Breve historia de la honradez y la corrupción argentinas, y alarma ante hechos actuales que deben ser aclarados… ¡inmediatamente!

Cuando parecíamos liberados de los ñoquis K militantes o no, y de los inútiles de La Cámpora…, una denuncia de algo parecido nos alarma. Ojalá no sea así. Y si lo es, que se corte de un solo tajo

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"La mujer del César no solo debe ser honrada, sino parecerlo"
(Del emperador romano Cayo Julio César al historiador Plutarco)

José de San Martín, además de morir en su voluntario exilio (Boulogne-sur-Mer, Francia, 17 de agosto de 1850), no dejó bienes. Sólo algunos muebles, medallas, y ni siquiera conservó el sable corvo, símbolo de la libertad de su patria, Chile y Perú.

Lo compró en Londres, de segunda mano: no le alcanzó el dinero para uno de acero todavía virgen…

Manuel Belgrano, nacido rico –el único de los patriotas de Mayo que estudió en la Universidad de Chuquisaca: un privilegio de muy pocos–, murió en la más injusta y patética pobreza.

Abogado, se convirtió en militar a la fuerza comandando el Ejército del Norte.
Gozó victorias y padeció derrotas. Durante su campaña fundó dos pueblos: Curuzú Cuatiá en Corrientes y Mandisoví en Entre Ríos.

Intelectual, refinado, hombre de aulas y leyes, se jugó la vida en el frente… y murió en la miseria.

La última consulta a su médico la pagó con su reloj.

Nada más tenía.

Entre otras cosas, porque el gobierno jamás le pagó sus sueldos de general.

¿Un lejano y precoz corrupto de nuestra historia se los llevó en un bolso y los escondió en un convento?

Domingo Faustino Sarmiento cerró sus ojos para siempre en Asunción, Paraguay, el 11 de septiembre de 1888.

Fue un niño pobre nacido en Carrascal, uno de los barrios más pobres de San Juan.
Hijo de una hilandera, que aprendió a leer a la luz de una vela, apenas a sus cuatro años, guiado por su padre, José Clemente, y su tío José Eufrasio Quiroga Sarmiento.

Domingo Faustino Sarmiento
Domingo Faustino Sarmiento

A los 15 años fundó la primera de las decenas –o centenares– de escuelas: el mayor signo de su pasión…
Aprendió idiomas por su cuenta.
Y llegó a Presidente de la Nación.

Como tantos patriotas, no dejó un centavo.
Sólo una obra literaria incomparable.

Y la muerte lo sorprendió mientras trabajaba en un proyecto educativo destinado al Paraguay.

El 5 de enero de 1939, el doctor Lisandro de la Torre se suicidó a bordo del carruaje que lo llevaba a su casa.

No mucho antes había dicho: "Estoy viejo, estoy solo, estoy enfermo".

Pero más que eso, derrotado en su lucha, desde su banca en el Congreso, contra los negociados de la Década Infame (que en nuestra historia no fue la única…).

Sobre todo su fogoso enfrentamiento contra las cabezas visibles de un tratado de exportación de carnes que beneficiaba groseramente a Inglaterra…, y a los corruptos nacionales.

Desde luego, su única herencia fue el patriotismo, no las cuentas bancarias.

Hipólito Yrigoyen, dos veces Presidente de la Nación, vivió siempre en la misma casa de la calle Brasil, y murió sin dejar más –pero no menos– legado que su austeridad y su honradez.

Su primer vicepresidente (1922 a 1928), el rosarino Elpidio González, siguió ganándose la vida como vendedor ambulante de pomada para zapatos…

El doctor Alfredo Palacios, primer diputado socialista de América y luego senador nacional, fue nombrado embajador en el Uruguay por los revolucionarios que en 1955 derrocaron a Perón.

No fue una prebenda.
Fue un premio.
Había batallado a favor de los derechos sociales de los trabajadores, y hasta su eterna ropa resaltaba su carisma: traje negro, poncho, corbatín.
Eso, sin contar su vastísima cultura.

Terminada, al cabo de dos años, su misión diplomática, se presentó en la Casa de Gobierno con un maletín que casi explotaba de tan relleno.

