En la reunión del Consejo Nacional del PRO que sesionó en Pilar el viernes último, el vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, que por primera vez concurría a un evento de esas características, comenzó su discurso diciendo: "Después de 27 años de vida corporativa en el mundo de los negocios, en estos 19 meses que estoy acompañando al presidente (Mauricio) Macri, estoy viviendo el mejor momento de mi vida profesional, de lejos. Estoy profundamente orgulloso de ser político y quiero aprovechar esta oportunidad para agradecerles. Yo no trabajé 15, 10, 5 años como cada uno de ustedes para que Macri sea presidente, de alguna manera soy paracaidista, y caí en un lugar para el que muchos trabajan toda la vida para llegar. Pero nunca nadie me lo hizo sentir, lo que habla de una grandeza de espíritu que quiero expresar".
Los 150 dirigentes de todo el país que lo escuchaban lo aplaudieron efusivamente cuando dijo que estaba orgulloso de ser político. La nueva política que representa el PRO ya tiene competencia interna: los ex CEO incorporados a la gestión, fascinados por el espacio que el Presidente les otorga en la toma de decisiones.
Entre los consultados, hubo coincidencia en que lo que transmitió Quintana en su discurso resumió excepcionalmente los logros y valores del Gobierno. La gente del PRO considera al secretario de Coordinación Interministerial un cuadro técnico empático y excepcional, con grandes dotes de liderazgo.
Macri, en especial, está altamente agradecido porque un hombre que se hizo solo, con un talento único para ganar dinero en forma lícita, haya decidido dedicarse a poner sus capacidades para sacar al país del pozo del populismo y ponerlo de nuevo en la senda del crecimiento genuino y sustentable. No le falta razón. Quintana está en las antípodas de los buscan llegar al Estado para enriquecerse, su caso es exactamente el contrario.
El PRO ganó el gobierno porteño en el 2007 en base a un método electoral con base científica. Lo explica hace años Jaime Durán Barba en todos lados, en libros y reportajes, pero recién ahora empieza a ser escuchado en el "círculo rojo", el concepto que él mismo trajo desde México a la cultura política local. En la gestión de la Ciudad buscaron implementar un método científico también.
No les resultó fácil. Durante dos años no dejaron error por cometer, casi todos porque llegaron creyendo que se las sabían todas. Sin embargo, nunca abandonaron sus objetivos de ordenar y transparentar administrativamente el megamunicipio, base elemental para el funcionamiento de cualquier gobierno normal. Horacio Rodríguez Larreta y su "tablero control" fue el brazo ejecutor, estricto y obsesivo, que intervino en todas y cada una de las políticas implementadas en la Ciudad.
Sin Horacio, Macri inventó otro diseño para la gestión nacional. Le dio a Marcos Peña, su más fino intérprete -sin necesidad de que tenga que emitir palabra- y el más grande experto en comunicación estratégica que tiene hoy la Argentina, el rol de todopoderoso a su lado. Le adjuntó dos vicejefes de Gabinete, Gustavo Lopetegui y Quintana. El ex Pegasus, en particular, distribuyó ex CEO a lo largo y a lo ancho de todos los ministerios. Son los que siguen la lógica administrativa que el Presidente pretende imponer, un orden que parece imposible construir sin costos políticos en el monstruo caótico en el que se transformó el Estado nacional, plagado de curros, injusticias, discrecionalidades, datos imposibles de chequear, falsedades de todo tipo.
En el Ministerio de Desarrollo Social, Quintana colocó dos secretarios de Estado, Matías Kelly, de Economía Social (maneja los planes Argentina Trabaja) y Gabriel Castelli, de Coordinación y Monitoreo Institucional. De este último depende Guillermo Badino, titular de la Comisión Nacional de Pensiones Asistenciales, con rango de subsecretario, un riguroso técnico que viene de trabajar por décadas en el Banco Galicia, con cero perfil político, un exCEO.
Un funcionario que viene del PRO le dijo a Infobae: "Cuando en el Ministerio faltaron alimentos, estaba involucrado un ex CEO, cuando faltó leche en polvo, también, no se reglamentaba la ley de emergencia social por lo mismo, cuando quisieron bajar 20 pesos la jubilación era por recomendación de otro que viene de ese mundo, no me asombra que otro ex CEO haya armado este desastre". Y agregó: "A mi oficina llamaron 70 intendentes nuestros para quejarse".
