Reformas con la marca de las urnas: las crisis del PJ y el vértigo de Macri

El Presidente impuso la agenda y también los tiempos del acuerdo. Los gobernadores articularon la negociación con otras fuerzas, pero no evitaron las fisuras. En Buenos Aires, Vidal se fortalece y el peronismo busca recomponerse. ¿Poskirchnerismo?

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Mauricio Macri reunido con gobernadores
Mauricio Macri reunido con gobernadores en Casa Rosada

La política comenzó a traducir en la práctica los resultados electorales. Algunas postales: Mauricio Macri junto a 19 gobernadores, 3 vices y el jefe porteño firmando la intrincada reforma fiscal; María Eugenia Vidal, exultante, celebrando la reconquista de fondos millonarios que alimentarán la obra pública. Del otro lado, los jefes provinciales colocados en el centro de un peronismo que cruje, aún lejos de un andar como bloque. Y un PJ bonaerense que busca renovar su conducción para inaugurar lo que algunos de sus intendentes denominan la etapa "poskirchnerista".

Son imágenes fuertes, parte de una película que, además, necesariamente proyecta otras secuencias de acuerdos. Recién se está cumpliendo un mes desde las elecciones y el efecto de las urnas es precisamente el capital que el Gobierno decidió explotar sin demora, a toda velocidad: lo sabían de antemano los jefes provinciales del PJ, en medio de movimientos para tratar de acomodar las fichas en el tablero interno. Lo registran también los intendentes peronistas.

La provincia de Buenos Aires expone otra dimensión el mismo cuadro. La derrota de Cristina Fernández de Kirchner supone para muchos jefes locales que es hora de poner el guiño y recorrer hacia 2019 un camino propio y alejado del kirchnerismo. El modo de posicionarse frente a la ex presidente es un punto y también lo es la manera de relacionarse con la gobernadora desde la oposición. Se trata de un recorrido complejo, con paradas a veces muy singulares.

Un importante funcionario de Vidal fue abordado amablemente por el peronista Fernando Espinoza en el atardecer del jueves último, un rato después de que se firmara el acuerdo fiscal. El ex intendente de La Matanza –socio central de la movida para sustentar la última creación electoral de la ex presidenta- le planteó la necesidad de ser parte activa de las conversaciones entre la gobernadora y la oposición.

Unas horas más tarde, en la medianoche, comprobaba que estaba en camino de salida como titular del PJ provincial.
Es otra postal política. Espinoza ejercía una conducción debilitada, capaz de abandonar la marca partidaria para asociarse como sostén de Fernández de Kirchner en Unidad Ciudadana, nombre ideado como fruto de cierto marketing electoral. El mes transcurrido desde el comicio alcanzó para que advirtiera la endeblez de su ensayo para seguir al frente del PJ bonaerense: el grueso de los intendentes decidió otra cosa. Se quedó sin respaldo incluso entre intendentes cercanos del sur del Gran Buenos Aires, cuando los de la otra poderosa sección electoral, la del norte del GBA, le habían bajado el pulgar. El elegido para enfrentarlo ya era Gustavo Menéndez, de Merlo.

Antes, hace menos de una semana, Espinoza había convocado a legisladores peronistas para definir posiciones frente a un paquete de leyes vitales para Vidal. También allí quedó en soledad. En La Plata, venían tejiendo con diputados y senadores provinciales, además de jefes municipales: el más expuesto fue Martín Insaurralde. Pero el intendente de Lomas de Zamora no es el único que habla con el jefe de Gabinete provincial, Federico Salvai, y tiene trato cordial con la gobernadora. Son muchos.

Vidal jugó fuerte en la provincia y tal vez más en el frente nacional. Se aseguró unos 40.000 millones de pesos el año que viene y 65.000 millones en 2019 –año electoral- a cambio de bajar su demanda ante la Corte Suprema por el Fondo del Conurbano. No fue un tema fácil para el resto de los gobernadores, incluidos los oficialistas. Y el impacto de ese desenlace opacó, casi borró de la lectura política, su logro de apenas dos días antes en la Legislatura provincial: la aprobación del Presupuesto, del endeudamiento –esto con mayoría especial de dos tercios de los votos-, de su reforma impositiva y del recorte de gastos de la propia Legislatura, calculado en alrededor de 2.500 millones de pesos.

