Abel Posse: "La confrontación es la enfermedad argentina: odiamos al otro para poder existir"

“La impaciencia económica y social debería ser calmada con una coalición”, sugiere el escritor y diplomático, decepcionado porque el gobierno que prometió diálogo prefiere seguir en la discordia. Un repaso de nuestras grietas en la historia

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Abel Posse repasa las grietas en nuestra historia y los avances que vivió Argentina cuando intentó una síntesis integradora
Abel Posse repasa las grietas en nuestra historia y los avances que vivió Argentina cuando intentó una síntesis integradora

"Argentina necesita un rearme moral", dice, retomando el concepto de Konrad Adenauer en la Alemania de posguerra. "Pero veo con preocupación que el mismo Gobierno entra ahora en conflictos" y que "los políticos no se sienten solidarios con la Nación que hay que formular", agrega.

Abel Posse representó a nuestro país en destinos como República Checa, Perú, Dinamarca, España y la Unesco (París), y es autor de numerosas obras, entre ellas Perros del Paraíso (premio Rómulo Gallegos), La Pasión según Eva, Los cuadernos de Praga y Vivir Venecia (su último libro).

Autor también de un muy interesante ensayo publicado en 2015, Réquiem para la política, ¿o renacimiento? (Emecé 2015), Posse accedió a repasar para Infobae las muchas trincheras que los argentinos hemos cavado entre nosotros a lo largo de la historia, lejos del consejo hernandiano de que "los hermanos sean unidos".

No debemos permitirnos seguir en un encono, y en un encono que ha creado una situación social ya peligrosa

"Creemos que nuestro partido es lo importante y la nación es secundaria", sentencia, alarmado por el "punto de disolución" en que nos encontramos en relación a "lo que habíamos sido como país", agrega Posse, que no duda en calificar de "burros" a algunos de nuestros políticos y dice que la necesidad de confrontar viene de la inseguridad en sí mismo.

"No debemos permitirnos seguir en un encono que ha creado una situación social ya peligrosa", advierte.

— Un repaso de la historia argentina parece una larga sucesión de confrontaciones, de grietas que en un momento dado se cierran, abriendo períodos interesantes, pero pronto caemos en otra.

— Yo quisiera decir también algo de la oportunidad actual, en que no puede haber oposiciones sino una construcción nacional conjunta, como la que hizo Alemania después de su desastre, España después de la muerte de Franco…

Macri en campaña era el apólogo del diálogo, ahora niega casi enconadamente a los factores que debe integrar

— Aquí es al revés, hay incluso quienes hacen una apología de la grieta o buscan sacarle provecho.

— Sí, pero recordemos al candidato presidencial Macri, que era el apólogo del diálogo. Recuerdo que vi también el debate presidencial donde él se presentó como de buen talante, como encarnando un cambio de estilo respecto de la vida política negativa de la Argentina y ahora en este último tiempo niega casi enconadamente los factores que debería integrar, coordinar.

— Hay una apología de la grieta de ambos lados. El gobierno, que la utiliza, y los que estaban antes que la exaltan como una suerte de motor de la historia.

— Bueno, eso fue el kirchnerismo. Un error tremendo, porque eso lo pensó Carl Schmitt y lo repitió mal (Ernesto) Laclau, o lo repitió de mala fe el señor Laclau, porque eso Schmidt lo dijo en tiempos de guerra. Carl Schmidt pensó eso para la política de Alemania del año 1932. La guerra sigue la lógica amigo-enemigo, pero en la política interna, el mismo Schmidt lo aclara, el otro es el adversario, no el enemigo. Y en la salida de los conflictos, de la política se funda el país. No se olvide de la guerra de los Cien Años, la guerra de Treinta Años o la guerra civil de Estados Unidos fundó el país. Fue tan sangrienta esa guerra que terminaron en la democracia con Abraham Lincoln.

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— Aquí tuvimos la gran herida de la dictadura, pero hace más de 30 años venimos discutiendo, no hay posibilidad de avanzar.

