En los últimos años, todas las discusiones públicas sobre temas importantes tuvieron un ingrediente novedoso: el accionar de los trolls en las redes sociales y medios digitales.
El término troll se remonta a las primeras épocas de Internet y denominaba a los usuarios que sólo por diversión o malicia buscaban arruinar las conversaciones. Para lograr este objetivo recurrían a la agresión y a la provocación, sus rasgos más notables.
Sin embargo, la inserción en el mundo de la política le dio nuevas características. Un troll pasó a ser una persona que administra una o varias cuentas en forma manual sin revelar su verdadera identidad, lo cual constituye la principal diferencia con un cibermilitante, es decir, una persona que defiende una ideología en las redes sociales.
A su vez, los trolls suelen operar en coordinación con cientos o miles de bots, que son cuentas que funcionan de forma automatizada. Estas no generan contenido propio pero replican y masifican un mensaje determinado. Suelen ser cuentas nuevas con poca actividad y que se siguen mutuamente.
Pero, ¿por qué se habla tanto de los trolls? Para comprender con mayor profundidad este fenómeno, Infobae consultó a cuatro expertos que explicaron las diferentes funciones que cumplen en el ecosistema digital.
Ensuciar conversaciones
En primer lugar, el troll genera un conflicto que desvía el foco de una cuestión. "Entra en un tema que se está discutiendo y genera mucho ruido, violencia y agresión. Termina rompiendo la conversación porque el volumen de intervenciones hace que se desvirtúe y se bloquee", explica Luciano Galup, consultor en comunicación y analista de redes.
Es una forma de decir ‘si hablás de determinado tema te vamos a volver loco’
Gracias a sofisticadas herramientas de "escucha activa", creadas originalmente para que las marcas puedan evaluar qué pensaban sus clientes sobre ellas, se puede detectar rápidamente cuando alguien habla de un tema determinado. Una vez definido el objetivo, los trolls pueden atacar con altos niveles de agresividad, respaldados en el anonimato. Para Jorge Gobbi, doctor en Ciencias Sociales y consultor en medios, "es una forma de decir 'si hablás de determinado tema te vamos a volver loco'".
Gobbi explica que el accionar troll también se va sofisticando. Desde usuarios con cierta personalidad que funcionan como capitanes que focalizan a quién hay que atacar para luego "dar la señal de largada" a los bots, hasta perfiles que sistemáticamente le piden a quienes hacen críticas políticas que muestren las pruebas que tienen para decir algo y que si es un delito hagan la denuncia formal. "No parece tan agresivo, pero intenta buscar que no opines porque no cumplis con el alto estandar que plantean", ejemplifica.
En la misma línea, Galup subraya que el hostigamiento es una forma de incentivar la autocensura. "Se nota mucho cuando hay un periodista que dice algo diferente a la audiencia que tiene construida históricamente. Se produce entre sus seguidores ciertos niveles de indignación", afirma. Si bien medir la autocensura es casi imposible, se puede especular que el miedo a los ataques podría tener cierto peso a la hora de intervenir en la discusión pública.
Instalar agenda
En segundo lugar, los trolls pueden instalar un tema propio o sumarse a la conversación de un núcleo reducido que le interesa en términos temáticos. Una vez que intervienen en un debate, coordinan su accionar con bots que replican esos mensajes para darle volumen y generar tendencias. Por ejemplo, si bien generar un trending topic en Twitter depende del nivel de actividad, en muchos casos unas 1000 a 5000 menciones pueden ser suficiente. "Lo que sí necesitás es que haya autoridad (usuarios con muchos seguidores) dentro de la conversación. Podes hacer 50 mil tuits sobre un tema y que no haya tendencia porque las cuentas que retuitean no tienen peso y alcance", aclara Galup. De ahí la práctica de arrobar (mencionar) a personas famosas con la intención de que se sumen a la conversación y le den más legitimidad. La dinámica del troll generalmente es empujar una conversación en una dirección a la espera de que más gente se sume orgánicamente.
Generar o disputar sentido
Según Esteban Dipaola, doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet, otra función de los trolls es producir sentido, ya que con su accionar logran definir situaciones, acciones o modos de participación en la sociedad. Por eso, señala que la discusión no debe pasar por la falsedad o veracidad de lo que dicen los trolls. A modo de ejemplo argumenta que "si resultara que la Cheta de Nordelta era un chiste, su viralización igualmente ya produjo un efecto de realidad y generó un montón de sentidos". Para Dipaola, la clave está en poder producir otro tipo de interpretaciones de la realidad que contrarresten eso y "no caer en la denuncia moral, de que esta mal porque mienten".
