Marcelo Larraquy: "Los ex guerrilleros me hablaron con mucha libertad, como diciendo 'ya pagué por esto, ahora lo puedo contar'"

“Un país a punto de estallar”: el nuevo libro del periodista e historiador reconstruye la violencia política del período previo al regreso de Perón, lo que contribuye a explicar por qué no fue posible pacificar el país

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"Perón vuelve muy limitado, el mundo de la Tercera Posición no existe más", dice Marcelo Larraquy en charla con Infobae sobre su último trabajo en el que- como en Fuimos soldadosvuelve a dar voz a los protagonistas de las organizaciones armadas, en este caso para relatar el período 1971-73, la etapa en la cual la dictadura de Lanusse, tras fracasar todos los intentos de normalización con exclusión del peronismo, empieza a preparar su retirada y a condicionar a la futura democracia y al general exiliado, líder ineludible de la etapa.

"La movilización del peronismo por el regreso casi llega a destiempo, cuando están mucho más acelerados los tiempos del enfrentamiento de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética", dice el autor.

A través de una veintena de entrevistas con miembros de Montoneros, FAL, FAR y ERP, Larraquy elabora un cuadro de una etapa que fue de altos niveles de violencia, opacados quizás por la masividad de la represión ilegal que desató la dictadura de 1976, y que permite entender los condicionamientos que pesaron sobre la apertura democrática de 1973, esa dinámica imparable de las luchas entre facciones que preanunciaba la tragedia.

El disparador del libro fue el llamado "Devotazo", la salida en masa de todos los presos políticos el mismo día de la asunción del presidente Héctor Cámpora, sin esperar su amnistía. Partiendo de ese hecho, el autor se remonta al surgimiento de las organizaciones armadas, a las operaciones y atentados guerrilleros, a la represión -ya en muchos aspectos ilegal aunque no de modo sistemático- y a la pulseada Perón – Lanusse.

El ERP quería arrebatarle una victoria al gobierno ‘burgués’

— ¿Fue una sorpresa descubrir que había una historia en el tema de la salida de los presos en el 73? ¿Había algo más ahí, una intencionalidad?

— Había una disputa interna entre Montoneros y el ERP. Recordemos que llevaban 2 ó 3 años en prisión la mayoría de los detenidos por acciones que fueron realizando en el año 1970, 1971, y de alguna manera los habían unido mucho los fusilamientos de Trelew cuando ERP y Montoneros organizaron una fuga de la cárcel de Rawson. Lo que no quería el ERP era que la libertad de los presos se la regalaran, que salieran graciosamente por un mandato de Cámpora sino que querían arrancarle la victoria al gobierno "burgués" -así lo identificaban- que acababa de asumir. Montoneros formaba parte de alguna manera del proyecto de gobierno, entonces no podía romper con la idea de Cámpora de un indulto o una amnistía. Tampoco es que estuviera tan articulado lo que se iba a hacer con los presos. No había una decisión ya tomada, se pensaba que podían salir un par de días después con una amnistía o que los jueces los fueron liberando. Entonces, el "Devotazo" básicamente lo produce el ERP.

— ¿Cómo se dio?

— Después de que Cámpora dio su discurso, que terminó a las 2, 3 de la tarde, la consigna fue ir a liberar a los presos. Era una consigna generalizada, incluso de la campaña de Cámpora: "Ni un día sin presos políticos". Se la tomó literalmente, casi como parte de los festejos del triunfo popular. Pero el ERP ya tenía la intención de diferenciarse del gobierno de Cámpora y la primera diferenciación era: no nos regalan la libertad, la conquistamos.