La gobernadora también apostó con el capital político ampliado por el triunfo electoral. Frente a Vidal, los intendentes peronistas, y en particular los del GBA, operan en función de las necesidades colectivas, pero cada uno de ellos también se mueve de acuerdo con los reclamos específicos.

¿Qué es mejor para negociar: un peronismo fracturado o un peronismo reorganizado, con autoridades que unifiquen y representen el entramado de jefes locales? "Nosotros, hasta ahora, nos manejamos hablando con todos y pudimos sacar las leyes necesarias. Es un tema de ellos, que tienen que definir sus liderazgos. No nos fue mal así", responde, pragmático, un negociador privilegiado del gabinete de Vidal.

Está claro que por múltiples razones el cuadro no puede ser proyectado de forma lineal a la relación del Gobierno nacional y los gobernadores, aunque algunos mecanismos y reflejos son similares o al menos de parecida naturaleza.

Los gobernadores tratan de jugar diferente hacia afuera y hacia el interior del peronismo. La mayoría viene colocando a la ex presidente en el rubro del pasado, aunque en algunos casos los complique. La mitad de ellos, siete sobre catorce, ganó en sus distritos y casi todos apuntan a consolidar su peso legislativo, sobre todo en el Senado.

No se trata, claro, de un conglomerado sólido, aunque tiene capacidad para articular con los jefes de fuerzas provinciales, que manejan otros cinco distritos. No es poco, ni fácil. Las reacciones como conjunto son matizadas, por momentos contradictorias. Y los vaivenes no remiten a divisiones entre ganadores y perdedores de octubre o entre aliados y críticos de Macri, sino a dificultades para compaginar intereses. Pudo verse de entrada en las intensas negociaciones por la reforma tributaria.

La fueguina Rosana Bertone (peronista, de mal resultado en octubre y de buen trato con el Gobierno), el sanjuanino Sergio Uñac (peronista, ganador, de buena sintonía con la Casa Rosada), el mendocino Alfredo Cornejo (radical de Cambiemos), Omar Gutiérrez (del Movimiento Popular Neuquino, también de relación fluida con el oficialismo) y el tucumano Juan Manzur (peronista, ganador y con vaivenes en la relación con los funcionarios nacionales), todos ellos, reaccionaron por su cuenta y en velocidad frente a puntos de la reforma que podían afectar las producciones de sus provincias.

Después, la mayoría compartió posiciones fuertes a la hora de cerrar trato sobre las compensaciones para levantar las demandas contra el Estado nacional. Una nota por encima estuvieron el pampeano Carlos Verna, el formoseño Gildo Insfrán –más preocupado por lo que cuente Alejandro Vandembroele ante la Justicia- y la catamarqueña Lucía Corpacci, que expresaron posiciones más duras y distantes con el Gobierno. Pero todos terminaron firmando el acuerdo con Macri.

¿Cuánto hubo de convencimiento o de inevitable adhesión a las posiciones mayoritarias? Difícil establecerlo, aunque parecen evidentes dos cuestiones: la primera, el reforzado poder político de Macri –"No se puede desairar al Presidente", fue una frase repetida aún en los momentos de mayor tensión-; y la segunda, la desarticulación del conjunto de gobernadores del PJ como cuerpo, en parte –significativa- como herencia del tipo de relación con el poder central en la era kirchnerista.

Esa etapa terminó de desarmar entre el grueso de las provincias el concepto de cuerpo federal, o de liga de un solo color político, y hasta la idea de bloques regionales.

Macri impuso la agenda e incluso los tiempos, a pesar del pedido de bajar la velocidad para tratar al menos algunos puntos. Negoció por vía del ministro Rogelio Frigerio y funcionarios de Hacienda. La sensación entre gobernadores fue de cierto alivio, para algunos de "empate". Quedaron temas pendientes para tratar, además de la traducción efectiva de algunos puntos del acuerdo, entre ellos la nueva fórmula para el reajuste de jubilaciones, que sería trimestral y algo por encima del acumulado de inflación, según el compromiso firmado el jueves.

En los planes del Presidente, todo, junto al Presupuesto y el paquete laboral, debería ser tratado antes de que finalice el año. Es decir, ajustando el temario en las semanas previas y posteriores al recambio de diputados y senadores. No sobra el tiempo.

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