Lo recibió un funcionario.
–¿Qué quiere, doctor?
–Vengo a devolver mis sueldos.
–¿Por qué?
–Porque no gasté ni un centavo.
–¿No comió? ¿Y la nafta del coche oficial? ¿Y la ropa?
–Mis muchos amigos uruguayos me invitaron a comer todos los días. Soy un gran caminador: el coche durmió en el garaje. Y hace años que no me compro ropa…
–Pero ese dinero es suyo. Le pertenece.
–De ninguna manera. Ese dinero es del Estado. Es decir, del pueblo argentino.
Y se fue.
Murió en 1965, a los 87 años.
Sólo dejó su florete –fue notorio espadachín– y su casi monstruosa biblioteca que ocupaba todo un salón de su casona, calle Godoy Cruz, Palermo.

Aunque socialista, en materia de austeridad y honradez tuvo un admirable discípulo radical: el doctor (médico) Arturo Umberto Illia (1900-1983).

Arturo Umberto Illia asumió la presidencia de la Nación en 1963
Arturo Umberto Illia asumió la presidencia de la Nación en 1963

Asumió la presidencia de la Nación en 1963 y fue depuesto por el nefasto golpe militar nocturno que entronizó en la Casa Rosada al inepto general Juan Carlos Onganía, de triste memoria como dictador.

Illia, nacido en Pergamino y afincado en Cruz del Eje como un médico casi santo (sólo les cobraba a los pudientes), gobernó durante tres años.
No aumentó la deuda pública.
No arrojó al país a la inflación.
Sus números fueron como su vida: transparencia pura.

Se enfrentó –génesis de su caída– a dos poderes gigantes: petroleros y laboratorios.
A los primeros les anuló contratos.
A los otros intentó cercenarles monopolios y precios.

David contra Goliat… pero ganando Goliat.
Don Quijote contra los molinos de viento, pero apaléandolo los molinos.

Eso, más Su Majestad la prensa.
En especial, la revista Primera Plana creada y dirigida por Jacobo Timerman.
El padre de Héctor
El ex canciller del increíble intento de acuerdo con Irán (¡nada menos!) para detectar a los culpables de la tragedia de AMIA.
El zorro en el gallinero…

Jacobo no fue el Rey del Escrúpulo.
Desde su revista –el maná para cierta clase media con ínfulas intelectuales– atacó a Illia cuanto pudo.
Primero, mediante un reportaje a su mujer, Silvia Martorell, hecho en Olivos por Tomás Eloy Martínez… sin piedad ni moral humanas.

Silvia era una mujer simple.
Un ama de casa.
La mujer de un médico tan pobre como abnegado: el juramento de Hipócrates a fondo y en el siglo XX.

Y ante el grabador de T.E.M. habló como tal.
Con baches. Con muletillas. Con comentarios naturales para ella ("las tardes domingueras de Olivos, qué lindas"), pero pasto seco y fósforo para el servidor de Timerman.

El reportaje se publicó… ¡sin editar!
Un pecado y un ardid periodístico que sólo puede usarse frente a un gran talento, a un sabio, a un filósofo, pero jamás ante una mujer inocente e indefensa.

Muchos se rieron de esa presunta "obra maestra del realismo periodístico", como definió algún alcahuete.
Pero los años pasaron, pasaron, y de pronto y con justicia el doctor Illia es casi, con Raúl Alfonsín, el mayor ejemplo ético hasta principios del 2000 en nuestra castigada patria.
Hoy lo admiran.
Lo veneran.
Alaban su coraje cuando enfrentó al general derrocador y le dijo: "Soy el jefe de las Fuerzas Armadas, y usted es un salteador nocturno. La patria y sus hijos le reprocharán esta traición".

Se fue a la casa de su hermano en un taxi.

Pero antes dejó ejemplos de honradez grabados a fuego.
Uno: hubo que hacer una colecta para comprarle el traje con el que asumió la presidencia.
Dos: internado en una clínica de lujo por una crisis cardíaca, al despertarse y ver el ambiente y los sofisticados aparatos, preguntó:
–¿Quién va a pagar todo esto?

Que se sepa, ningún presidente, en adelante y salvo la excepción de Alfonsín, se preocupó por cuánto le cuesta al Estado (al pueblo, en fin: es hora de que todos comprendan ese equívoco…) un viaje, un chequeo médico, una operación, un auto y su nafta y su chofer, un avión, un helicóptero, una gira política y/o de negocios con nutrida comitiva… etcétera.

–¿Quién va a pagar todo esto?
Lo mismo que preguntó la Madre Teresa de Calcuta cuando salió de su crisis cardíaca.

