La imposible discusión técnica sobre los cambios en el impuesto a las Ganancias terminó convirtiéndose en un show televisivo en formato de reality del Gobierno, la oposición y los poderes empresario y sindical. Un laberinto que podría tener un final feliz el próximo miércoles en el Senado o estirar sus capítulos una semana más (no mucho porque la clase política no trabaja en enero, salvo urgencias). O seguir deambulando en la improvisación de la clase dirigente.
Como si Ganancias fuera el único problema, existe un país que no miramos: mientras se sueña con que lleguen inversiones al país, los argentinos sacaron al exterior –según cifras oficiales- más de 36.000 millones de dólares en los primeros once meses del año (la curva negativa solo se revirtió en noviembre, producto del blanqueo, es decir, entraron más dólares de los que salieron). El efecto Trump ya encareció la tasa norteamericana a 10 años, pero el país cuyo riesgo subió más en comparación con los demás fue obviamente fue Argentina, dato fundamental teniendo en cuenta que la transición económica del Gobierno esta sostenida en el endeudamiento. Mientras la Casa Rosada festejó -con razón- el aumento en la venta de cemento portland en noviembre (9% mensual y 2.1% interanual), un verdadero brote verde, las necesidades del cierre del año fiscal, postergaron los pagos de la obra pública para 2017. La manta corta.
En el mundo de la política, el Presidente confirmó que Marcos Peña, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui son sus ojos y su inteligencia, en un dardo dirigido a Alfonso Prat-Gay y Emilio Monzó, pero que parece no haber llegado a otros ministros como Sergio Bergman que siguió por televisión el incendio de Pinamar-Valeria del Mar, como si él no tuviese nada que ver (gracias al Ministerio de Seguridad provincial y al cambio de orientación del viento se evitó una tragedia). Y el gobierno provincial de María Eugenia Vidal ratificó su acuerdo con Sergio Massa en la Legislatura, (desechando un entendimiento con el "Reutemann" provincial, Florencio Randazzo, tal como pedía la Casa Rosada). Nada se sabe de Elisa Carrio y los radicales tiran más de un siglo de historia defendiendo el original encarcelamiento de Milagro Sala, mientras el mundo de los Derechos Humanos los repudia.
Pero todo es Ganancias.
Envidia generan en el periodista aquellos que sostienen que el Presidente y su gobierno hicieron todo mal como también los que circunscriben el problema a la irresponsabilidad de la oposición. Para ser justos con todos, se podría concluir que hubo de ambas cosas. Pero no tanto.
Mauricio Macri y Sergio Massa comenzaron la pelea con objetivos bien disimiles. Lo que nadie previo es que seguirían a fondo hasta chocar sus autos. No hubo errores ni irresponsabilidad. Hubo decisiones y metas políticas imposibles de concretar. Ahora todos, ellos mismos, el Congreso entero, los sindicalistas y los empresarios salieron a lograr el mismo proyecto de consenso que se hubiese podido lograr en noviembre. El país perdió un mes.
El Gobierno no se equivocó por enviar tardíamente al Congreso un flojo proyecto de Ganancias. La verdadera intención era no mandar absolutamente nada y tratar de reformar Ganancias en el momento más lejano posible. Con un déficit fiscal asfixiante, Alfonso Prat-Gay no erró en el parco proyecto oficial, terminado -parece – a las apuradas y sin la intervención de nada menos que la AFIP de Alberto Abad. La presión mediática de Massa y los acuerdos con la oposición a cambio de lograr la sanción del Presupuesto sumieron a la Casa Rosada y a Cambiemos en el Congreso en una confusión en la que nadie advirtió que se estaba habilitando un tema que podría ser el pretexto perfecto para que la oposición se una, mirando más al 2017 que a la modificación de un impuesto. Subestimaron a Massa y toda la oposición parlamentaria.
