La comunicación oficial en tiempos de crisis no parece ser precisamente una virtud del gobierno de Mauricio Macri. La sucesión de errores de información que se vieron últimamente con el caso Maldonado primero y, ahora, con la desaparición del submarino ARA San Juan dejan traslucir una realidad latente que atraviesa la Casa Rosada: la reacción del Gobierno en momentos de presión informativa y de crisis no encuentran bien parados a los interlocutores oficiales.
Partes de prensa incompletos, el Twitter del ministro de Defensa Oscar Aguad con información errónea de siete llamados que nunca existieron, cortocicuitos visibles de la Armada con el ala política, frases desafortunadas y voceros titubeantes sumados a una batería de datos emitidos a destiempo resultaron ser una acumulación de fallas en la información oficial que le terminan jugando en contra al presidente Mauricio Macri. Así, la (des)información oficial deja expuestos los errores del Gobierno en tiempos de crisis.
Los rescatistas de alta montaña sostienen que las primeras ocho horas posteriores de producida una tragedia o la pérdida de una persona son los momentos más valiosos que se deben aprovechar para salvar vidas o se lamentan para siempre. Los expertos en comunicación incorporaron hace tiempo este término para hablar de las "ocho horas de oro" que tiene un gobierno una vez conocido el principio de una crisis, sea cual fuere el tamaño o circunstancia de la misma.
Tanto con la desaparición de Santiago Maldonado como en el caso del submarino, el Gobierno no supo aprovechar en términos informativos esas "ocho horas de oro" tan valiosas para adelantarse a la prensa, brindar información precisa y llevar tranquilidad a los familiares de las víctimas. Por el contrario, una sucesión de errores se desataron en esas primeras horas y luego, la situación de confusión y desconfianza generada resultó difícil remontar para el Gobierno. Aguad estaba en Canadá cuando se enteró por Infobae de la desaparición del ARA San Juan y tardó más de ocho horas en reaccionar. En el medio de ello, la Armada intentó esbozar un esquema comunicacional de crisis que con cierta destreza argumental supo encarar el vocero militar Ernesto Balbi.
"No se entiende aun por qué Aguad se enteró por los medios de la desaparción del submarino cuando existe un director de Inteligencia Militar con más de 200 personas a cargo que debe informarle al ministro cada detalle anómalo que ocurre en las Fuerzas Armadas", dijo a Infobae un ex funcionario de Defensa que hasta hace unos meses trabajó de cerca con el ex ministro Julio Martínez. Se llaman "J4" y son los directores de inteligencia militar de cada fuerza que deben reportar al ministro. Pero Aguad parece no haber tenido información precisa de esos "J4". Queda una duda que abunda en el edificio Libertad y la Casa Rosada: quizás hubo información pero faltó "actitud colaborativa". Es una sutileza pero no un dato menor. Aguad pudo haber recibido los informes de la Armada pero nadie del ala militar le señaló cuáles eran los comunicados prioritarios y cuáles no. Hay quienes señalan en el Ministerio de Defensa que una eventual "falta de actitud colaborativa" de la Armada hacia el ministro pudo estar vinculada con la decisión de Macri de recortar presupuesto militar en el 2018 y dar de baja el proyecto de compra de cuatro lanchas de patrullaje de última generación a Francia o Israel como se había evaluado hace unos meses atrás. En tal caso, son mezquindades de la política o de la milicia que nunca están ausentes.
¿Aguad pecó de desconfianza ante sus subalternos, cometió errores por ignorancia o se dejó llevar por la soberbia? Las preguntas recorren hoy todo el espinel de la Casa Rosada en estricta reserva. Allegados al ministro de Defensa explicaron a Infobae que Aguad actuó bajo las ordenes estrictas de Macri y que la decisión de que sea la Armada la que informe y no el ministro se tomó desde el primer momento por parte del Presidente. "No hubo cortocicuito alguno y no lo hay con la Armada", justificó un funcionario de Defensa. No parece ser lo mismo que se vio en los hechos.
Ni siquiera Aguad reconoce el error de haber lanzado cuatro días despúes de la desaparición del ARA San Juan un tuit con la información falsa de los siete llamados que supuestamente provenían del submarino. "Se emitió desde Defensa un mensaje con verbos potenciales de esos llamados para evitar que los familiares se enteren por otros medios", dijo un allegado de Aguad. ¿Desinteligencia, inoperancia, falta de experiencia? Nadie responde. Pero el resultado quedó a la vista: pocas horas después la misma Armada desmintió que las siete llamadas fueran emitidas desde el submarino.
Macri apareció públicamente ocho días después de la desaparicición del submarino ARA San Juan. Se mostró junto a Aguad y al jefe de la Armada Marcelo Srur. Evitó hablar de culpables, buscó calmar a los familiares de los 44 tripulantes e intentó eludir fisuras entre la Armada y Defensa. Pero quizás el mensaje presidencial llegó tarde: la Armada y Aguad ya están envueltos en una pelea descarnizada, a esta altura los familiares están convencidos de que se les ocultó información y los últimos 20 años de desprotección a las Fuerzas Armadas parecen ser uno de los principales culpables de toda esta tragedia.
