Julio De Vido siempre supo que la lealtad es unilateral. Va y no siempre vuelve. Y hoy, en una jugada tramposa, el Frente para la Victoria lo abandonó y para siempre. El ex ministro de Planificación ya está preso y arranca un nuevo camino.
La ex presidenta Cristina Kirchner nunca lo vio como un miembro de la mesa chica. Ni siquiera como un amigo de la familia. Por ejemplo, para Máximo Kirchner, De Vido respondía a otros intereses y su diálogo con quien fuera el hombre de confianza de su padre era nulo.
La particular relación de la ex familia presidencial con quien fue su empleado durante 27 años es algo inentendible: De Vido nunca los traicionó, nunca dijo "no" a ningún designio K y aun así siempre fue resistido por la mesa chica, la que nunca integró. Las cosas se complicaron cuando Néstor Kirchner falleció. De Vido sabía que CFK no lo quería y que nada iba a ser fácil. Ni siquiera Alessandra Minnicelli, su esposa, quien además fue funcionaria nacional como miembro de la SIGEN al comienzo de la gestión, pudo construir una buena relación. Directamente no hubo relación.
Hubo dos momentos claves de los que De Vido no pudo reponerse anímicamente pero, por alguna razón, siguió adelante. Presentó la renuncia en dos oportunidades y por motivos personales. La primera se dio cuando su cuadro de diabetes se complicó y pasó a ser insulino dependiente. Cristina no le aceptó la renuncia y le pidió que se quedara. El segundo episodio sucedió cuando falleció Facundo, el hijo de Minnicelli con su anterior pareja. Facundito, como le decía Julio, falleció a los 18 en un accidente vial en Río Gallegos. Ahí De Vido renunció de nuevo y CFK tampoco se la aceptó. Desde ese momento nada fue igual.
Hoy el kirchnerismo lo desconoció de manera letal. Para algunos, no es casualidad. De Vido nunca formó parte de la mesa chica de Néstor Kirchner y mucho menos de la de Cristina. Siempre fue así, pero ambas partes entendieron el contrato. De Vido era un empleado con ciertas libertades, un "ejecutador". Hace algunas semanas CFK dijo que no ponía las manos en el fuego por él. El ex ministro entendió lo que se venía.
"Mi carrera política empieza cuando comienzo a trabajar en ENTEL. Yo entré en el año 72. En el 73 me afilié al justicialismo y fui delegado de mi sector en la sección de arquitectura de ENTEL. Trabajé intensamente hasta el 76; obviamente en el 76 pasamos a una suerte de ostracismo de la actividad política. Ese año empecé a viajar a Santa Cruz para hacer obras de centrales telefónicas de ENTEL. Estuve en Chubut y también en Córdoba. En el 82, me fui a vivir a Santa Cruz y en ese momento Kirchner lanzaba su línea política para la gobernación de la provincia. Abrió un local partidario cerca de donde yo vivía y me acerqué y empecé a trabajar con él. Eso resultó en todo lo que vino después", explicó De Vido a este cronista, en uno de los pocos reportajes que dio contando sus inicios en el kirchnerismo.
Para De Vido, Kirchner era "el uno" o "el ruso". Simple. No había una amistad, no se invitaban a los cumpleaños, no cenaban juntos pero sobre todas las cosas no mezclaban temas personales. Eran socios políticos. Jefe y empleado. Cristina y Julio casi no volvieron a hablar desde el 2015, y desde la muerte del ex presidente el diálogo apenas fue institucional.
En 1991, Kirchner se encargó de jugarle sucio aunque nunca lo reconoció. Le pidió que fuera candidato a intendente de Río Gallegos, pero por atrás mandó a sus operadores a que traccionasen en su contra. De Vido sintió por primera vez y para siempre que "pertenecer" era otra cosa. La candidatura nunca fue y la espina quedó clavada.
El ex ministro conoce secretos que nadie más conoce. Se encargó de la caja política con los empresarios: obra pública, mineras, petroleras, bancos, multinacionales. Fueron sus llamados los que históricamente consiguieron fondos para las decenas de campañas electorales, pero Néstor nunca le dio lugar en las decisiones económicas de gestión. Ni en Santa Cruz, incluso siendo ministro de Economía, ni en Planificación.
