El gobierno de Macri: el futuro del gabinete y la rebelión en la granja

El Presidente surfea entre los reclamos y las internas de Cambiemos. La posibilidad de gravar la renta financiera

El presidente Mauricio Macri, pensativo en un encuentro con la UIA (Nicolás Stulberg)

El gobierno de Mauricio Macri ha comenzado la semana previa a su primer año de gestión con un vértigo a veces difíciles de manejar. No se trata de un problema de liderazgo ni de autoridad política -Macri decide y manda-, sino de gestión, la cualidad con la que destacó PRO en los 8 años de administración de la Ciudad.

Es probable también que la forma de conducción de Macri resulte diferente. En un gobierno peronista, sería impensable que un aliado político (Elisa Carrió) presente una denuncia penal contra un equipo de viceministros de ese mismo gobierno o que hable mal todo el tiempo de uno de los hombres de mayor confianza del Presidente como Daniel Angelici. O que el jefe de los diputados, Emilio Monzó, ventile en público las cuitas internas del espacio, pidiendo como si nada un cambio de gabinete o desafiando a Jaime Durán Barba, uno de los santos mayores de la liturgia PRO.

Aquellos modos heterodoxos del Presidente en el ejercicio de su liderazgo son verdaderamente extraños. Macri en persona se pasó todo el día miércoles recomendando a propios y a sus ocasionales visitas que miraran el programa de TV –Los Leuco– en el que había participado Monzó la noche anterior, elogiando y ponderando la visión de la situación del Presidente de la Cámara. "Las discusiones entre Emilio y Jaime las he vivido en persona. Nadie me puede contar algo que me sorprenda", explicaba el Presidente.

Con Carrió sucedió algo parecido. No molestó tanto que haya habido una denuncia a integrantes del propio gobierno -ministerio de Energía- sino que pongan en duda la honorabilidad de un ministro, Juan José Aranguren, "el primero por el que el Presidente pondría las manos en el fuego". En Olivos dicen que hubiese mejor no enterarse de la denuncia por los diarios, que también hay que entender a Lilita, "porque para ella es difícil tener que jugar en equipo, teniendo en cuenta que siempre jugó de libero".

Ernesto Sanz y Elisa Carrió -figuras del armado de Cambiemos-, junto a Mauricio Macri (NA)

Ningún rencor, enojo ni reclamo para Monzó y Carrió. Presidente zen.
Mientras, el cambio de Gabinete madura como fruto de un reclamo de empresarios, analistas, periodistas, ciertos encuestadores y figuras de la propia coalición de gobierno como Carrió, Monzó y Ernesto Sanz. También hay defensores de esta opción en gente del propio gobierno, que no se ve involucrada en las supuestas modificaciones. Y surge de la falta de resultados favorables de la economía. Con la lógica deportiva de que las derrotas echan directores técnicos, las malas noticias oficiales producen cambios.

El problema es que Macri no piensa así. El propio Presidente en forma privada le aseguró a este periodista hace horas que no tenía pensado ningún cambio de gabinete, en razón de que no está disconforme con sus ministros; que en la Ciudad mantuvo el mismo equipo, salvo cambios obligados, y que no veía beneficios en una jugada de este tipo.

Marcos Peña ayer, después de la repercusión lógica que generaron los dichos de Monzó, salió al cruce diciendo que "no vemos razones para grandes cambios". La afirmación del Jefe de Gabinete se sostiene en datos empíricos: los tres encuestadores que más lee el gobierno (Aurelio, Poliarquía e Isonomía) le dicen que el Presidente se mantiene estable en buenos niveles y que los argentinos no le endilgan al gobierno actual la responsabilidad por el mal momento económico y social. "¿Para qué cambiar?", se preguntan en la Casa Rosada, cerca de la trinidad que maneja el gobierno: Peña, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui.

Asesorados por especialistas como Jaime Durán Barba y sostenidos en el gran despliegue de las redes sociales, este polo de poder, tecnocrático, que ha tomado todas las decisiones importantes desde diciembre, comienza a ser atacado por la falta de resultados en el área económica.

Emilio Monzó, presidente de la Cámara de Diputados

Monzó representa el otro círculo de poder de Cambiemos, el que quedó afuera de las decisiones de la Casa Rosada. Tiene una influencia decisiva en el plano legislativo -esta semana forzó la negociación por el Impuesto a las Ganancias, por caso- y un peso político propio al tratarse de los arquitectos de la coalición oficial. Junto a Carrió y Sanz, representan el ala política, cansada -dicen- de que Durán Barba sea más escuchado que ellos a la hora de decidir una estrategia electoral o las candidaturas.

