El resultado de las elecciones primarias no despejó las dudas sobre quién se quedará con la conducción del peronismo. A pesar de la prescindencia de la liturgia y la simbología del PJ, Cristina Kirchner sigue sacando una luz de ventaja sobre el resto, aunque insuficiente como para erigirse en la reconstructora del espacio.
La remontada de último momento en territorio bonaerense, el más populoso del país, le permitió a la ex mandataria acallar las voces internas que vaticinaban el cierre del ciclo kirchnerista.
La líder de Unidad Ciudadana podrá esgrimir mérito propio aunque su posicionamiento también obedece al fracaso electoral de quienes pretendían quedarse con el cetro del PJ.
Por caso, Sergio Massa acusó el impacto de la polarización y tuvo un flojo desempeño; mientras que Florencio Randazzo no pudo mostrarse competitivo ni siquiera adueñándose del sello partidario.
Otro cantar es Daniel Scioli, quien se autoexcluyó de la carrera desde el mismo momento en que aceptó quedar invisibilizado en el quinto puesto de la lista de diputados cristinista.
Perón decía que el que gana conduce y el que pierde acompaña. Sin embargo, es difícil distinguir un claro vencedor en un partido severamente atomizado.
Se puede hablar de una liga de gobernadores empoderados por haber salvado las papas dentro de un cuadro general adverso, aunque ninguno parece despuntar por sobre el otro.
Esa liga la integran el salteño Juan Manuel Urtubey –el único del lote que alguna vez manifestó su ambición presidencial—, el formoseño Gildo Insfrán, la catamarqueña Lucía Corpacci, el tucumano Juan Manzur, el sanjuanino Sergio Uñac, el chaqueño Domingo Peppo, y el riojano Sergio Casas.
A ellos deberá recurrir Mauricio Macri cada vez que quiera aprobar reformas en la Cámara alta, donde legislan los representantes de las provincias. Uno de esos senadores podría ser Carlos Menem si la Corte Suprema finalmente lo autoriza —como ayer lo hizo el voto popular— a convertirse en candidato.
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Al ex presidente le pasó su cuarto de hora para una ascendencia partidaria que hoy no va más allá de su terruño. Peor suerte atraviesan los Rodríguez Saá, quienes este domingo dejaron escapar en San Luis una hegemonía que ostentaron por décadas.
Los puntanos se quedaron con las manos vacías justo cuando decidieron abrazar a un kirchnerismo al que habían sido históricamente reacios. El apellido Kirchner no trajo suerte ni siquiera en Santa Cruz, una provincia que la cuñada Alicia no termina de encauzar.
Paradójicamente, las PASO fueron una bocanada de oxígeno para algunos a los que no siempre los acompañó la fortuna, como el santafesino Agustín Rossi, y un tsunami para viejos caudillos provinciales, como el gobernador pampeano Carlos Verna y el cordobés Juan Schiaretti.
Semejante orfandad de referencia partidaria también dejó pedaleando a una CGT, que sólo sabe bailar al ritmo de la interna del PJ. A tal punto, que el plan de lucha que tiene como primer mojón a la marcha del martes 22 comenzó a desactivarse.
Los sindicalistas no quieren dar un nuevo paso en falso que les esquilme aún más su legitimidad. Y mucho menos antes de las elecciones de octubre, cuando podría disiparse si habrá extinción o prolongación de la fase kirchnerista.
La dirigencia gremial suele mostrar fortaleza frente a una coyuntura adversa con un viejo dicho. Es ese que dice que los peronistas son como los gatos porque cuando los enemigos creen que se están peleando en verdad se están reproduciendo.
Los votos que el PJ obtuvo el domingo no lo estarían certificando.