— De hecho había un desafío al nuevo gobierno desde antes incluso de su asunción el 25 de mayo. Después de las elecciones ellos ya perpetran un par de secuestros, para presionar…

— Sí, el ERP, temiendo que sucediera lo de Trelew, es decir que hubiera una nueva masacre o que no se entrega el poder. No había mucha claridad de lo que podía suceder, hasta las elecciones estuvieron en riesgo un par de semanas antes, y se barajó una nueva proscripción del peronismo también; no fue una transición sencilla la del 73. Entonces el ERP secuestra a un contraalmirante, Aleman, y al jefe de la Gendarmería, Nasif, para tenerlos retenidos. Al principio pensaron canjearlos por los presos pero finalmente los liberaron un mes después.

— En tu libro hay muchos testimonios de gente que tuvo protagonismo en esa época. ¿Hay una actitud de agarrarse un poco la cabeza y decir "qué delirio"? Sobre todo por el hecho de no deponer la lucha armada, de no darle tregua al nuevo gobierno.

— Sí, más que nada el ERP. La violencia de Montoneros va contra al peronismo, la ortodoxia peronista, la derecha peronista, la Triple A. Montoneros entró en la pelea dentro del peronismo y el ERP frente a las Fuerzas Armadas. El ERP tenía una posición rara: no enfrentar al gobierno de Cámpora pero sí a las Fuerzas Armadas, como si las Fuerzas Armadas no dependieran del gobierno, del Poder Ejecutivo. Entonces hacen el copamiento en Sanidad en septiembre del 73. Hoy muchos de ellos lo ven como un error, porque consideran que eso le dio motivos al enemigo, como lo llaman, para avanzar sobre la organización.

— Es difícil relacionar el asesinato de José Ignacio Rucci, el jefe de la CGT, con un enfrentamiento contra la Triple A.

— No, no, eso fue una pelea sindical, dentro del enfrentamiento de Montoneros con la ortodoxia y se dio como una respuesta a los hechos de Ezeiza. Y eso para Montoneros fue tan negativo que todos los grupos de la ortodoxia, el sindicalismo y demás, se unificaron en su contra.

— El primer hecho que produce Montoneros, cuando era un grupo aún desconocido, es el secuestro y asesinato de Aramburu, y varios de los testimonios en el libro dicen "teníamos que salir a hacer otra cosa para que no se pensara que éramos un grupo trucho, para mostrar nuestra existencia". Me llamó la atención, por las muchas teorías en torno al surgimiento de Montoneros y la elección del blanco, que algunos dicen fue promovido en las sombras por la interna militar, dado que Aramburu en ese momento habría estado en negociaciones con Perón.

— Yo no trabajé en este libro específicamente todas esas versiones, pese a que las conozco: la elección del blanco, si les facilitaron o no la inteligencia por parte de algún sector militar… Es una versión que circula desde hace casi 50 años, desde su propia gestación. Lo que dice el Documento Verde de Montoneros es que después de asesinar a Aramburu tenían que hacer algo de resonancia más popular, que va a ser la toma de La Calera. A partir de ahí la policía, los militares, todo el mundo se entera de quiénes son. También poco después caen sus jefes, Fernando Abal Medina, después Sabino Navarro, que era el jefe de una federación de grupos montoneros del interior, después queda Mario Firmenich al mando. Pero de hecho Montoneros queda desarticulado o desorganizado durante casi dos años, cosa que también me sorprendió. ¿Cuándo se da el proceso de masividad de Montoneros? Con la campaña del "Luche y vuelve", con el regreso de Perón. Ahí Montoneros toma el mando de alguna manera. No es a partir de lo de Aramburu sino por el regreso de Perón. Diría en junio del 72 con la reunificación de la juventud peronista de la mano de Rodolfo Galimberti.

Líderes montoneros: (de izq a der) Roberto Quieto, Mario Firmenich, Rodolfo Galimberti y Fernando Vaca Narvaja
Líderes montoneros: (de izq a der) Roberto Quieto, Mario Firmenich, Rodolfo Galimberti y Fernando Vaca Narvaja

— Pero en esa masificación de Montoneros, incidió también la incorporación masiva de los jóvenes de clase media a la política, porque los que ingresaron a Montoneros fueron esencialmente sectores medios.

