Por esas cosas de la moda, se ha perdido un poco la mirada sobre el peronismo. Y eso que también un cumple año. No de gobierno, como Mauricio Macri, sino de lo contrario, del peor ostracismo para un peronista, que es estar fuera del poder. Como pudo: dividido en demasiadas partes; apoyando -unos- hasta ahora la mayor parte de las iniciativas del gobierno en el Congreso; y otros tratando de bastardearlas. Sin embargo, desarrolló en estos meses una cualidad que había mostrado en la era K, pero nunca en los niveles actuales: la enorme capacidad para obtener recursos económicos de todo tipo y color.
"Nunca, nunca, el peronismo recibió tanto. Y menos todavía de un gobierno propio", explica uno de los que fuera líder peronista. Los ejemplos sobran: la "reparación histórica" a los sindicatos y sus obras sociales a mediados de año; la coparticipación y las ayudas extraordinarias y los permisos para endeudarse que han recibido los gobernadores del PJ; los acuerdos legislativos -no sólo en el Congreso nacional-; y el acuerdo con las organizaciones sociales (la mayor parte de ellas, peronistas, por lo menos hasta diciembre del año pasado).
Este aspecto, en cierto sentido, les ha permitido a los peronistas disimular la enorme y profunda división que sufren. Sobre todo en la provincia de Buenos Aires, su principal territorio político.
Con todo, algo debe ser reconocido: ni el más pesimista peronista podía imaginar que a un año de haber dejado el gobierno, increíblemente, las 14 gobernaciones se mantendrían intactas, como así también la mayoría parlamentaria en el Senado. Es cierto que en Diputados hubo una división -los legisladores del influyente y necesario (para el Gobierno) Bloque Justicialista se fueron del mundo K-, pero nadie sabe a ciencia cierta qué puede pasar en el año electoral, cuando las fronteras de los bloques legislativas a veces son invisibles. En el Congreso, los peronistas no K y los ultra K conviven en un disenso fuerte, pero funcional frente a la minoría parlamentaria del gobierno.
Sin entrar en un análisis electoral prematuro, salvo excepciones, no parece haber -a diez meses de los comicios legislativos del año que viene- una mancha política pro-gobierno que haga peligrar la posición de los gobernadores peronistas o su situación particular en cada legislatura. Las listas nacionales de diputados y senadores, según el caso, se definirán a mediados de año, donde naturalmente primará la necesidad individual y no del conjunto.
"Los gobernadores peronistas están mejor ahora que con Néstor y Cristina. Los reciben en Olivos, les dan plata, los dejan endeudarse y después de darles los premios recién les piden el voto en el Congreso", sigue explicando la misma fuente. La colaboración de los gobernadores, tanto en el Senado como en Diputados, funcionó impecablemente hasta hace pocos días. La reforma electoral murió en la Cámara Alta antes de nacer. Los gobernadores mostraron sus dientes por primera vez en el año: mientras los pedidos de leyes involucren temas nacionales y generales -nombramientos de jueces de la Corte o del Presidente del Banco Central, acuerdo con los holdouts, presupuesto nacional- sacando alguna tajada personal, todo se aprobará. Pero cuando la discusión se da sobre el régimen de elecciones, la amabilidad se termina.
Ya se ha comentado aquí del gran momento que está viviendo el sindicalismo con Macri. "Con toda la plata que se les dio los muchachos no podían ir a un paro. Era un papelón. De vez en cuando critican algo, para no quedar tan desdibujados. Pero nada más", sintetiza la situación una de las principales espadas del peronismo en el Congreso. Lo mismo -agrega- corre para las organizaciones sociales: "Es verdad que hay una emergencia social. Pero ni Menem ni Kirchner hubieran firmado nunca el acuerdo por 30.000 millones de pesos en tres años".
La excepción a este cuadro de riqueza son muchos intendentes peronistas del Conurbano. A media agua entre seguir o abandonar a Cristina Kirchner, a irse con Sergio Massa y el Frente Renovador o al hipotético desembarco de Cambiemos en la Provincia, estos jefes territoriales añoran las épocas en la que Kirchner en persona, o a través de Julio De Vido, regaban sus geografías con recursos y obras públicas.
