Vandenbroele, ayer, al ingresar al despacho del fiscal Jorge di Lello
La negociación empezó a acelerarse a partir del viernes 3. Alejandro Vandenbroele había intentado un acercamiento un mes atrás. Estaba muy presionado, en especial por el entorno de un empresario que habría participado del salvataje financiero de la ex Ciccone. Ese viernes, el juez federal Ariel Lijo mandó a detener a Amado Boudou y a José María Núñez Carmona, su socio más íntimo, por ser los cabecillas de una asociación ilícita destinada a lavar dinero, en el marco de la investigación por enriquecimiento ilícito.
La detención del ex vicepresidente y su amigo y la acusación por lavado de dinero alertaron al abogado monotributista, a quien le habían confiado en todos estos años, según pudo reconstruir este medio, que al final obtendría solo una sentencia leve. Que serían pocos años. Y que, en consecuencia, no valía la pena hablar.
Ese mismo viernes 3, la ministra Patricia Bullrich embarcaba en avión rumbo a unos días de descanso. Antes de irse, le encomendó a un colaborador de confianza que había que redoblar esfuerzos para sentar como arrepentido al supuesto testaferro del ex vicepresidente. Cuando empezó el escándalo Ciccone, Bullrich, por entonces diputada de la oposición, había intentando acercarse a Vandenbroele, sin éxito. El kirchnerismo estaba en auge en el poder.
La primera vez que el monotributista y rostro visible de la misteriosa sociedad The Old Fund se sentó a negociar para eventualmente entrar al Programa de Protección de Testigos e Imputados al que ayer finalmente se acogió fue hace más de un mes. Lo habló en un country de la zona norte del conurbano bonaerense con un amigo que conoce desde hace al menos dos décadas, y que a su vez es conocido del estrecho colaborador de Bullrich. Vandenbroele desapareció a los pocos días. Nunca más contestó. Hacía tiempo que se había recluido en la casa en la que al menos hasta esta semana vivía en Mendoza. Hacía años que había dejado de frecuentar el departamento de su madre de la calle Quirno Costa, en el barrio porteño de Palermo, allanado al inicio de la investigación por Ciccone.
Con Boudou y Núñez Carmona en prisión, hace poco más de una semana, y ante el pedido de la ministra, Vandenbroele volvió a hablar con su amigo. Las detenciones, la resolución de Lijo por lavado de dinero y las incesantes presiones hicieron cambiar de parecer al monotributista. Abogado, conoce de derecho. Empezó a sentir más temor por su familia y ante la posibilidad de una condena más dura. Lo aterraban no solo las amenazas, de las que incluso creyó, según confiaron en su entorno, que podían llegar a materializarse. Sino hasta cuestiones más superficiales, como perder la ciudadanía europea.
La semana pasada, Bullrich adelantó el regreso de su descanso. Se reunió en secreto con el supuesto testaferro de Boudou. Negociaron términos. Habría pedido plata. Custodia. Condiciones para hablar. En la tarde de ayer, entró al final al programa de protección de testigos, en las oficinas del quinto piso de la fiscalía de Jorge di Lello.
Los tiempos judiciales y políticos no conocen de casualidades. Vandenbroele podría no solo ventilar detalles de la trama secreta del negocio de la ex Ciccone y de la renegociación de la deuda formoseña, de la que participó irregularmente la sociedad The Old Fund, que complicarían a Boudou y a Núñez Carmona, que en la primera audiencia del juicio oral y público, hace poco más de un mes, se saludó en buenos términos con el monotributista.
El abogado podría además implicar aún más al ex titular de la AFIP, Ricardo Echegaray. Al gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, y a funcionarios provinciales, como Martín Cortés, del Banco de Formosa. Y a un poderoso empresario que habría sido vital en la trama de la ex Ciccone y que figura desde hace mucho tiempo en la lista de indeseados de Mauricio Macri.