumaran sus posiciones políticas a la táctica electoral de Trump. El líder americano enfrenta una crisis institucional de proporciones por su vinculación en la trama rusa y una eventual avanzada militar en Corea del Norte y Venezuela podría ayudar para derrotar a los demócratas en los distritos más disputados de Estados Unidos.
Tillerson conoce los sueños de Trump en Venezuela, pero como secretario de Estado también sabe de las limitaciones que impondrán todos los países de la región, si la Casa Blanca regresa a sus modales del siglo XX. En esos años, Washington avaló golpes de estado en Guatemala, Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia, por citar algunos ejemplos.
"Compartimos nuestras preocupaciones por la crisis humanitaria que se ha desarrollado en Venezuela. Todos instamos al régimen de Maduro a que vuelva a las elecciones libres, abiertas, creíbles y democráticas, y que permita a los venezolanos tener una voz en su gobierno", aseguró Tillerson frente a los periodistas de México, durante su primera escala de la gira que terminará en Jamaica.
Las declaraciones oficiales del secretario de Estado no coinciden con las verdaderas intenciones de Trump. El presidente republicano no descarta una avanzada militar y sólo aguarda que se instalen determinadas condiciones políticas. El Mercosur, Canadá y México no aceptan una invasión en territorio venezolano y no se cansan de firmar documentos para exigir a Maduro que cumpla con las reglas básicas del sistema democrático. El líder populista relativiza la posición de la mayoría de los países de la región y se apresta a realizar unas elecciones presidenciales que se asemejan a las historias de realismo mágico que escribieron Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez.
Tillerson entiende la mirada de Macri y su discurso en Olivos será apostar a una transición ordenada hasta que se conozcan los resultados de los comicios generales en Venezuela. Si Maduro se arroga el triunfo -lo más probable-, y ejecuta una acción simultánea para declarar persona non grata a ciertos diplomáticos pertenecientes al Mercosur y al Nafta, Estados Unidos correrá el velo y exigirá que los estados regionales marchen al paso de los tambores del Pentágono.
Macri no aceptará este plan alternativo. Y tampoco lo hará si como consecuencia de los comicios y su propia decisión de no avalarlos, el régimen de Maduro eyecta al representante de mayor rango de la embajada argentina en Caracas. Se trata de Eduardo Porretti, un diplomático de carrera que se ha movido con astucia en los complejos salones diplomáticos de Venezuela.
El presidente no comparte las sutilezas intrínsecas de la política exterior. Se fue molesto de Mendoza cuando no se aprobó la suspensión de Venezuela en el Mercosur y regresó irritado a su hotel de New York cuando confirmó que Antonio Guterres, secretario general de la ONU, no seguía con mucha profundidad la involución del régimen populista de Maduro. Pese a estas dos situaciones obvias en los organismos multilaterales, Macri no se correrá un centímetro de su posición original: la crisis en Venezuela se debe resolver con una agenda de transición que evite una guerra civil y ejecute un plan para terminar con el hambre y el exilio de millones de venezolanos.
Macri sueña con la caída de Maduro. Pero no quiere terminar envuelto en la pesadilla de una crisis inédita en la región, empujada por la voracidad y las necesidades políticas de Trump. El presidente argentino apuesta a una línea diplomática que combina la presión institucional y la ayuda humanitaria. En cambio, Trump tiene otras aspiraciones y aguarda agazapado para saltar sobre el régimen populista.
A principios de noviembre, habrá elecciones de medio término en los Estados Unidos. Para esa fecha, ya habrá novedades en Venezuela y en el gobierno que regentea Maduro. Es un combate por el poder que no tiene final escrito.