Mirtha tiene razón: Mauricio Macri no está viendo la realidad

¿Quién ayuda más al Presidente? ¿El que le aplaude todo como si fuera débil y necesitara ser apoyado? ¿O Mirtha, que le dice lo que piensa ella y muchos de los que lo votamos?

El presidente Macri junto a su esposa y Mirtha Legrand

Primero, lo obvio. Cuando Mirtha Legrand entrevistó al presidente el pasado sábado, la conductora impactó con sus preguntas y Macri no quedó bien parado con sus respuestas. Inmediatamente, oportunistas cambiaron de bando y muchos que ayer la amaban pasaron a odiarla y miles que nunca la quisieron la salieron a aplaudir. Y así somos con todo, hasta con el Papa argentino. Porque Francisco trasciende en el mundo pero en su país una caterva de tontos intenta aclarar que no los representa (y siguen criticando a Perón, que dejó una sociedad integrada).

Mirtha es de la vieja guardia, sus opiniones no podrían entrar en las amañadas encuestas de Durán Barba. El asesor declaró que la conductora se comportó como una "maleducada". Grotesco, con lo que debe cobrar si se calla un tiempo le será bien agradecido. Pero, como decíamos, Mirtha logró ese cambio de tribuna en las hinchadas: kirchneristas que la aplaudían por vez primera, macristas que la agredían como si fuera peronista, populista y de izquierda. Eso es lo absurdo de nuestra sociedad, debatimos como si necesitáramos la opinión del otro para enriquecer la nuestra, pero nadie afloja ni un tranco de pollo. ¿Para qué discutimos si nadie piensa modificar sus posturas? Rebajamos la política al fútbol, a una pertenencia que en la derrota necesita echarle la culpa al referí, que en este caso ocupa el interminable espacio de la dictadura, o del gobierno anterior.

El presidente es como es, desde ya mejor que los derrotados, pero con eso no alcanza ni para empezar. Y muchos lo votamos soñando nuevamente con el imprescindible reencuentro, pero estamos con temor de volver a la pesadilla que sólo habla de negocios, inversiones o blanqueos, sólo de rentas. En la buena todos somos expertos, en la difícil se desnudan las limitaciones de los jugadores.

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Mirtha jugó fuerte y enojó a demasiados; me parece exagerado, no fue para tanto. ¿Quién ayuda más al Presidente? ¿El que le aplaude todo como si fuera débil y necesitara ser apoyado? ¿O Mirtha, que le dice lo que piensa ella y muchos de los que lo votamos? Si Durán Barba lo convenció de que estábamos con él o contra él, si uno solo puede ser macrista o cristinista -si así son las cosas- estamos en el fondo del pozo y ni imaginamos la salida.

El sueño del PRO es gobernar con eficiencia y lograr que la sociedad así lo perciba. Por ahora nada de eso está pasando. La realidad empeora y el discurso apenas se entiende. Ese mantra de ser lo nuevo está demasiado gastado. Hay que mejorar la realidad y, a muchos como a mí nos parece que con las ideas que expresa el Gobierno no es posible tener demasiadas esperanzas.

No parar de subir las tarifas para bajar la pobreza y la inflación es un oxímoron que supera cualquier lógica, no soporta el rigor de la racionalidad. Para el Gobierno el problema lo tienen las empresas -las grandes- que según parece han sido agredidas por la ciudadanía que no les paga lo que merecen ganar. Que alguien les avise que el capitalismo necesita el límite del Estado para evitar que la concentración y la desmesura de la ganancia terminen de destruir a la sociedad. Y de eso, hasta Mirtha se da cuenta.

Lo negativo del Gobierno es esta reiteración a "estar con ellos o contra ellos", ese retorno al blanco o negro que recupera la obsesión del kirchnerismo por eliminar a la infinita gama de los grises. Y Mirtha habló en nombre de muchos que lo habíamos votado y estábamos tomando distancia al no entender cuál era el rumbo que el Gobierno intentaba tomar, si es que tenía alguno. Ningún país llegó lejos sin un Estado que piense y conduzca su destino. No son los inversores los que piensan el futuro, ni los gerentes ni mucho menos los burócratas.

Coincido con Mirtha, Mauricio Macri no ve la realidad. Y entre Mirtha y Durán Barba está la distancia entre una manera de ver la realidad y un asesor convencido de que las formas pueden darle sentido al vacío de ideas. Yo me quedo con Mirtha.