Mauricio Macri viajará sólo doce horas a Washington para reunirse con Donald Trump, ofrecer su perspectiva de la Argentina y el mundo al poderoso auditorio convocado por la US Chamber (la Cámara de Comercio estadounidense), visitar el Capitolio para un encuentro con legisladores republicanos y demócratas, participar de una actividad académica en el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales y rendir un merecido homenaje a James Carter, el único presidente de los Estados Unidos que cuestionó a la dictadura militar cuando aún ejecutaba su plan sistemático de desaparición de personas.
Macri está preocupado por Venezuela y aún no encuentra suficiente poder regional para forzar una hoja de ruta que desemboque en una rápida transición democrática. El presidente argentino puso en juego al Mercosur y a ciertos países de América Latina (Perú, Colombia y México), pero Nicolás Maduro relativiza a este bloque diplomático y se aferra a un cargo que ya solo es una ficción política.
Trump es consciente de la situación en Venezuela y busca una solución definitiva a un país que provee millones de barriles de petróleo a la economía americana. Y es aquí adonde se cruzan las dos agendas de estado: en el almuerzo, ambos presidentes podrían fijar ciertos parámetros para encontrar una agenda común que permita a Venezuela superar la crisis y evitar una tragedia histórica. Macri tiene previsto presentar su punto de vista, y el presidente de los Estados Unidos ya sabe que ese asunto regional se tocará después del brindis protocolar.
China es una potencia en ascenso que aparece en el horizonte de la Casa Blanca y la Casa Rosada. Trump inició su administración en actitud beligerante, mientras que Macri aparecía condescendiente con la presión de Pekín, que exigía a rajatabla el cumplimiento de los acuerdos bilaterales que había firmado con Cristina Kirchner.
En este momento, las posiciones se han atenuado: Trump necesita balancear a Corea del Norte y Macri está un poco irritado por el empuje constante de la diplomacia china, que no quiere ceder un centímetro del territorio cedido por la ignorancia geopolítica de CFK. El presidente argentino pretende que Pekín informe sobre las compañías que serán proveedoras de las centrales nucleares y no iniciará la construcción de las represas en Santa Cruz hasta que la Corte Suprema determine los niveles de su impacto ecológico.
China recibirá a Macri en tres semanas, y quiere tener certezas antes del comienzo de la gira oficial. El presidente conversará con Trump sobre la influencia regional de Pekín, y sobre los términos de ese diálogo a solas, terminará de fijar su propia estrategia de estado. Macri cree en una diplomacia abierta que implique la aceleración del libre comercio, pero la información que recibió de los últimos funcionarios que viajaron al Lejano Oriente, causó cierta preocupación al Presidente y su equipo más cercano.
La instrucción de Trump al Departamento de Estado fue que en la reunión con Macri no se traten asuntos puntuales que estén afectando la relación bilateral. El mensaje llegó directo, y en principio, no está previsto que se analice la situación de los limones, la exportación de biodiesel y la posibilidad de usar un trámite exprés para las visas argentinas. Sin embargo, Macri dispuso que los ministros Juan José Aranguren y Francisco Cabrera viajen a DC para participar de los encuentros en la Casa Blanca. Estos dos ministros, a cargo de Energía y Producción, son responsables de las negociaciones bilaterales que implican al biodiesel y los limones.
Al margen de la agenda oficial, no se descarta que Macri y Trump conversen sobre el papa Francisco. El presidente argentino ya ha establecido una relación fluida con el Papa, que empezó muy fría cuando se encontraron por primera vez en Roma. Fueron 22 minutos de audiencia a cara de perro y sin resultados diplomáticos. Trump desconfía de Francisco y es apoyado por una facción de referentes evangélicos que rechazan todas las reformas que el Papa empuja adentro y afuera del Vaticano. Macri podría explicar a su anfitrión cómo piensa Francisco, cómo es su carácter político y sus verdaderas intenciones. Si Trump le cree, puede ocurrir que el Papa y el presidente republicano se encuentren en Roma antes de la cumbre del G7, una reunión que aún no está prevista por la diplomacia vaticana y el Departamento de Estado.
A veces, los almuerzos de estado causan efectos geopolíticos que van más allá de las especulaciones previas y el realismo mágico. Habrá que esperar hasta fin de mayo, cuando el Air Force One aterrice en Roma, trayendo desde Washington a Trump y su comitiva.