Mauricio Macri y Emmanuel Macron protagonizarán hoy en el Palacio del Elíseo una audiencia clave para determinar si habrá acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea.
Macri está cansado de las vueltas que impone Macron al texto final del acuerdo, y Macron no acepta que Macri se apalanque en el contexto internacional para cerrar un tratado que cree perjudicial para su base electoral. En Davos, el presidente argentino instó a su colega francés a que salga del laberinto y acepte firmar una declaración política avalando el acuerdo entre ambos bloques. En Puy de Dome, el presidente francés exigió que se respeten las "líneas rojas" que trazó para avalar el convenio bilateral, un eufemismo bélico que puede transformar la reunión de Macri y Macron en un fracaso histórico de la diplomacia multilateral.
Macri llegó a París con un gusto agridulce. Tiene el apoyo de Angela Merkel para avanzar en el acuerdo y entiende los límites políticos de Macron que mimetiza con los planteos agropecuarios que presentan Irlanda y Polonia. Pero Macri no concibe que se entierre esta oportunidad histórica para Europa y el Mercosur por los cálculos de política doméstica que impone Macron para avalar el convenio comercial entre los dos bloques geopolíticos.
Para decirlo en términos que utilizó el presidente argentino durante su reunión con la canciller alemana: "No puede ser que el acuerdo dependa del consumo de una hamburguesa por día y por cada europeo. Esto es más importante que ese volumen de carne", argumentó ante Merkel. Es decir: si el Mercosur debe ceder un porcentaje de las exportaciones bovinas a Europa para garantizar el tratado, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay están de acuerdo.
Pero Macron tiene otra mirada de las cosas. El presidente francés no confía en las maquinarias políticas, construyó su fuerza electoral al margen del sistema y cree que ya está en posición para suceder a Merkel en el liderazgo de Europa. Macron preserva su propia agenda y le importa poco que Macri tenga humor calabrés y considere que el tratado puede ser vital para la Unión Europea y el Mercosur.
"No podemos hacer acuerdos que favorecen a un actor industrial o agrícola a miles de kilómetros, que tiene otro modelo social o medioambiental y que hace lo contrario de lo que nosotros imponemos a nuestros propios actores", dijo Macron durante una reunión con productores agropecuarios en el departamento de Puy de Dome. Y remató: "Es evidente que se tratará de un gran desafío, en particular para el sector de las carnes bovinas porque permitirá hacer entrar volúmenes de carne sudamericana sin derechos de aduana a los países europeos".
Estas son las líneas rojas de Macron. Un límite que puede forzar una ruptura en la voluntad del Mercosur para seguir avanzando en un acuerdo con la Unión Europea. Hay elecciones en Paraguay y Brasil, dos acontecimientos políticos que pueden modificar la estrategia del Mercosur frente al tratado con la UE. Los posibles triunfadores de esos comicios presidenciales no tienen una mirada tan amplia de los acuerdos políticos entre bloques, y una nueva postergación de la firma del convenio puede transformar en papel mojado todo lo que avanzó en los dos últimos años.
Este es el argumento esencial de Macri. Corre el tiempo, mutan las coyunturas y así se pierden las oportunidades históricas. "Es ahora o nunca", planteará el presidente argentino a su colega galo. Macron ya contestó ayer en la campiña francesa: el acuerdo "puede ser bueno, si se mantienen nuestras líneas rojas".
En la tarde de París, Macri y Macron confrontarán en el Palacio Elíseo para encontrar una salida al laberinto. Tarea difícil con final previsible.