Macri pertenece al primer grupo, el de la tecnocracia. Hoy no pasa por su cabeza ningún cambio y es improbable que lo haga mientras los sondeos de opinión le sigan resultando favorables. El Presidente sostiene que hay sectores que le creen a él en un 90% y un 10% a Cristina Kirchner. Que hay otros en donde se da la inversa, que le creen a Cristina en un 90% y a él un 10 %. Se trata de los fanáticos y del voto duro de cada uno. Y que finalmente en el 40%, restante de la sociedad, el Presidente le saca una ventaja a CFK que le permite sostenerse hoy en niveles positivos de apoyo popular.

La sensación que entregan el Presidente y Peña es que en la medida que esto no se modifique no habrá cambios significativos en el gobierno. Pero no menos cierto es que a veces la dinámica política argentina toma caminos inesperados y sorprendentes y que este Presidente ha mostrado no tener problemas para cambiar su pensamiento y optar por alternativas antes desechadas. Por ahora la oficina de cambios sigue cerrada. Pero nunca se sabe.

Precisamente, el Presidente mostró un cambio importante en dos temas centrales: la emergencia social y la muy hábil ofensiva político-mediática de Sergio Massa con el Impuesto a las Ganancias. Se acordó con los empresarios que no habría despidos hasta el mes de marzo y por otro se reconoció por primera vez a las organizaciones sociales una representatividad que no tenían al pactar entregarles 25.000 millones de pesos para ayuda a los sectores más vulnerables y afectados por el momento económico. Y en un giro de 180 grados, después de haber hecho trascender que se vetaría cualquier modificación de Ganancias alejada de la propuesta oficial, desde el martes, oficialistas, opo/aliados y opositores discutirán en Diputados un proyecto consensuado.

Mauricio Macri habla y Marcos Peña escucha durante una conferencia (Télam)

"El gobierno filosóficamente no está en contra de gravar la renta financiera. Lo que no queda claro es el beneficio en materia de recursos que eso provocaría", dicen en los despachos oficiales. El massismo plantea tres ejes: gravar los plazos fijos altos, las Lebacs y los dividendos bursátiles. El gobierno dice que quiere estudiar caso por caso, que no son optimistas en cuanto a la recaudación que estos cambios generen -como así también el gravamen al juego- pero que son conscientes desde lo simbólico poder terminar con el slogan de que el trabajo paga impuestos y la renta financiera no. El fin de semana largo puso un manto de piedad sobre la realidad matemática: entre el proyecto de la Casa Rosada y el de Massa hay un gap de casi 50.000 millones de pesos: el del gobierno significan 27.000 millones y el del Frente Renovador, casi 80.000 millones. Cuidado: la discusión de Ganancias tiene una veintena más de invitados a la mesa, que son los gobernadores. Es un impuesto coparticipable y es más que obvio que las provincias no querrán perder ningún recurso.

Además de la fallida y necesaria reforma electoral, el siempre amenazante juicio político a Ricardo Lorenzetti y las denuncias contra Angelici también recalentaron la interna oficial. Allegados al Presidente sostienen que no ven causales para avalar la ofensiva de Carrió y dicen que ahora tienen buen diálogo con el titular de la Corte. Otras lecturas, lejos del calor oficial imaginan una confabulación en la que Macri es el policía bueno y Carrió el malo y en verdad lo que se pretende es cambiar a Lorenzetti. Sin embargo, hoy en la mirada oficial el mayor recelo y fastidio apunta a Horacio Rosatti, a quien acusan de ser el autor del fallo de la Corte contra el aumento de luz.

Lo de Angelici es más complicado. El Presidente lo define ante sus amigos como un "decodificador" del Poder Judicial. En el círculo más íntimo del poder del gobierno dicen que el presidente de Boca Juniors tiene muy buena información y que eso ayuda a entender lo que está pasando en los tribunales. Y que cuando se utilizaron otras fuentes de información -caso fallo de la Cámara Federal de la Plata por tarifazo- erraron en las conclusiones. Hoy no se ve un divorcio en la relación Macri-Angelici. Más bien todo lo contrario.

Sí aparece el rencor en los pasillos de Olivos a la hora de hablar de Roberto Lavagna. La molestia va variando: desde los que sostienen que afloró una interna de la era K entre el ex ministro y Alfonso Prat Gay, que Lavagna pretendía recibir alguna propuesta oficial -lo que no consta- y/o que detrás de los dichos del dirigente renovador podría estar el pensamiento de cierto sector industrial favorable a una devaluación. "El dólar Lavagna hoy sería a 34 pesos. Así cualquiera opina" se quejan.

Federico Sturzenegger participó del diálogo con Lavagna. Y como se debe dejar al Banco Central trabajar con la autonomía que marca la ley, la decisión de que las tasas, los títulos públicos sigan bajando hasta el 24% será consecuencia del análisis y seguimiento de la inflación que hace la autoridad monetaria y no de una orden del Presidente. Eso dicen en la residencia de Olivos. Donde se habla de los brotes verdes que aparecieron en primavera. De las flores de los jardines de la quinta presidencial.