— Tiene una explicación. Como buenos porteños, para nosotros un buen tango es el que tiene cien años… Tenemos esas grietas que vienen de la época de la independencia o de 1810 cuando se cruza Saavedra contra Moreno. Este pasó a la historia como hombre democrático y en realidad él quería imitar a los extremistas de la Revolución Francesa, tenía incluso un plan secreto que se descubrió tardíamente. Y Saavedra era el conservador. Después, unitarios y federales. La unidad nacional que habíamos soñado y que los Libertadores ejecutaron, terminó en la adversidad total entre las provincias y la Capital llegándose incluso a la separación de Buenos Aires. De una reunión final va a surgir el momento de pensamiento sarmientino, la Constitución alberdiana…

Con todos éstos vamos a construir el país, sean gauchos o indios, decía Alberdi

— Lo interesante es que Alberdi, que compartía muchas críticas al rosismo con Sarmiento, luego toma distancia y hasta rescata cosas positivas del largo gobierno de Rosas, positivas de cara a la organización nacional.

— Y claro, mientras Sarmiento negaba al gaucho, y al indio, está la famosa frase de Alberdi: "Con todos éstos vamos a construir el país, sean gauchos o indios". Aquel momento fue extraordinario, con la Constitución del 53, y después el episodio curiosísimo del enfrentamiento de Bartolomé Mitre, que representaba la Capital, y los gauchos y el interior, representados por Urquiza. El que vence en Pavón es en realidad Urquiza que se retira a su provincia como diciendo bueno, hay que constituir con todos una nueva Nación. Es un hecho al que hay que darle una importancia política enorme porque la Argentina será mejor cuando se abra a la inmigración y a la aceptación de gente que venía a edificar un país, un proceso que tuvo un éxito descomunal. Fue una cosa inédita. Fue un inmenso aporte cultural -la cultura mediterránea- y también económico.

— El año 1880 fue clave, cuando el interior realmente le impone a Buenos Aires la unidad.

— Eso es importante. Y surge el partido radical y Leandro Alem sobre todo. Y termina esa etapa en otro episodio muy notable que es cuando esa oligarquía, con Roque Sáenz Peña, ha de aceptar finalmente todo el juego democrático que estaba condicionado.

— Ahí con la ley de sufragio podríamos señalar un nuevo cierre de la grieta.

— Sí, se acabaría la grieta en el juego democrático, y eso es lo que no sabemos o nos cuesta tanto hacer.

— ¿Podemos decir que cada vez que logramos cerrar las grietas hay un avance para la Argentina?

— Sí, avance hubo. Por esa ley de Sáenz Peña vendrá Yrigoyen, pero en el año 30, viene el golpe militar contra el radicalismo de Yrigoyen.

— Una nueva grieta.

— Claro, porque con la ley Sáenz Peña perdían desde adentro la contienda por la lucha democrática. Y luego viene la exclusión del partido radical y la negación del voto por la vía del fraude en los años 30. Aún así, a pesar de haber fraude, son años de afirmación para la Argentina, años de modernización notable. Eso se oculta también, porque no podemos hablar "bien" de los "enemigos".

Es como si Argentina hubiera sido una arcilla muy bien moldeada pero sacada del horno antes de tiempo

— Eso me lleva a otro tema que quería evocar. La grieta, con su rigidez, hace que no seamos capaces de rescatar nada de los adversarios. En el caso que usted menciona, los conservadores practicaron el fraude, pero también…

— Claro, el gobierno de (Manuel) Fresco, la gestión de Federico Pinedo; el Partido Socialista dialogaba con los conservadores pese a la prohibición del Partido Radical que era mayoritario.