"Las elecciones del año que viene en la Provincia definen el proyecto político que llevara el peronismo en 2019", dice un importante intendente de la poderosa Tercera Sección Electoral. En su lectura, compartida por muchos dirigentes del PJ, la ecuación bonaerense 2017 definirá el mapa político.
La teoría es así: de las cinco provincias grandes, el peronismo o el neo peronismo, definición en la que entraría Massa, puede ganar en dos. En el interior hay una mayoría peronista que raramente cambie, con excepción de la pelea por la gobernación en Corrientes. Cambiemos reina en Jujuy, y el resto son proyectos provinciales.
Cambiemos ganaría en las elecciones legislativas en Capital y Mendoza, de la mano del radicalismo. Santa Fe, socialista desde hace más de una década, podría sorprender con buenos números para el peronismo, pero su mejor ficha, Omar Perotti, hoy senador, no será el candidato. Córdoba presenta la curiosidad de una enorme imagen positiva del Presidente, pero las figuras de José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti, el gobernador, son fuertes. ¿Qué harán los cordobeses? Por lo pronto, otra victoria del cordobesismo significará un aporte a la cosecha nacional del Frente Renovador. No del Partido Justicialista ni del FPV. Dato a tener en cuenta.
Y entonces todas las miradas vuelven a Buenos Aires. Y no sólo para el peronismo.
Pocos repararon hace siete años en que el kirchnerismo no había hecho una mala elección nacional. La derrota de Néstor Kirchner frente a Francisco de Narváez puso en vilo el proyecto K: los acontecimientos posteriores, como la muerte del propio Kirchner y la consolidación de Cristina cambiaron todo. Eso fue lo único que se miró.
Lo que quiere decir que no sólo el peronismo define su futuro en la Provincia, sino también Massa, el espacio político de Margarita Stolbizer y por, sobre todo, el gobierno macrista. Del mismo modo que una victoria oficialista tendrá consecuencias fuertes, una derrota, también.
Un encuestador -de los que más conoce el distrito bonaerense- resume la inestabilidad de la situación: "Hay tres factores clave de los que hoy carecemos, que son saber cómo estará la situación económica en octubre del año que viene; que hará Cristina; y si Massa se presentará. Sin saber estas tres cosas, es muy difícil hacer un pronóstico".
Lo de Cristina es simple: su candidatura está atado a situaciones que no dependen de ella, como la economía y su frente judicial. Cada kirchnerista consultado tiene una respuesta diferente, según su leal conveniencia y saber. La mayor parte sueña con un regreso triunfal de "la Jefa", pero no sólo por lealtad a su figura, sino como una reivindicación frente a lo que definen como un año "en el que fuimos poco menos que tratados como leproso".
¿Cuántos votos tienen Cristina en la Provincia? El Presidente cree su antecesora logra quedarse con el 25% de los votos. Los K hablan de 35%. "Ella está muy bien alrededor de un 25-27% consolidado y duro. Para ganar hacen falta 7 u 8 puntos que, según nuestro análisis, pueden venir por dos vías: que la situación económica no llegue a mejorar a tiempo y el gobierno le siga pegando y la mantenga como 'el otro' de la política. Eso la puede convertir en Trump. Que la campaña se la hagan los opositores a ella", analiza y sueña un K hablando con este periodista.
Los kirchneristas dicen tener un plan B por si Cristina no se presenta y que podría retener el voto del espacio: Daniel Scioli. Por lo que se sabe, el ex gobernador, increíblemente, mantiene buenos niveles de imagen y retiene voto K y atrae voto menos K. Algo así como si el tiempo se hubiese detenido en la segunda vuelta electoral del año pasado.
