En familia. Las últimas horas de Julio De Vido antes de su detención fueron junto a sus seres queridos: sus cinco hijos y su esposa lo acompañaron en los momentos finales hasta que sus abogados lo pasaron a buscar para ir a entregarse a los tribunales de Comodoro Py.
Hace casi una semana que el ex ministro de Planificación Federal sabía que su suerte estaba echada. La detención de su mano derecha, Roberto Baratta, marcaba su destino. Solo faltaba el desafuero. Y decidió refugiarse en su familia.
El fin de semana lo pasó en su casa del barrio cerrado Puerto Panal, en Zárate. Alternó su amor por la cría de canarios y palomas con el descanso junto a su familia y conversaciones con sus abogados, Maximiliano Rusconi y Gabriel Palmeiro. No lo llamó, en cambio, ninguno de los Kirchner. Ni Máximo ni Cristina.
El lunes durmió en su departamento en Libertador y Coronel Díaz, en el barrio porteño de Recoleta. Y el martes se fue a la casa que uno de sus hijos tiene en Palermo. Allí estaba este mediodía cuando la Gendarmería fue a buscarlo a su vivienda. Evitó la foto con chaleco antibalas y esposas en sus muñecas.
Hoy al mediodía almorzó con su familia: su esposa Alessandra Minnicelli, o Lali –como todos la conocen–, y sus cinco hijos, Facundo, Julio, Valeria, Juan Manuel y Santiago.
Cuando el destino estaba marcado, Rusconi y Palmeiro lo pasaron a buscar en el Mercedes Benz del primero. En su departamento de Recoleta había decenas de cámaras, gendarmes y curiosos, que en vano esperaron verlo en vivo. De Vido y sus abogados fueron directo a Comodoro Py.
"Mándenle champange a la doctora (Elisa) Carrió", le dijo a Infobae mientras ingresaba al edificio. Fueron al ascensor y de ahí, al cuarto piso, que había sido desalojado ad hoc. Los recibió el juez federal Luis Rodríguez, uno de los dos magistrados que habían pedido su detención. A esa altura ya no era un hombre libre.