En el retorno de Cristina Kirchner al Senado hubo gritos de euforia, empujones y hasta codazos. La ex presidente llegó a las 11 de la mañana y conmocionó a la gente que la esperaba sobre la calle Hipólito Yrigoyen, donde está una de las puertas laterales de acceso al Congreso de la Nación.
A pesar de algunas dudas y luego de un par de ausencias resonantes en reuniones de comisión, la ex presidente –ahora legisladora de la Cámara alta– dijo presente y participa del debate en un recinto parlamentario que ya conoce de memoria porque fue senadora en dos etapas anteriores y también ejerció como diputada.
Y en el inicio de la sesión solicitó una cuestión de privilegio para hablar sobre el pedido judicial y político para tratar su desafuero, y apuntó contra el oficialismo. "Para tratar del pedido de desafuero no hace falta constituir ninguna comisión (de Asuntos Constitucionales), aunque algunos senadores insisten en ese tema, lo que representa un claro avasallamiento de la representación política institucional del país. Esta Cámara, con dos terceras partes, puede tratarlo".
Además, señaló: "Los fueros no son de los legisladores, sino del cuerpo, del parlamento. El cuerpo, a través de los fueros, quiere custodiar que la votación, la voluntad del cuerpo, no sea alterada por elementos de la política. Entonces no pueden ser renunciados por ningún legislador. Debo tener muchos defectos, pero la incoherencia no es uno de ellos".
Por otro lado, y al inicio de su discurso, la ex mandataria afirmó que "hay una utilización del Poder Judicial para estigmatizar a la oposición", y consideró que "se produce una situación de 'Lawfare', que es cuando una misma situación es tratada de una manera y otra de otra manera: por ejemplo, el dólar futuro y las lebac o el Memorandum con Irán y el Memorandum con Qatar".
"El 7 de diciembre, el último día hábil a que yo me sentara en esta banca, Bonadio, conocido por todos, firmó una resolución por la cual me imputa el delito de traición a la patria y del encubrimiento del atentado de la AMIA. Y con una celeridad que sería conducente en todos los casos ingresa el pedido a esta Cámara", planteó Cristina Kirchner.
El discurso de la ex mandataria superó el tiempo previsto por reglamento para las cuestiones de privilegio, algo remarcado por la presidente de la Cámara, Gabriela Michetti, en varias oportunidades y que generó un tenso cruce entre ambas. "Acá hacemos cumplir el reglamento", instó la vicepresidente.
"Es notable cómo su Gobierno dice qué oposición quiere. Es posible que a usted, al Presidente y al oficialismo no les guste el tipo de oposición que hacemos. Quiero decirle que a mí no me gusta el gobierno que ustedes hacen, no me gusta nada, pero los votaron y tienen que gobernar", cuestionó.
En una crítica a la Justicia y también al Ejecutivo, Cristina Kirchner rechazó la "utilización del Poder Judicial para perseguir, estigmatizar y desprestigiar a dirigentes", y aseguró que hay "una fuerte amenaza de cercenar la participación popular recurriendo a métodos y a procedimientos y formas que creíamos desterrados".
En otro tramo de su discurso, recordó las declaraciones a la radio 100.1 de Comodoro Rivadavia de la diputada Rosa Muñoz, de Chubut, donde contó la semana pasada cómo el gobernador de su provincia, Mariano Arcioni, le mostró un mensaje de un funcionario nacional en el que le mandaron la foto de su banca vacía y el texto "tu diputada todavía no se sienta".
"Es un mecanismo mafioso; me recuerda a las imágenes de El Padrino. Esto nunca había pasado en la República Argentina. Esto es alterar la voluntad del Parlamento en contra de la representación", cuestionó la ex mandataria.
Si no hay sobresaltos, la de hoy será la última sesión del año y el trámite para la aprobación de lo que queda del paquete de leyes económicas (Presupuesto 2018, prórroga del Impuesto al Cheque hasta el 2022 y Reforma Tributaria) no llevaría más de unas siete horas de debate.
La expectativa por la presencia de Cristina Kirchner era enorme, pero no se esperaban cambios en el modo de sesionar: se espera que todos respeten los códigos de convivencia que permitan el disenso de la minoría y una votación cómoda para el oficialismo. Lo contrario sería rupturista con los usos y costumbres del Senado y con el vínculo que han construido Federico Pinedo y Miguel Ángel Pichetto en los últimos dos años.
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