— Sí, también facilita eso el poder militar, el autoritarismo militar. El hecho de no poner fecha de elecciones. La proscripción de Perón. Era un gobierno sin salida y que después de los fusilamientos de Trelew, en agosto de 1972, generó mucho más rencor y mucha más vocación por la militancia.

— También Lanusse demorando la transición con todas esas triquiñuelas que a la larga complicaron la situación.

— Sí, especulando con que Perón no iba a volver al país y que si no venía Perón, él con algunos sindicatos podía tener alguna gravitación electoral. Creo que hay un quiebre en la credibilidad de Lanusse con los fusilamientos de Trelew. Pese a que habían comenzaron las primeras desapariciones en 1970, 71, y tenían mucho impacto en la sociedad, como Luis Pujals del ERP en septiembre del 71, secuestrado en la calle en el barrio de Belgrano. Ese caso estuvo en las tapas de los diarios durante quince, veinte días. Ahí también las clases medias vieron que era un gobierno que además de las torturas empezaba a producir las primeras desapariciones.

— Estuvo también el caso de aquella maestra…

— Claro, Norma Morello.

— Que fue muy publicitado.

— Sí. Fue secuestrada en noviembre del 71 en Corrientes, trabajaba con un sacerdote tercermundista, Alberto Devoto, obispo de Goya, y en las ligas agrarias, como alfabetizadora, y la tuvieron secuestrada cuatro meses. El caso salió en el New York Times. Eso, más el cierre electoral, más la imposibilidad de la actividad política, más la no generación de un espacio de expresión para la juventud fue creando un caldo de cultivo que se empezó a agitar con el regreso de Perón.

— Me llamó la atención un testimonio que caracteriza a Santucho como un líder más bien mediocre. De hecho, fue un personaje algo oscuro, sin mucha vida pública. Algo similar pasó en Montoneros, donde el ascenso de Firmenich se da un poco por la fuerza de las circunstancias, por las caídas sucesivas de otros jefes. Y también él termina siendo jefe de una organización de miles de cuadros que prácticamente no lo conocen.

— Lo que pasa es que la clandestinidad da ese poder. En una mesa chica, y si sos el jefe en una organización cada vez más militarizada, una conversación es una orden. No es un acuerdo democrático, o una asamblea de fábrica. Es una política de disciplinamiento interno que queda en manos de Firmenich. Montoneros en la primera etapa, por lo menos cuando Sabino Navarro va al interior, les daba libertad táctica a todos estos grupos para accionar, según sus propios recursos, organización y conflictos. Eso con Firmenich desaparece porque es una conducción centralizada que tiene a Galimberti como el contacto con Perón. Montoneros, la conducción, va a tener un control interno cerrado de toda esa movilización popular.

Así era la política de ese momento: se secuestraba al dueño de un diario para avisar que se iba a ser democrático…

— ¿Con Santucho pasa algo parecido?

— Más o menos lo mismo. El ERP era una organización de la clandestinidad. Igual Santucho tendrá muchos conflictos internos que detallo en el libro, básicamente con Víctor Fernández Palmeiro que empieza primero por una cuestión táctica, de no mandar a los cuadros "al muere" sino de formarlos. Luego Fernández Palmeiro llama a votar a Cámpora. A su manera, secuestrando al dueño de Crónica, Héctor García, para que le publicara el comunicado en el diario. Así era la política de ese momento: secuestrar al dueño de un diario para avisar que querés ser democrático… Pero en síntesis, el gran problema del ERP era qué hacer frente al peronismo. Ellos caracterizaban a Perón como burgués, pero las masas a las que el ERP quería llegar eran del peronismo. Hay un gran debate en el ERP en torno a qué hacer en las elecciones y gana la postura de Santucho de no votar.