Tampoco el Gobierno muestra una gran voluntad política de diálogo al sentarse a hablar con la CGT y los senadores. Lo hace porque no tiene otra salida: el pacto (Rogelio) Frigerio-(Miguel Ángel) Pichetto del martes a la tarde obligó a la Casa Rosada a tener que buscar un proyecto de consenso, lo que por un lado fue una victoria –se cambiará la media sanción massistas de Diputados- pero por otro significaba también la defunción al proyecto oficial Prat-Gay. El hasta ahora ausente veto presidencial no es una concesión en busca de la paz política. Las encuestas que maneja el Gobierno muestran un apoyo popular a cambiar Ganancias y una alta oposición a vetar la iniciativa. En lo más alto del altar de la religión macrista están las encuestas y sus resultados.
Sin embargo, como en todo conflicto, que se sabe dónde comienza pero no cuando y en qué lugar terminará, el Gobierno indirectamente se terminó fortaleciendo por dentro y por fuera. Entre el lunes y el miércoles Mauricio Macri logró armar una red política ad hoc integrada gobernadores propios y ajenos, sindicalistas y empresarios a favor de que el Senado no apruebe el proyecto aprobado por la oposición en Diputados. Es verdad que el costo de ese armado fue tener que dialogar con sectores a los que no se convocó en su momento sobre el tema, pero no es menor la virtual coalición de factores de poder que el Gobierno pudo aunar en un momento de crisis.
Pero fue internamente donde se produjeron los cambios más fuertes. Por primera vez el Gobierno tuvo que hacer política, lo que menos le gusta. La tecnocracia de las planillas de Excel y las explicaciones aritméticas dejaron su lugar a reuniones frenéticas confirmando a los celulares como los nuevos protagonistas. Marcos Peña, Mario Quintana, Frigerio y Emilio Monzó inauguraron el capítulo político del gobierno del Presidente Macri.
Ganancias: Rogelio Frigerio dijo ser “optimista” para “llegar a un acuerdo con todos los sectores” https://t.co/Kos79zr5Rz pic.twitter.com/kB3dXDmr78
— infobae (@infobae) 17 de diciembre de 2016
Negociaron y lo siguen haciendo a varias puntas: con los senadores representados por Pichetto, con aquellos que siguen a sus jefes locales, con los que no tienen jefes, con los gobernadores, con los diputados, con Massa y con los sindicalistas. Otro dato que exhibio el "GananciaGate" fue la dispersión de la CGT: no todos piensan igual frente a los diferentes temas.
Y, además, los negociadores del Gobierno tienen una tarea final, probablemente la más compleja: su propio jefe, el Presidente. ¿Qué hacer, mantener el proyecto Prat-Gay que significa un costo fiscal de 27.000 millones de pesos, negociar un nuevo proyecto que lejos de representar la friolera por encima de los 100.000 millones que va a aumentar el costo original pensado por el Presidente hasta aproximadamente 40.0000 o dejar directamente que el Senado apruebe la sanción de Diputados, obligando a un veto? El martes, el Gobierno optó por la segunda opción y no por iniciativa del Presidente sino de sus negociadores.
Como se ve no será tarea fácil conseguir un proyecto consensuado con tantas manos en el plato. A favor es la voluntad de todas las partes por lograr un acuerdo en las vísperas de Navidad. "Cuando estás en una negociación tan compleja todas las partes se van a ir con el sabor amargo de que cedieron más de lo que querían. Eso es bueno. Significa que el acuerdo es el correcto" comentó el viernes al mediodía Hugo Moyano en un almuerzo con sus congéneres de Independiente. Los diálogos de Moyano con el Presidente han sido claves para comenzar a destrabar la situación. Sí: Moyano se ha convertido, por imperio de las circunstancias, en una voz que Macri escucha y no solo en los temas que importan al líder sindical.
