Durante 366 días consecutivos, Mauricio Macri lidiará con una agenda global protagonizada por la puja comercial entre Donald Trump y Xi Jinping, el aumento geométrico de pobres y desocupados en los cinco continentes, la desazón internacional causada por la Casa Blanca que transformó en papel mojado el Acuerdo sobre Cambio Climático y los ataques terroristas que se ejecutan con impunidad y alevosía.
La presidencia del G20 coloca al país en el centro del planeta e interpela la capacidad política del presidente ante un acontecimiento único e inédito para la Argentina. Macri no sólo deberá actuar como hábil componedor entre las potencias del mundo, sino que también deberá buscar un equilibrio entre las necesidades desatendidas de la región y los intereses nacionales.
Macri coordinará un evento global con dos escenarios. Puede terminar de modelar su imagen internacional, o convertir al G20 de Buenos Aires en un acontecimiento exótico que los líderes mundiales usarán para olvidar por tres días sus complejas agendas domésticas.
En su primer viaje a China, Trump acercó posiciones con Xi Jinping y ambos se presentaron como virtuales aliados en la conducción de los asuntos más importantes del mundo. Sin embargo, el tono de la agenda del presidente de los Estados Unidos cambia abruptamente cuando regresa a Washington. Y al revés, el líder del partido comunista chino aprovecha sus viajes al exterior para exhibirse como un líder mundial que defiende la libertad de mercado y la pluralidad de pensamiento, dos conceptos que no aplica en su mayor extensión cuando gobierna en Beijing.
Trump llegará a Buenos Aires tras enfrentar sus comicios de medio término, y los resultados de esas elecciones pueden exacerbar su posición en el G20. Si triunfa, insistirá con su concepto de America First, y si pierde, sólo le quedará jugar con el proteccionismo si pretende correr por su reelección presidencial. Macri sostiene el libre comercio y deberá extremar su capacidad de equilibrio para evitar que las diferencias entre Estados Unidos y China pongan en peligro la declaración final del G20.
De los poderosos al Mercosur
Asimismo, en este escenario complejo, el presidente no puede desatender los intereses regionales representados por el Mercosur, México y Chile que participará como país invitado a la Cumbre. Frente al juego mutuo de presiones que ejercerán Xi y Trump, Macri tendrá que encontrar un espacio que permita capitalizar su protagonismo central en el G20. La Argentina propone una agenda vinculada al "futuro del trabajo, la infraestructura para el desarrollo y la seguridad alimentaria", tres temas con consenso regional que no deberían estar ausentes en las conversaciones de los países, bloques geopolíticos y organismos multilaterales que deliberarán en Buenos Aires.
Macri hará hincapié en estos asuntos vitales para América Latina, pero su inclusión en el documento final implicará un toma y daca que incluye al Acuerdo de París sobre Cambio Climático, el comercio internacional del acero, los volúmenes mundiales de energías no renovables, la aplicación de las nuevas tecnologías en el trabajo y la estrategia para enfrentar al terrorismo a nivel global.
El G20 interpela la capacidad política del presidente ante un acontecimiento que será único e inédito para la Argentina.
Cada uno de estos temas causan múltiples alineamientos entre los distintos protagonistas del G20. Ocurrirá que Francia y Alemania serán aliados en el Cambio Climático, y adversarios respecto a la libertad de comercio vinculado a los bienes de capital y a los alimentos importados que pretendan ingresar a sus mercados domésticos. Sucederá también que España e Italia tendrán una mirada sobre la estrategia para enfrentar la crisis de inmigración y el terrorismo fundamentalista, que será distinta a la ecuación que Vladimir Putin y sus aliados plantearán cuando este asunto sea tratado en el plenario de jefes de Estado.
Si Trump puede ejercer su voto respecto al libre comercio y el cambio climático, Putin puede hacer lo mismo con los inmigrantes que escapan de Siria o con la presión que hay que poner sobre los terroristas que pertenecen a Hezbollah, Hamas y las distintas facciones shiitas.
Macri ya se acostumbró a dialogar con líderes mundiales, pero durante el G20 también deberá enfrentar las propuestas e intenciones de bloques geopolíticos. Japón recostado sobre Estados Unidos intentará dilatar el ascenso pacífico de China hacia la cima del mundo, mientras que la Unión Europea apuesta a recuperar el tiempo perdido por su crisis de identidad que apareció sin eufemismos cuando Inglaterra votó a favor del Brexit.
Y el Acuerdo del Pacífico beneficia a la región y es resistido por Trump, que relativiza el peso específico de México y Canadá. Estos alineamientos en bloque pueden transformar al G20 en una carrera de autitos chocadores, y el presidente argentino necesitará mucha paciencia y conocimiento para articular una agenda de trabajo que satisfaga a todas las partes.
Para los protagonistas del G20 no es novedad cómo funcionan estas cumbres globales. Hay mucho lobby político en los pasillos, discursos masticados en las deliberaciones y sonrisas de cortesía en la cena de estado. Todos desean un párrafo en el documento final, y todos saben que ese documento se cocina en el juego de fuerzas que ejecutan Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido, Alemania y Francia. La Argentina es invitada a las negociaciones porque es el país anfitrión, y el resto de los estados proponen a través de sus aliados naturales. Merkel organizó el G20 de este año, y pretendía poner al Acuerdo del Cambio Climático en un lugar preponderante del documento final. Trump amenazó con implosionar al G20, si la canciller alemana continuaba con sus intenciones. Alemania cedió ante los Estados Unidos.
Macri y su administración ya obtuvieron su triunfo político con la organización del G20 en Buenos Aires. El país ya tiene su reconocimiento por haber sido aceptado como estado anfitrión. Ahora hay que concentrarse en las tareas más difíciles: lograr que la agenda regional sea incluida en la agenda global, evitar que las pujas políticas transformen al G20 en un campo de batalla, garantizar la seguridad de los líderes mundiales y aprovechar este acontecimiento extraordinario e inédito a favor de la inserción mundial de la Argentina.
El presidente tiene 366 días para obtener estos resultados. No depende todo de Macri: la política internacional es un lugar inhóspito, el mundo es anárquico y el poder tiene reglas propias.