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A diferencia de lo que hizo Aguad ante el caso del submarino, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich pecó de exceso de protagonismo informativo con el caso Maldonado. Pero los allegados de la ministra justifican ese accionar en tres pilares: estaba convencida de que no había datos que involucraban a la Gendarmería en la desaparición del artesano, conocía la temática de seguridad a fondo y dejó que la Justicia actúe en forma paralela.
"En el caso Maldonado hubo una decisión directa de Bullrich de que haya una comunicación política de los hechos aunque el riesgo fuera la destitución de la ministra", admitió ante Infobae un allegado a Bullrich. Claro que hubo exhabruptos informativos desde el Ministerio de Seguridad en el caso Maldonado como enfrentarse en duros términos con el hermano de Santiago Maldonado que le terminaron costando caro incluso a Macri. Pero Bullrich corrió con cierta suerte a favor en este caso: en algunos pasajes de la crisis sus traspiés fueron opacados por los exabruptos del juez Guido Otranto, que culminaron con su apartamiento del caso.
Un secretario de Estado de mucho diálogo con Macri desechó de plano cualquier comparación entre el caso Maldonado y la desaparición del submarino en términos de comunicación oficial. "Se trata de dos cosas diferentes. En el caso del submarino dependemos de información de fuerzas extranjeras y de lenguaje técnico que hay que ser cautelosos de manejar. La comunicación se decidió llevar adelante con la Armada que son quienes conocen el tema y hasta ahora fue impecable", se atajó el funcionario ante una consulta de Infobae.
Es cierto que la ansiedad mediática argentina y la desesperación de los familiares jugó un rol central en estas crisis recientes que transitó el Gobierno. La prensa deberá hacer un meaculpa y una revisión urgente por cómo se cubrió en muchos casos la desaparición de Maldonado o la búsqueda del submarino. Muchos medios se hicieron eco de mensajes infundados lanzados por WhatsApp o de anónimos que circulaban en redes sociales como si fueran partes de prensa oficiales. Pero el Gobierno, que es actor central y responsable supremo, no parece haber tomado nota de las crisis pasadas o de ejemplos cercanos de otros países.
El especialista en temas de comunicación gubernamental Jorge Dell Oro está convencido de que "generar falsas expectativas o información falsa en una crisis termina jugando en contra de un gobierno". Más aun, Dell Oro recala en que hasta los detalles mínimos como dar una conferencia de prensa en una escalinata como fue el caso de Balbi o dejar en manos de los medios las infografías explicativas del caso pueden terminar costando caros en términos informativos a un gobierno.
Hacia el futuro inmediato, el Gobierno deberá aprender algo de la experiencia de Chile para encarar situaciones de crisis. Se mencionó reiteradamente el desempeño casi impecable de la comunicación oficial del ex presidente Sebastián Piñera en el caso de la crisis de los 33 mineros. Pero esa estrategia comunicacional no fue casual ni antojadiza. El terremoto del 27 de febrero de 2010 que dejó 300 muertos fue el primer shock de crisis que enfrentó Piñera. Allí tuvo que ajustar errores técnicos, unificó el mensaje, generó un "bloque informativo" -que no es igual a bloqueo de información- y aprendió de todo ello para más adelante. Casi seis meses después, el entonces presidente de Chile llevó adelante lo aprendido tras la crisis del terremoto. En agosto de 2010 se quedaron atrapados en la montaña durante 70 dias 33 mineros. El resultado estuvo a la vista del mundo: desde el color de las camperas de los rescatistas que también usó Piñera hasta la coordinación de la información y los grupos de asistencia a los familiares, cada detalle se cuidó al extremo en esa crisis chilena.
En España no pueden decir lo mismo que Chile con el caso del atentado de la estación de Atocha del M-11 en 2004, donde 150 personas perdieron la vida. El entonces presidente Felipe Aznar intentó manipular a la prensa alertando que el atentado había sido provocado por el grupo terrorista ETA. Pero el juez Gómez Bermudez puso en dudas aquellas aseveraciones del presidente y abrió una investigación que determinó que el atentado fue producto de un grupo yihadista. Nada fue casual: Aznar había jugado fuerte en la guerra de Irak contra el islamismo extremo y el terrorismo mundial le jugó una mala pasada, al igual que los votantes, que apenas tres días después del atentado rechazaron a su partido para continuar en el poder de España.
Barack Obama supo sortear muchas crisis con bastante destreza. En octubre de 2012 se abrazó a las víctimas del huracán Sandy, visitó las zonas devastadas en Nueva Jersey y consoló en los refugios a algunas de las personas que habían perdido sus casas y a seres queridos. Una semana después de esos gestos y de aquella catástrofe Obama ganó las elecciones y fue reelecto.
José Ignacio López, el ex vocero presidencial de Raúl Alfonsín, suele decir que más allá de los tiempos diferentes que le tocó vivir con el reinicio de la democracia y lejos del avance actual que había en 1983 en comparación con las nuevas tecnologías de hoy, lo importante en cualquier caso de crisis es que el gobierno mantenga una coordinación argumental en la información y evite las desinteligencias. Algunas de estas variables parecen haber estado ausentes en el gobierno durante los días actuales de crisis. Quizás sea hora de un replanteo en términos de manejo informativo en épocas de crisis para el macrismo.