Un camión de Gendarmería al lado del otro, estacionados muchos a 45° sobre avenida Rivadavia, Riobamba, Combate de los Pozos e Yrigoyen, tanques, motos, camiones y cientos de efectivos de las tres fuerzas intimidaban incluso a los más experimentados. El tema se discutió en la reunión del bloque de Cambiemos, después del fracaso de la sesión, en las oficinas de la Presidencia. Más de un diputado dijo que fue exagerado y que el operativo contribuyó a generar un clima de tensión que, según la visión del oficialismo, la oposición aprovechó. Elisa Carrió, una vez más y en absoluta calma, dijo lo que nadie se atrevió a decir en voz alta: "No se necesita tanto gendarme, la Ministra tiene que parar, se pueden poner sin uniforme". Con una sonrisa y con los labios pintados de naranja color coral agregó: "No hacía falta hacer tanta ostentación".
Antes y después, los legisladores del oficialismo repitieron lo que habían acordado: apuntar por un lado al kirchnerismo (Carrió volvió a acusarlos de querer "un golpe") por haber avanzado hasta Emilio Monzó para reclamarle que levantara la sesión con el argumento de que no habían llegado a los 129 diputados que habilitaran el quórum. A la oposición le costó ingresar incluso a Pasos Perdidos porque se reforzó el operativo de seguridad y se controlaron credenciales que en algún caso no se habían aún otorgado. Victoria Donda, de Libres del Sur, con una férula en la pierna y en muletas, avanzó detrás de una diputada embarazada a la que protegía un colaborador y le pidió a Myriam Bregman que la tomara del brazo para pasar entre los encargados de seguridad. Ya en el recinto, apenas asomada y de pie, gritó para levantar la sesión mientras Monzó repetía que estaba abierta la sesión especial aunque no se alcanzó a izar la bandera. Después hubo más gritos, algún manotazo al aire y acaloradas discusiones que varios del oficialismo pidieron encausar desde las bancas.
Parte de La Cámpora, con Máximo Kirchner entre ellos, recriminaba a los gritos al presidente del cuerpo mientras desde el bloque de Cambiemos empezaban a advertir lo que calificaron como la "traición" de varios gobernadores que firmaron el Pacto Fiscal pero no sentaron a sus diputados. En ese marco de tensión, Elisa Carrió se mostró como la figura conciliadora en el recinto. De pronto se le acercó Juan Cabandié, que tiene buen diálogo con ella aunque es tan kirchnerista que se siente casi hermano de Máximo Kirchner. "Vos no creés en esto Lilita", le dijo en voz baja conocedor de las objeciones que la diputada hizo al Gobierno. "Sí, va a salir bien", lo tranquilizó. El insistió con que solo podía servir la fórmula aplicada en un proceso de expansión económica a lo que Carrió lo corrigió: "En recesión también". Después Cabandié se acercó a María Emilia Soria y la rionegrina del PJ se acercó también a conversar con la líder de la Coalición Cívica.
Finalmente con la sesión interrumpida Carrió habló con los propios, con Mario Negri y con Nicolás Massot para acercarse luego a Emilio Monzó y definir que levantarían la sesión. No fue la primera vez en que Carrió influyó aunque hoy en los pasillos hacía gala de excesiva modestia y se definía como "una simple diputada".
En medio de una de las jornadas más tensas fuera y dentro del Congreso, que la diputada comparó con diciembre del 2001, ella se mostró calma. Algunos dicen que había terminado de abroquelar a su bloque de diez diputados, dos de los cuales se debatían entre votar en contra y abstenerse. "Van a conspirar para desestabilizar" insistía al mismo tiempo que repetía que el número de gendarmes era excesivo. "Querían que yo rompiera con el Presidente pero pago el costo, estos ladrones no me van a quitar la República" justificó una vez más su anticipado voto a a favor de la reforma previsional.
También bromeó sobre la reunión de jefes de bloques en la Casa Rosada aunque se mostró confiada en que lo que ella pidió, una compensación a los jubilados para que no arranquen el nuevo cálculo con pérdida de sus haberes, será el resultado final. Y se fue a refugiar a Capilla del Señor segura de que en el Gobierno darán algo para que los gobernadores peronistas que no convencieron a sus diputados tengan un argumento más para hacerlos cambiar de opinión.
Otros, hoy menos conciliadores que Carrió, preferirían el castigo a los "traidores" entre los que cuentan al santafesino Miguel Lifschitz; al salteño Juan Manuel Urtubey (sus tres diputados se sentaron fugazmente para dar quórum y no volvieron a apoyarse en la banca) y al santiagueño Gerardo Zamora que en lugar de seis aportó solo tres diputados e incluso fue llamativa la ausencia de su esposa Claudia Ledesma Abdala. El otro que logró enojar a varios diputados fue Juan Schiaretti, aunque sus cuatro diputados estuvieron. "Llegaron tarde, a las dos y media" señalaban porque si el quórum se lograba antes, antes habría arrancado el debate, incluso mientras el bloque del FpV-PJ se encontraba fuera del Palacio, sobre avenida Rivadavia, donde hubo enfrentamientos y al menos dos diputados heridos.