Ni el aterrador fantasma del ajuste que se viene, ni el "Macri basura…" ni la consigna del estado desaparecedor funcionaron para el lado que quienes lo agitaron pretendían. Una inmensa mayoría de los argentinos se expresó por el cambio en una jornada no exenta de sorpresas que deja mucha tela para cortar.
La estrategia del miedo funcionó. El miedo a Cristina y a todo lo que su planeta representa. El miedo a los fanatismos, a la confrontación, a la tergiversación obstinada y recurrente de la realidad, a la negación de lo evidente.
Mauricio Macri recibe de las urnas un tsunami de poder. Los votos le otorgan un combustible imprescindible para avanzar en los cambios que viene proponiendo. Pero ese impulso reconoce un límite que ni el más poderoso de los dirigentes puede impunemente desconocer: la pobreza.
Un país con cerca del 30 por ciento de la población lidiando cotidianamente con la dificultad de la supervivencia no admite cortes drásticos. Cambiemos tendrá que encontrar la manera de producir cambios de fondo, sin detonar el gradualismo que le permite navegar hacia el futuro soñado sin arrojar gente por la borda. Será un piloto en la tormenta. Afrontará el más difícil de los desafíos: cambiar con todos adentro, sin descartes. De eso se trata.
Fiel a su estilo, Cristina describió su derrota electoral casi como un triunfo. "Debemos estar orgullosos de esta construcción porque el resto de las fuerzas opositoras no han resistido el avance del oficialismo y nosotros sí, hemos crecido…".
Se plantó como la jefa de una oposición a todo. Convocó a ser generosos en la unidad luego de haber pulverizado al peronismo en todas sus variantes. "No nos alcanza", admitió. Para luego asegurar que "aquí no se acaba nada, aquí empieza todo" porque "hemos recibido un voto fundacional".
Para el análisis quedó la caída estrepitosa del peronismo. Los resultados de anoche, entre los que se destaca la derrota de Juan Manuel Urtubey en Salta, el PJ perdiendo por primera vez en diez años en el Chaco y la consolidación de las diferencias a favor de Cambiemos en Córdoba, Entre Ríos y Santa Cruz para solo hacer referencia a los datos más emblemáticos, dejaron al justicialismo devastado.
Los números de Sergio Uñac, en San Juan, que obtiene el único triunfo holgado del PJ tras desmarcarse de José Luis Gioja, permite un hilo de esperanza pero alcanzan a un dirigente que si bien promete, deberá trabajar muy duro todavía para posicionarse.
Sin referentes fortalecidos, ni liderazgos a la vista, deberán iniciar una etapa larga y dura de reconstrucción hacia el interior de la propia fuerza en un contexto de extrema fragmentación.
Sin un "primus inter pares" deberán trabajar en el armado de una oposición que tenga algo para decir diferente de lo que ayer propuso CFK, quien presentó a la Unidad Ciudadana como la base de la reconstrucción.
Macri enfrenta el futuro inmediato fortalecido. Necesitará mucho temple, mucha humildad, mucha generosa disposición para avanzar hacia los objetivos de cambio que le ha propuesto al país, permitiendo que una oposición hoy maltrecha pero imprescindible para el debate parlamentario, encuentre espacios y argumentos razonables para sentarse a la mesa de la discusión sin humillaciones y a resguardo de las furiosas tensiones que animaron el tiempo que nos trajo hasta aquí.