Los sciolistas, preocupados como nunca por las denuncias aéreas de la semana y la ofensiva judicial sobre Alberto Pérez, también sueñan. "Los muchachos -por los intendentes y sindicalistas- tenían los dos años resueltos. Le sacaban toda la plata del mundo a Macri y después ponían la palanca en boludo dejándole a Cambiemos ganar las elecciones 2017 y 2019. Pero resulta que al gobierno le va peor de lo que se pensaba y ahora tienen que reaccionar", reflexiona un sciolista.
La alternativa Cristina-Scioli aterra a más de un legislador provincial o intendente peronista. "Nos van a sacar de la listas. Van a poner a gente de ellos. El año fuera de la gestión los cerró más en los leales. La candidatura de Cristina no va a ser por el peronismo, sino por afuera", se queja un intendente.
Los pejotistas que no se fueron al Frente Renovador -o que se fueron y volvieron- están nucleados en grupos como el Esmeralda, el más fuerte en materia de convocatoria de intendentes. El objetivo de ellos es lograr que Florencio Randazzo finalmente se decida a jugar en las elecciones del año que viene. ¿Una interna Scioli-Randazzo sin Cristina? "Es una de las tantas posibilidades. Sería la ideal", dicen cerca de José Luis Gioja, quien trabaja fuertemente para esta alternativa. Otra jugada es apostar a un hombre propio: Martín Insaurralde o Gabriel Katopodis, detrás de una rebelión de intendentes.
Randazzo reúne varias condiciones para encabezar la ofensiva contra los K: renunció a una candidatura ganadora a la gobernación bonaerense, en una decisión todavía no mensurada en su tamaño total, porque significó un cambio brutal en el mapa electoral de la Provincia y en el presidencial 2015,; le dijo que no a Cristina, no se sumó al gobierno de Macri (al que critica) y apoyarlo no significa tener que dar el gran salto de abandonar el partido para sumarse a Massa. Toda esta teoría tiene un sólo defecto: Randazzo. El ex ministro del Interior se está haciendo famoso por sus silencios. Y en el peronismo bonaerense no son pocos los que lo comparan con Carlos Reutemann y su no candidatura presidencial.
Finalmente está Massa. Al fundador del Frente Renovador lo ayuda la geografía bonaerense: la famosa grieta macrismo vs kirchnerismo no funciona o no funcionó al menos el año pasado en la Provincia. Su ancha avenida del medio donde mejor anduvo fue en Buenos Aires, en las tres vueltas electorales. Su más del 20% en las presidenciales del año pasado es su trampolín para soñar y la pesadilla para el gobierno y el peronismo tradicional.
"Esto es así: si nosotros logramos armar una propuesta, si Cristina no se presenta y ganamos o salimos segundo atrás de Cambiemos, nos quedamos con la definición del peronismo para el 2019. Pero si Sergio se presenta y gana o sale segundo cerca, pegado al Gobierno, todos terminaremos atrás de él", dice un intendente del conurbano.
Massa sigue sosteniendo que el voto peronista vendrá, sin necesidad de que lo vaya a buscar. Y que hoy es más importante consolidar acuerdos con figuras como Stolbizer -no es oficialista pero representa valores parecidos a los de Cambiemos-, que depender de la confusa y dividida estructura del PJ. "Que el peronismo defina su tema y se ocupe de Cristina. No quiero compartir listas con kirchneristas", suele repetir Massa, quien sigue descreyendo de la inmortal perpetuidad del peronismo. Todavía no definió su candidatura, pero socios como De la Sota o su entorno más cercano -Sergio Bendixen, su publicista- insisten en que debe presentarse.
La ancha avenida del medio tiene sus vaivenes. El más complicado es la grieta macristas vs. Kirchneristas y su impronta sobre los medios de comunicación. Por eso en el último mes corrió su discurso hacia un tono más crítico al Gobierno: Roberto Lavagna contra el plan económico; Felipe Solá criticando el decreto que permite que familiares de funcionarios ingresen al blanqueo; y su ofensiva por Ganancias.
Falta mucho para octubre. Pero no tanto. Y menos en la Provincia.