— Algo similar pasa con la figura de Julio A. Roca sobre el que se adoptan juicios inconciliables. O es un genocida o…

— Eso es una barbaridad porque Roca es el hombre que establece todo. Es el hombre que sigue a Sarmiento en la educación. El hombre que funda todo el poder militar argentino, frente a los problemas de la época. El que lanza el comercio con Carlos Pellegrini. Es un momento formidable. Es el tiempo de los fundadores. Y hoy los políticos no se sienten solidarios con la Nación que hay que formular. Es como si Argentina hubiera sido una arcilla muy bien moldeada pero que se la sacó del horno antes de tiempo. No hemos llegado a fraguar esta idea de que la Nación Argentina debe ser el objeto de todas las políticas. Entonces vivimos en la discordia, cada político que sube, baja todo lo que hizo el anterior. Lo niega, y lo niega hasta físicamente si puede.

— Cuando Kirchner enarbola el tema de los derechos humanos, él va más allá de los juicios: reinstala una estigmatización, no sólo de las fuerzas armadas del pasado, sino de todas las nuevas camadas, denostando hasta a los cadetes recién egresados…

— Bueno, el resultado es que hoy somos indefensos en cualquier actividad relacionada al Atlántico Sur. Cuando hay que solucionar algo en esa área tan estratégica, los ingleses hablaban con los brasileños. Argentina desapareció militarmente. Esas son burradas que llevan a la autodestrucción.

Konrad Adenauer, después de la guerra, dice: aquí hay solamente alemanes

— El accionar faccioso de una clase política puede incluso llevarla a actuar contra un interés que es nacional, porque, más allá de sus intereses partidarios, parece que no pueden ponerse nunca por encima de la facción.

— Este es el problema nuestro: esta burrada de que vivimos en un gran conflicto donde creemos nuestro partido es importante y la nación es secundaria. Y este es un gran momento porque como hay una crisis tan total, es casi como la crisis del Berlín bombardeado; lo digo porque Argentina perdió su cultura, su educación, su ética –a causa de la corrupción-, sus peligros, como el narcotráfico, y, en fin, estamos en un punto de disolución en relación a lo que habíamos sido como país, pareciera que nuestro futuro quedó atrás. Para hacer futuro tenemos que imitar lo que pasaba en los años 20 y 30 más allá de los episodios de superficie. Y bueno, Argentina tiene un gran momento y yo veo con cierta preocupación que el mismo gobierno ahora entra en conflictos, un gobierno que se inició con voluntad de diálogo con todos, ahora entra también en el conflicto; que existe, porque evidentemente hay una impaciencia muy grande económica y social pero que debería ser calmada con un gobierno de coalición. En España cuando muere Franco, la sensación de muchos era que al día siguiente empezaba la guerra civil de nuevo. Yo estaba en España por entonces, y la gente estaba convencida de que se iban a deshacer. Y Manuel Fraga Iribarne, el mejor y más visible ministro de Franco, junto con Santiago Carrillo del PC español, que había fusilado gente en Madrid, y con "La Pasionaria" (Dolores Ibárruri), que ya estaba muy enferma, todos eran cuadros extraordinarios y el Partido Socialista también. Entonces logran con Adolfo Suárez y el Rey formar un gobierno de coalición absoluta que fueron los Pactos de la Moncloa que nunca alcanzamos nosotros. Y Alemania con Konrad Adenauer, que después de la guerra dice aquí hay solamente alemanes, no me voy a detener en que era nazi o no era nazi, en quién hizo esto o lo otro. Acá, sólo alemanes para reconstruir con un rearme moral este país. Eso fue lo que dijo Adenauer, un rearme moral. Y eso necesita Argentina. Cuando asumió Eduardo Duhalde (la presidencia provisional en enero de 2002), había una situación similar que se solucionó con inteligencia en medio año prácticamente. Al día 30 o 31 de diciembre (de 2001), Duhalde tuvo un diálogo inmediatamente antes de asumir el poder con Raúl Alfonsín que era el jefe del radicalismo y le exigió que si no le ponía dos o tres ministros y hacían una coalición de gobierno, él no asumía el poder solo con los peronistas. Y Alfonsín lo hizo. El mejor momento surgió de una crisis cuando se creó una coalición; nadie lo había hecho. En fin, no debemos perder tiempo: la protagonista de todo esto es la Nación y tenemos que hacer un gran acuerdo para la Nación, no debemos permitirnos seguir en un encono, y en un encono que ha creado una situación social ya peligrosa.

