El jueves pasado, el Tribunal Oral Federal 1 de la provincia de Córdoba dictó la pena máxima para el ex titular del Tercer Cuerpo del Ejército por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura en el centro clandestino La Perla.
En la lectura de sentencia, el presidente del tribunal de enjuiciamiento, Jaime Díaz Gavier, declaró a Menéndez penalmente responsable de los delitos de "privación ilegítima de la libertad agravado por tratarse de un funcionario público, por el uso de violencia (dos hechos), por el uso de violencia y por haberse cometido para compeler a la víctima a hacer, no hacer o tolerar algo a lo que no estuviese obligada (297 hechos)".
También por los delitos de imposición de tormentos (656 hechos); imposición de tormentos seguido de muerte (1); homicidio doblemente calificado por alevosía y por el concurso de una pluralidad de partícipes (52); homicidio calificado por alevosía, ensañamiento con tormentos agravados (1).
La pena perpetua también alcanza a su responsabilidad por los delitos de "desaparición forzada agravada por resultar la muerte de la víctima (281); desaparición forzada de un menor (1); allanamiento ilegal (2), usurpación por turbación del dominio (1)".
El suboficial mayor retirado Luis Alberto Manzanelli, uno de los principales acusados en el juicio por la megacausa La Perla, que se llevó a cabo en los tribunales federales de Córdoba por crímenes de lesa humanidad cometidos en ese centro clandestino de detención durante la última dictadura cívico militar, murió el 13 de noviembre de 2015 en la clínica donde se encontraba internado.
Murió condenado junto a otros militares, entre ellos el ex general Luciano Benjamín Menéndez. Manzanelli, a quien se le había otorgado la prisión domiciliaria antes de morir por encontrarse afectado de una enfermedad terminal, falleció en una clínica de la ciudad de Córdoba donde se encontraba internado, informaron fuentes judiciales.
Apodado "el hombre del violín" o "cogote de violín" porque no podía girar la cabeza hacia un lado a causa de una caída desde un caballo, Manzanelli fue miembro del Destacamento 141 de Inteligencia "General Iribarren" y del comando del Tercer Cuerpo de Ejército, del que también formaron parte los oficiales Pedro Héctor Vergéz y Ernesto Barreiro.
Según testimonios de sobrevivientes, era de carácter sereno y hablaba en voz baja y pausada. Extremadamente vanidoso, se creía superior, incluso a los oficiales. Procesado por la Cámara Federal de Córdoba, en febrero de 1987, por cargos de asesinatos, torturas y secuestros, fue arrestado en abril del mismo año (14-4-1987). Y quedó en libertad dos meses después.
Además del asesinato múltiple por el que había sido condenado, Manzanelli estaba acusado por 784 delitos, entre los que figuraban 308 privaciones ilegítimas de la libertad agravadas, 291 imposiciones de tormentos agravadas, 169 homicidios calificados, 15 imposiciones de tormentos seguidas de muerte y una tentativa de homicidio calificado, por lo que durante los alegatos en el juicio que se lleva a cabo en el Tribunal Oral Federal número 1 (TOF1) de Córdoba, las querellas habían solicitado se le imponga la pena de prisión perpetua.
Tras la condena a Menéndez, el programa Tercera Posición -que conduce Rolando Graña en el canal América- reveló una entrevista exclusiva con Manzanelli, donde narra detalles desconocidos sobre el funcionamiento de los grupos de militares que capturaban guerrilleros.
"La detención de las personas la hacíamos nosotros", admite Manzanelli en el reportaje. "Cuando deteníamos a alguien, lo conducíamos a La Perla", explica.
–¿Usted presenció sesiones de tortura? – indaga Graña.
–¿Me puedo abstener?- pregunta el represor, que luego explicó: "El interrogatorio está en el reglamento de Inteligencia. La picana se usaba en casos muy extremos. ¿Usted cree que vivíamos con la picana en la mano? No, no era así. Le puedo asegurar que no era así. Los detenidos pueden ser apremiados de distintas formas, pero la picana no se usaba todos los días".
"En algunos momentos pensaba que eso no estaba bien. ¿Cómo salgo yo? Si hubiera salido, no estaría acá. Me podrían haber matado. ¿Cómo se castiga una deserción? Yo no maté a nadie", dijo Manzanelli.
"Asumo la idea de morir preso, estoy bien. Mi esposa murió de un cáncer atroz. Lo último que me dijo fue 'hablá, no te lo tragues más, hablá'", concluyó el represor condenado.