Pero mientras tanto, y a través de los años, en la Argentina, tierra de promisión, de infinitos ganados y mieses, se gestaba otra patria.

Una patria que avergüenza.
Pero que hace brillar más el recuerdo de todos los nombrados.

La patria del huracán K.
La corrupción a lo bestia, como dicen los españoles.
El robo organizado como plan de gobierno… y a largo plazo.
Él, ella, él, ella.
Sólo la muerte podía frustrar esa secuencia.
Y lo hizo.

Néstor y Cristina Elisabet Kirchner (NA)
Néstor y Cristina Elisabet Kirchner (NA)

Pero C.F. de K., como gestión necesaria para embarrar la cancha futura, la sembró de miles de ñoquis militantes… o no: la parentela de ella, La Cámpora, etcétera.
El antipaís de ayer…
El que acabo de describir.
No de iluminar: brilla con luz propia.

Pero llegó un nuevo 10 de diciembre.
A mi edad, tenía derecho al desencanto.
Como tantos millones.
Voté por Macri, como muchos.
¿Por la recuperación de la economía?
¿Por el fin de la inflación?
¿Por el retorno argentino al mundo después de años de aislamiento y papelones?
Sí. Es cierto.
Pero, e-sen-cial-men-te, por volver a respirar decencia.

Sin embargo, hace un par de sábados, leyendo la columna de Jorge Lanata en Clarín, me enteré –y no tengo por qué dudar: avalan a Lanata la verificación absoluta del 99 por ciento de sus investigaciones y sus denuncias, hoy con presos, procesados y pendientes de condena– de que más de veinte funcionarios (altos, medianos y bajos) tienen empleada… ¡a buena parte de su parentela!
No dice cuántos.
No sé cuántos.
Pero si es cierto, no voté ni votamos eso.

No voté para que echaran ñoquis… y volvieran otros.

Comprendo que un funcionario necesita alguien de su estricta confianza a su lado.
Pero uno o dos, capaces, y con títulos y curriculums que avalen esa capacidad.

Más, me hace ruido.
Nos hace ruido.
Ruido de sospecha.

Si no es cierto, los ciudadanos de a pie que pagamos impuestos (¡¡¡altísimos y muchas veces injustos!!!) exigimos, antes que los designios de Peña, el olfato de Frigerio y el fiscalismo de Dujovne…
¡una aclaración!

El nombre, apellido, cargo, títulos, capacidad y funciones de cada pariente de cada funcionario.
Sin omisiones.
Cuidado: ciertas omisiones terminan en la justicia…

Los que no las cumplan.. deben ser echados.
Bastante tuvimos con los personajes de La Cámpora, inútiles para todo servicio nombrados por los K… y que no cabían en las oficinas asignadas.

Caso palpable: la Cancillería.
"Uno más, y se hundía el piso", como dijo por tevé un ex embajador y testigo de cargo.

Advertencia.
Si la palabra "transparencia" sólo pasa a ser un sustantivo de campaña… ¡olvídense de mi voto!
Y (supongo) de algunos cientos de miles que ya no creemos en los Reyes Magos.

Tenemos el lomo muy curtido.

¿Quedó claro, chicos del PRO?

(Presidencia de la Nación)
(Presidencia de la Nación)

Todos los nombres, funciones y capacidades, bien prontito.
De lo contrario, "Lasciate ogni speranza voi che entrate"

Como final, breve historia íntima, pero no alejada de todo lo expuesto.

Mi padre fue, por largos años (casi toda su vida) empleado civil de una institución militar, y congelaron su ascenso "sine die" por negarse a participar de un chanchullo urdido por altos oficiales. Esos que juraron defender a la patria…

No era el más valiente de los hombres, pero les dijo en la cara "Yo no le robo a mi país".
Y lo sepultaron en vida.

Se llamaba Carlos Ernesto Serra.
Murió del corazón a los 72 años.
Volvía de cobrar su jubilación mínima luego de cuatro décadas de trabajo.
De más de un trabajo, para poder parar la olla y afrontar los gastos de mi colegio secundario.
Un colegio público, aclaro.
Vivió con mi madre, en los últimos años de ambos, en un monobloc del Bajo Flores.

Desencantado –había conocido los inmundos, corruptos comicios de los años 30–, se vestía impecablemente para ir a votar (lo hacía a primera hora), pero en su boleta dejaba un papel con este breve texto: "Voto por un hombre honrado".

No me gustaría repetir ese ruego en mi próximo sobre.

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