Konrad Adenauer: la reconciliación de los alemanes y la unidad nacional por encima de todo
Konrad Adenauer: la reconciliación de los alemanes y la unidad nacional por encima de todo

— Lo llevo un segundo más a la historia para completar este rápido repaso de nuestros desencuentros. Nos quedamos en el golpe del 30. Después viene otra gran antinomia peronismo – antiperonismo y un intento de Juan Perón en 1973-74 por cerrar esa grieta. Pero no fue comprendido, o no tuvo tiempo biológico…

— El Perón que viene en el 73, 74, es el Perón que comprendió viendo el mundo en un largo exilio que la necesidad de la Argentina estaba en la unión. No solamente eso, previó el tema ecológico, previó que Argentina podía tener 150 millones de toneladas de cereal en exportación en cualquier momento. Ese Perón rescata muchas cosas del otro Perón el del 45, que dio un salto social enorme a la Argentina, como lo habían hecho los conservadores, más allá del golpe del 30 y del fraude, como dijimos hace un momento; dieron también el gran salto a la modernización argentina. Argentina es un país moderno, cultural, un país que tiene todos los valores y que no se quedó en la nación provinciana. Y este extraordinario don de Dios que es la Argentina no lo sabemos usar. Estamos pisoteando el jardín.

El estadista integra todos los extremos de una sociedad cuando triunfa y tiene una gran tolerancia sabiendo que en última instancia lo primero es la Nación

— Hay un dato interesante, que no se destaca lo suficiente, y es que cuando Perón nacionaliza los ferrocarriles les pone los nombres de próceres, pero no se circunscribe a la llamada "línea nacional"; les pone Mitre, Sarmiento…

— Perón era un estadista y tenía un sentido total de la sociedad. El estadista integra todos los extremos de una sociedad cuando triunfa y tiene una gran tolerancia sabiendo que en última instancia lo primero es la Nación. Como dijo el propio Perón, primero la nación, la patria, después el movimiento y después los hombres, ¿no?

— En estos días se cumplió el 30° aniversario del alzamiento carapintada, de Semana Santa del 87. Y un grupo de diputados radicales presentaron una denuncia contra uno de sus líderes, Aldo Rico, por apología del delito, porque dijo que no se arrepentía.

— Rico es un hombre muy inteligente, que se recicló absolutamente en la democracia, fue candidato a gobernador y creo que llegó a tener casi 400 mil votos.

— Claro, por eso, ni a un protagonista que con su trayectoria demuestra vocación democrática, lo pueden perdonar porque no piensa como ellos en todo…

— Por eso digo, yo no entiendo por qué los políticos son tan burros. Siempre se dijo, cuando yo era estudiante, que en una mesa de café de estudiantes de Economía en la calle Córdoba, o de Derecho en Figueroa Alcorta, había más inteligencia que en todo un partido político. El nivel de muchos de nuestros políticos es el de un profesional que se recibió y que luego no siguió ni leyendo, ni estudiando, se meten en el combate, y lo entienden como la negación del otro. La confrontación es la enfermedad argentina. Odiamos al otro para poder existir, lo que pasa solamente con un hombre inseguro de sí mismo. Cuando un líder surge como Yrigoyen, surge sin pedir permiso. Y cuando surge Perón me acuerdo que los grandes diarios de la Argentina, dos sobre todo, era el mal, se le daba el 10% de posibilidades electorales. La gente no tenía ni siquiera carteles, simplemente escribían con tiza o con carbón "Viva Perón". Quiere decir que cuando surgen figuras definidas, como Arturo Frondizi, odiado por su partido (Radical), por lo mismo de lo que estamos hablando, la grieta, si eso le pasó a Arturo Frondizi… Deberían recordarlo y dejar de lado la confrontación.

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