En el año 1997, un par de meses antes de las elecciones legislativas, De Vido, entonces ministro de Economía de Santa Cruz, viajó a Buenos Aires para reunirse con el ministro de Economía de Carlos Menem, Roque Fernández. ¿Motivo? Negociar fondos. Ya se había reunido con funcionarios del ministerio del Interior, con quienes tenía una muy buena relación. Solo faltaba el visto bueno de Fernández para liberar los fondos que reclamaba Kirchner.
Cuando llegó al despacho de Fernández, éste lo esperaba con una revista abierta en una página que publicaba una entrevista con la entonces senadora CFK. Allí, ella criticaba fuertemente al gobierno menemista y fundamentalmente al presidente. Fernández le increpó mostrándole el artículo: "¿Y después de esto querés que te dé la plata? Nos trata de boludos y no deja de ser la mujer del gobernador". De Vido, conocedor del juego, respondió: "Ni enterado estaba de esta entrevista. Siempre hablando al pedo… Esperá que hablo con Néstor". Habló, le pasó el teléfono a Fernández, y éste le disparó a Kirchner: "Yo te libero la plata pero vos la hacés callar. No me importa que te sea difícil, hacela callar. Y después de que hables con Carlos para pedirle disculpas, yo te libero los fondos". Fin de la reunión. Al día siguiente los fondos estaban liberados. Ése era su papel y lo supo siempre ejecutar a la perfección.
Además de Rudy Ulloa, el ex ministro siempre tuvo otro problema puertas adentro del FpV: Carlos Zannini, el hombre más influyente de los gobiernos kirchneristas. El domingo, el ex secretario de Legal y Técnica, después de votar, también lo desconoció y aseguró que no ponía las manos en el fuego por él. Kirchner había aceptado las aspiraciones políticas de De Vido, aunque siempre creyó que no "estaba preparado para eso", pero también había entendido que sin él ya no había tiempo de construir otro De Vido.
Hoy, la casa en Río Gallegos del ex superministro ya no luce el jardín cuidado al extremo por él mismo, un amante de la pesca, la jardinería, las aves y los peces. Esos "hobbies" son su cable a tierra. Hace más de un año que no vuelve a la capital santacruceña y sus hijos se encargan de cuidar la casa cuando viajan. Incluso tuvo una amada perra boxer a la que bautizó "Graciela" por Graciela Fernández Meijide: "Rompe los huevos igual que la vieja esa", solía decir.
En las elecciones del 22 de octubre tampoco viajó al sur. No fue a votar, cuando no tenía ningún impedimento para hacerlo. Sabiendo que iba a quedar detenido en cuestión de días, no quería un escrache ni enfrentar a la prensa.
"Lo que veo y me parece muy acertado es que siempre el que administra tiene que estar fiscalizado e inclusive, si hay sospecha, se establezca una causa", dijo De Vido en ese reportaje. Lo fiscalizaron, lo denunciaron y hoy está detenido.
En aquella entrevista –hace ya trece años- también habló de Lilita Carrió: "Lo que ha manifestado siempre es absolutamente falso, falto de todo fundamento y por eso me presenté a la Justicia y la he querellado en salvaguarda de mi buen nombre y honor, un término trillado, pero no tenía otra alternativa más que hacerlo. Hoy por hoy, el tema está en la Justicia. Particularmente, el otro día estaba leyendo una crisis que había tenido el ARI en la provincia de Córdoba. Y Carrió, inmediatamente, a quienes se opusieron a ella los trató de ladrones y corruptos. Creo que es un hábito insano de su personalidad, propio de su patología. Que de eso, se hagan cargo ella y sus psicólogos". Lilita fue una de sus principales denunciantes y aportante de pruebas en las distintas causas que lo llevaron tras las rejas.
Hoy se terminó una era. La caída del que fuera el superministro ya se ejecutó y como se esperaba: quedó solo. Lo dejaron solo.
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