¿De qué desastre hablamos? Un informe que llegó a la redacción desde la provincia de Misiones da algunos detalles.
– Santo Pipo, 48 familiares y allegados de la intendenta, Mabel Cáceres, reciben pensiones. Entre ellos, el esposo, la hermana, el cuñado, la sobrina y hasta la consuegra. Se calcula 1.400.000 pesos por año de pensiones fraudulentas.
– Colonia Delicia, son 7500 habitantes, pero hay 1400 pensiones, 300 de ciudadanos de Ciudad del Este, Lomas Valentina, Villa Rica y Caa Guzú (Paraguay). En el Barrio Pueblo Nuevo de Colonia Delicia que tiene ocho integrantes, seis tienen pensión.
– Candelaria, más de 250 pensiones con el sello falso del Hospital. El director actual reconoció su firma en 90 pensiones, el resto sería falso.
– El Soberbio, en la gestión de "Coleco" Krysvzuk se falsificaban las firmas de beneficiarios y se cobraban más de 200 pensiones. Los supuestos beneficiarios ni se enteraron y muchos murieron en la pobreza extrema.
– San Javier, había 200 pensiones de ciudadanos brasileños. Se detectó una oficina trucha en la que se tramitaba un promedio de 100 beneficios por mes. Cada trámite tenía un costo promedio de 800 pesos iniciales, pese a que el cobro estaba prohibido.
– Los Helechos, el intendente Omar Widowin denunció que unas 200 personas habrían sido "burladas en su buena fe" al tramitar pensiones que más ingresaron al sistema, pagando 1400 pesos cada uno.
Cuando el kirchnerismo llegó había 180.000 pensiones especiales, cuando se fue 1.500.000. El presupuesto total del programa que tiene 83 oficinas en todo el país, asciende a $97 mil millones (1% del PBI), que distribuye $4.776 por beneficiario. En el 2015, el kircherismo dio de baja 300 mil pensiones. En el 2016, la nueva gestión eliminó 168.000. Este año, 70.000.
Son ingresos que se distribuyen de acuerdo a un decreto aprobado en 1997 para discapacidad grave, total y permanente, en un porcentaje que un médico debe certificar de 76 por ciento, o para madres de más de siete hijos. Además, la familia no puede tener ingresos por encima de $20.000 mensuales, ni autos modelo 2014 o más recientes. No impiden recibir otro tipo de subsidios. En pleno cumplimiento de sus deberes de funcionario público, Badino buscó aplicar esa reglamentación, es decir, que las pensiones no fueran otro subsidio contra la pobreza. "No es el objetivo de este programa", explicó esta semana el funcionario ante el interbloque de Cambiemos de la Cámara de Diputados.
No fue lo único que dijo. También aseguró que "haciendo mi trabajo, en ningún momento pienso que este es un año electoral, el programa tuvo un manejo irresponsable y yo estoy para ejercer control sobre el programa, no para hacer política". Así que si él se abstiene, otros hacen política por él, todos de la oposición. Le llenaron la cara de dedos. Y ahora Badino está evaluando su renuncia.
El jueves por la mañana, Macri llamó a las 7 de la mañana a la ministra Carolina Stanley, que se había opuesto a la aplicación estricta de la reglamentación. No porque no estuviera de acuerdo, sino porque no estaba convencida con la metodología de abordaje contra las truchadas que se iba a implementar, mucho menos en medio de la campaña electoral. El Presidente le dijo que daría marcha atrás con la medida y le pidió que se juntaran en Casa Rosada, donde iba a estar Quintana. Peña no estuvo en la reunión, pero mandó su aval a la reparación inmediata del error.
¿Reducir el gasto del Estado o ganar las elecciones? ¿Hacer política o darle orden y transparencia administrativa a la gestión? ¿Transformar o sobrevivir? ¿Incorporar paracaidistas "no contaminados" con las prácticas políticas o apoyarse en los que llevan años trabajando para su llegada al poder?
Parece muy claro que Macri no encontró todavía un método eficiente de gestión en el Gobierno nacional. Tiene 23 ministerios y un manejo centralizado de las decisiones. Para subsanarlo, y cuando las cosas empiezan a andar tímidamente mejor, planifica para después de las elecciones reducir la cantidad de ministerios que él mismo dividió, con lo cual perderá otro año más hasta las cosas vuelvan a fluir administrativamente. De locos. Para ese momento, ya estarán los aprestos de la próxima campaña, la presidencial.