Alberto Fernández, siempre crítico del Gobierno, también dice que el consenso no será fácil pero que puede alcanzarse. "Ahora todo es más complicado. Si se hubieran sentado a conversar ese martes antes que 14 bloques opositores votaran su propio proyecto, todo esto se hubiera evitado". Cuenta la leyenda que Fernández, uno de los arquitectos del acercamiento de ese día al Frente para la Victoria, le ganó una apuesta a Massa: que la Casa Rosada no lo llamaría para evitar la votación. Y que Massa esperó hasta último momento por ese llamado que nunca tuvo lugar (solo recibió el WhatsApp de una importante figura política, pero que no integranta la administración nacional).
Por el lado de los "14 bloques" también pasó de todo. Lo más inexplicable es que una mayoría de 140 diputados, después de votar semejante proyecto, se hayan sumido en el más absoluto de los silencios, mientras enfrente el Gobierno le enrostraba de todo: desde irresponsables hasta impostores, descalificando el proyecto por todos lados. Esa enorme mayoría parlamentaria no defiendo en público lo que había votado con la mano, mostrando una inentendible vergüenza por lo hecho. La carta de Massa no alcanzó a tapar el silencio ensordecedor.
La fe de erratas de Axel Kicillof recalculando el costo para el Estado del proyecto de los diputados fue un papelón que solo alimentó las acusaciones oficialistas y perjudicó gravemente a los opositores. Habla bien de Kicillof por su honestidad intelectual, pero pésimo de él como ex funcionario y también deja muy mal parado al país. Un ex ministro de Economía equivoca los cálculos. Pero aquí también debe haber justicia: no hay dos funcionarios del Gobierno que coincidan a la hora de calcular los costos fiscales de cada una de los capítulos de la reforma de Ganancias.
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Siguiendo con la teoría de que no hay inocentes, sino intereses, tampoco Sergio Massa fue sorprendido por todo lo que sucedió. ¿Habrá pasado el Frente Renovador a la oposición total o solo fue la defensa de Ganancias, uno de los leitmotiv de la vida política de Massa? Por lo pronto, al líder renovador el mote de la irresponsabilidad no parece molestarle tanto. "Prefiero que me digan irresponsable a ser un insensible con la gente dijo en un acto en Pilar el jueves a la noche con 1200 dirigentes de la tropa propia.
"Hace una semana estábamos en un serio problema. Levantamos un triple match point y mostramos que podemos hacer política. El lunes y hasta el martes a la mañana todo el mundo creía que el Senado votaría rápidamente la media sanción de Diputados y que los gobernadores no iban a responder a nuestro pedido. Pero no fue así. Paramos a los senadores, abrimos una instancia de diálogo y mostramos que estamos intactos" explicaba eufórico ayer sábado uno de los negociadores oficialistas con algo de razón.
Para los fanáticos de la letra grande de los cambios al proyecto, como si los senadores fueran el jurado de Showmatch, el primer impuesto que salvarán serán las retenciones a la minería. No solo el Presidente tiene un particular interés es resguardar a las empresas mineras, además de los gobernadores de las provincias involucradas sino también senadores y empresarios que no se los supone del rubro, con el latiguillo de que "será una mala señal para los inversores extranjeros", significante vacío detrás del cual se esconde cualquier cosa.
La modificación más fuerte con respecto al malogrado proyecto Prat-Gay son los pisos. De los 25.000 originales se podría pasar a 34.000 para los casados, promedio entre aquella cifra del Gobierno y los 44.000 de los diputados.
El aguinaldo y las horas extras podrían no estar grabados en una parte. Junto con el mínimo son tres temas clave, porque dividen a la CGT y son la causa del teórico paro escalonado del transporte del próximo lunes.
Quien va a sentencia es el impuesto al juego. Arrancó, según el Gobierno, como una decisión testimonial y ahora parece que podría aportar 6.000 millones de pesos. Los diputados y senadores mendocinos apuran al Gobierno y al Congreso en contra de los impuestos al champagne, mientras la Casa Rosada evalúa el beneficio real de la medida.
Es lo que faltaría al Gobierno y a la oposición: terminar el año discutiendo del champagne.