La pelea interna del peronismo va generando mucha más violencia y todo el conflicto, social o político, en la Argentina es encuadrado en la Guerra Fría

— Un tema poco mencionado al analizar este período es el contexto de un mundo dividido en dos bloques. O Perón era un líder burgués y entonces terminaba siendo pro imperialista o tenía que hacer una revolución al estilo de Cuba o de Chile y eso iba a terminar mal también porque no sería tolerado. Ese contexto tan difícil casi siempre es olvidado.

— Sí, Perón viene muy limitado, el mundo de la tercera posición no existe más prácticamente. O de los movimientos no alineados. Ese escenario 73/74 después se acaba, Libia con Khadafi, Cuba, etcétera, son los intentos de los primeros meses del peronismo. Después del golpe de Chile, Perón advierte que no hay espacio posible que no sea Estados Unidos. Además, la pelea interna del peronismo va generando mucha más violencia y todo el conflicto que se da, social o político, en la Argentina es encuadrado en la Guerra Fría. Es decir, si un obrero hace una huelga es visto…

— Como comunista.

— Es comunista. Va en cana por una nueva ley represiva y está atentando contra el hemisferio occidental. Contra el modo de vida, contra la cultura. La movilización de Montoneros, de la izquierda peronista o del propio peronismo por el regreso de Perón casi que llega a destiempo, cuando están mucho más acelerados los tiempos del enfrentamiento de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética y tampoco Estados Unidos va a permitir una democracia en Latinoamérica, ni siquiera un socialismo que llegue al poder de manera democrática. Sólo se admite a dictadores latinoamericanos formados por ellos, como sucedió.  

— ¿Qué le deja este libro a quien lo lee?

— Bueno, a mí el libro me sorprendió. No esperaba tanto del tema, no esperaba encontrar tanta información. Me gustó hacerlo porque une la prosa con la entrevista y en testimonios con mucha profundidad y dinamismo. El libro tiene el eje de la acción, de la cárcel, de las caídas…

— De las operaciones, algunas espectaculares.

— Yo en cierto modo me sorprendía. Me permitió entender cómo todo eso desemboca en Devoto. El libro en realidad lo pensé a partir del "Devotazo", que me parecía medio corto, pero al escuchar las historias de la gente que salió de la cárcel el 25 de mayo, tirando el hilo hacia atrás, se pudo reconstruir el origen de la guerrilla en la Argentina.

— Decís que a Lanusse se le abrió un frente, que la cárcel constituyó otro frente del conflicto. Sumado a Perón, el peronismo, los sindicatos…

— Sí, porque la guerrilla en ese momento tenía mucha legitimidad. Los secuestros y torturas habían tenido muchísima resonancia en la población en general. Además, veníamos de movilizaciones sociales populares muy fuertes como el "Rosariazo", el "Cordobazo".

— Sí, y años de proscripción también, que generaban una mística.

— La proscripción del peronismo distorsionó todo el sistema político del 55 en adelante. Los militares ni siquiera soportaron una democracia proscriptiva como la de Frondizi o la de Illia. Fueron cerrando todos los caminos. Y todo eso terminó siendo una base de argumentación política para las acciones armadas. Por eso el libro se subtitula Un país a punto de explotar. Creo que es un libro que se lee rápido. Los testimonios permiten entender mejor la época. Fuimos soldados también tiene esa tónica pero estaba hecho en off the record. En este libro todos los testimonios y entrevistas son en on.

— Eso es interesante, porque hablan muy francamente de cosas que han hecho, algunas bastante terribles, hay que contextualizarlas por supuesto, pero son testimonios bastante sinceros.

— Sí, son muy sinceros. No quiere decir que no sean dolorosos. Pero bueno, es gente que también estuvo muchos años presa, algunos durante toda la dictadura militar, entonces eso les da la libertad para decir "yo ya pagué por esto; ahora lo puedo contar.

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