Piden que una represa brasileña no tape los impresionantes "Saltos del Moconá"

Es un fenómeno único en el mundo

Los Saltos de Moconá

"No hay otro lugar igual". Con sus matices, la aclaración es una de las primeras cosas que subrayan los guías antes de llegar a los míticos Saltos de Moconá, en Misiones. Sin embargo, el espectáculo que brindan sus cascadas está supeditado a las operaciones de una represa brasileña que abrió hace unos años y que los operadores turísticos locales piden que coordine con ellos su funcionamiento para no taparlas.

Por una falla geológica, durante unos tres kilómetros en el río Uruguay, entre las desembocaduras de los arroyos Pepirí Guazú y Yabotí, el lado argentino queda más alto que el brasileño, lo que forma un cañadón con una cascada longitudinal de 10 metros de altura, un fenómeno que no se repite en otro lugar del mundo, según alardean los lugareños.

Su avistaje depende de varios factores, como las lluvias. En efecto, el año pasado hubo lluvias récords, entre tres y cuatro veces por encima de los valores promedio, lo que aumentó el nivel del río Uruguay y tapó durante varios días los saltos.

Pero un factor humano le agregó a los operadores turísticos un obstáculo todavía mayor a su actividad: la represa de Foz Chapecó, ubicada aguas arriba, a unos 80 kilómetros de la frontera entre Argentina y Brasil. Su primera unidad generadora fue inaugurada en octubre de 2010 y el 12 de marzo del año siguiente comenzó a operar en su totalidad. Doce horas después de que sus compuertas se abren, el agua llega a los Saltos de Moconá, lo que afecta su altura y visibilidad. Y si llueve, directamente los tapa.

La represa Foz do Chapecó

"Antes de que se instalara la represa el avistaje era más normal. Ahora capaz tenés cinco metros de saltos y de repente, en dos o tres horas, te quedan dos metros", explicó a Infobae el intendente de la vecina localidad de El Soberbio, Roque Soboczinski.

Las autoridades locales y los emprendedores turísticos coinciden en que el Gobierno debería coordinar con el Ejecutivo brasileño para que la represa trabaje de manera tal que los saltos puedan ser visitados durante el día. "Queremos que nos dejen trabajar entre las 8 de la mañana y las 16 horas", explicó el intendente Soboczinski.

Aunque siempre que estén visibles vale la pena hacer la excursión, los domingos y los lunes son los mejores días para visitar los saltos. La excursión en gomón cuesta 200 pesos y la entrada al Parque Provincial Moconá, en el que están ubicados, otros 15 pesos. En la página oficial hay una sección en la que se informa todos los días si el paseo está habilitado, así como también si se puede ingresar al parque, ya que el acceso depende de la altura del arroyo Yabotí.

"Cuando los saltos no son accesibles, la alternativa en la zona es la Reserva de la Biosfera Yabotí, la quinta más grande del mundo, que es un lugar único, diferente, en el medio de la selva", recomendó a Infobae el titular de la Asociación Civil de Turismo de Alto Uruguay, Francisco Presa Campos, propietario en la zona de un lodge, una forma de alojamiento que cada vez pisa con más fuerza en la selva misionera.

En el área de Yabotí hay distintos recursos turísticos, como la Huella Guaraní, conocida también como "La senda sagrada de la tierra sin mal", que a lo largo de sus 62 kilómetros une las aldeas Jejy, Jejy Miní y Pindo Poty, con los distintos atractivos de las reserva.

Aun así, los Saltos de Moconá son la vedette de la zona y los operadores turísticos no piensan quedarse de brazos cruzados. En esa línea, una comitiva misionera viajó en marzo a la ciudad de Três Passos, en el vecino estado de Río Grande do Sul, en Brasil, para mantener una reunión con funcionarios locales y trazar una agenda común, ya que el turismo al otro lado de la frontera también se ha visto afectado por la represa, puesto que venden la excursión a los saltos del Yucumá –como les dicen allá– desde un parque estatal que ofrece una vista panorámica de las cascadas.

En ese encuentro se decidió preparar un proyecto para presentárselo a los diputados nacionales de Río Grande do Sul y al Ministerio de Energía brasileño con el fin de regular la generación de energía en la represa para que no ahogue las cascadas y el turismo aguas abajo.

Por otra parte, también se planteó la posibilidad de acudir a la Justicia para pedir una indemnización por los días en los que la represa no permite trabajar, ya que creen que cualquier estudio probaría que el problema no son las lluvias sino la represa. Los que conocen el río Uruguay dicen que basta con mirar el color del agua para saber si las crecidas son por la lluvia o la represa.

A su vez, la Asociación Civil de Turismo del Alto Uruguay presentó esta semana 15 puntos con los que espera que el gobierno nacional impulse el turismo en la zona, elegida recientemente como uno de los cinco destinos no tradicionales a promocionar. Uno de los reclamos fue, justamente, solucionar el conflicto por Foz de Chapecó.

Por supuesto que el turismo no es el único problema y también están los que endilgan a la represa las inundaciones (o una parte de ellas) que han afectado a las poblaciones en los últimos años, algunas de las cuales terminaron con cientos de evacuados. También hay críticas por el impacto ambiental.

A su vez, los pobladores locales recuerdan que hay otro proyecto al que le temen más que a Foz do Chapeco: el embalse Garabí, que dejaría a los saltos bajo el agua por el resto de sus días. El gobierno nacional quiere reimpulsarlo, pero está paralizado por la Justicia brasileña por la falta de licencia ambiental.

El proyecto cuenta con un rotundo rechazo en la zona, que se manifestó en una consulta popular voluntaria en la que participaron más de 120 mil personas, casi un cuarto de las que suelen votar en los comicios obligatorios, todo un indicio del termómetro social, que ya tiene como antecedentes los desaparecidos saltos del Guairá y Grande.