Luciano Galup, por su parte, sostiene una posición algo diferente. Plantea que la mayoría de las acciones no buscan disputar un sentido con un oponente porque suelen quedar reducidas a la propia comunidad."Es raro que hables con alguien que ya no piense parecido, va más por el lado de darle línea y ordenar la tropa propia y así evitar que otra agenda avance sobre tu espacio", dice.
Difundir noticias falsas
Las sociedades muy polarizadas como la argentina, la norteamericana o la española (sobre el tema Catalunia) tienden a favorecer la circulación de información falsa y los discursos binarios. Los trolls son el vehículo ideal para motorizar fake news, especialmente cuando se combina con la compra de publicidad para aumentar el alcance de la difusión.
¿Quiénes son los trolls?
Guillermo Vagni, director de Políticosenlasredes.com, asegura que identificar una operación de trolls es muy fácil. Para eso se utilizan herramientas de Big data, entre las que se destacan las que son "partners" (asociados) de Twitter o Facebook porque brindan toda la información necesaria. Sin embargo, atribuirle un responsable es mucho más complejo ya que requiere investigar la actividad pasada de cada cuenta.
De hecho, Vagni realizó recientemente un estudio que reveló que Marcos Peña es la palabra más asociada a la categoría ´troll´. "Hay muchos informes sobre la Subsecretaría de Vínculo Ciudadano, donde hay 30 empleados que hacen acciones en redes, que muchos creen que ese es el famoso trollcenter. Yo fui asesor y trabajé ahí, y no había ningún interés en generar este tipo de operaciones. Hacíamos desde los videos de Casa Rosada hasta escucha activa sobre los problemas que la gente más comenta en cada provincia", asegura.
Sin embargo, el consultor señala que igualmente se pueden encontrar muchas operaciones de trolls en beneficio del Gobierno. "Nos ha pasado, trabajando en campaña, que hemos identificado acciones a favor nuestro y no sabíamos de dónde venían; era un dolor de cabeza", recuerda.
Su explicación es que existen grupos que "que quieren quedar bien con vos" o que "se ven con algún funcionario en la semana y le presentan un informe con el impacto de la acción que hicieron", también lo hace consultoras que desean mostrar su poder de fuego para luego vender un servicio.
"Hay funcionarios que tienen sus propios equipos de trabajo y muchas veces en la tentación por defender su bandera dejan mal parado a todo el gobierno. Una acción descoordinada termina siendo contraproducente, además fácilmente identificable y repudiada por la sociedad", concluye Vagni.
No obstante, también reconoce que el Gobierno tiene la capacidad material para ponerle un freno y no lo hace. "Se los puede identificar como cuando encuentran a alguien que amenazó en las redes al presidente, pero quizás no lo hacen porque creen que también les sirve", concluye. Lo cierto es que todos los partidos grandes parecen tener trolls o encargar operaciones.
Los trolls prefieren Twitter
La red social del pajarito es el lugar donde más actúan los trolls. Esto se debe a que, más allá de que tiene muchos menos usuarios que Facebook o Instagram, se ha afianzado como un nicho con usuarios que buscan y difunden información. Se articula bien con las rutinas productivas del periodismo digital porque es rápido, de fácil acceso y sin costos. Como destaca Luciano Galup, es donde están los líderes de opinión, los periodistas, los productores de radio y televisión. "Es una especie de ´círculo rojo´ de la opinión, y si uno gana discusiones ahí no se hacen masivas pero permean en la sociedad a través de estos difusores", asegura. Además, su estructura abierta es muy vulnerable a las iniciativas coordinadas. Si bien Twitter controla que una misma IP (dirección electrónica) no genere muchos usuarios, es relativamente fácil ocultarla usando redes virtuales privadas o Tor (navegador anónimo).
¿Es una tendencia en ascenso?
El futuro de los trolls es incierto y no hay acuerdo entre los especialistas consultados. Por un lado, están quienes señalan que es algo que antes no era visto como un problema pero ahora se ha vuelto un tema controvertido. El fuerte debate en Estados Unidos sobre el accionar de trolls presuntamente rusos durante la campaña en favor de Donald Trump y la masiva difusión de noticias falsas son un claro ejemplo. Según Galup, el mismo sistema político le va a demandar mayores controles a las redes, que deberán ceder en algo y autorregularse para evitar cualquier tipo de intervención estatal.
Por su parte, otros también coinciden en que se ajustarán los controles pero intuyen que los modos de intervención se volverán cada vez más sofisticados. "Probablemente en un par de años habrá un montón de cuentas falsas que ni siquiera van a ser atendidas por alguien real sino que van a generar automáticamente sus propios mensajes a partir de sistemas de Inteligencia Artificial, como cuando charlas con Siri en el iPhone o el Google assistant", explica Gobbi.