San Cayetano, la CGT y la lucha de clases

Por Edgardo Chini

Guardar

"Hay una sola clase de argentinos, los que trabajan", reza una frase histórica nacida desde el peronismo en tiempos donde el sentido de la palabra "clase" estaba siendo apropiado por la ideología marxista. A partir de esta afirmación cabe preguntarse si quienes son expulsados del mundo laboral quedan entonces desclasados. Y ahí están las organizaciones gremiales que en medio de un recambio generacional que también necesita recuperar credibilidad se exhibe como interlocutor necesario para sostener tiempos institucionales, pero a conciencia de que la fortaleza surge de no permitir el debilitamiento del poder adquisitivo ni la disminución de los puestos de empleo.

La discusión que hoy se enmarca dentro del proceso de unificación que atraviesa la CGT hacia el próximo 22 de agosto, junto a la mejor convivencia de las dos expresiones del CTA con una marcha federal en el horizonte cercano y los movimientos sociales que convocan a la movilización de mañana desde la sede de Liniers del santo del trabajo hasta la Plaza de Mayo; son principales actores sociales de este debate de fondo y superficie. Entre los reclamos de este domingo que no será día de descanso; figura el Salario Universal Complementario. El Ministerio de Trabajo deberá definir su política al respecto con una frazada corta con la que deberá contener también a los que menos tienen.

La iglesia convoca a través de la Pastoral Social, guiados incluso por un Sumo Pontífice que se da tiempo para señalar su preocupación por la desocupación en el país (quizás porque hoy más que nunca Dios es Argentino), aún dentro de una agenda global atravesada por una guerra geopolítica de características únicas, re cargada con crisis económicas, masivos procesos migratorios, bombardeos y terrorismo por doquier.

¿Qué piensan en este escenario los encargados de tomar las decisiones que afectan directamente, de una u otra manera a los más de seis mil millones de habitantes de este planeta? Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y los otros integrantes de Unión Europea evalúan la mejor manera de producir medidas proteccionistas de sus mercados y de sus fronteras. Mientras Francia impone una reforma laboral que le da certificado de defunción al otrora elogiado Estado de Bienestar.

En la región pesan los procesos que están viviendo Brasil y Venezuela para hacer funcional la inclinación de la balanza hacia el eje pacífico. Desde aquí se hace foco entonces en países como Chile, Perú, Colombia o México, donde las normas que rigen los contratos de trabajo, aún arrastran mecanismos más cercanos a la Edad Media que al nuevo milenio.

Pero en estas pampas, la Justicia Social no es un dogma, sino parte de un derecho adquirido que cruza a todos aquellos que conforman el mundo del trabajo. Una herramienta de la que disponen las organizaciones sindicales a la hora de defender los derechos de sus representados.  Algunos se paran en la línea de flotación de salarios mínimos, otros en el objetivo de eliminar el impuesto a las ganancias entre los asalariados. Y también están los que hacen suya la demanda de los que corren peligro de quedarse afuera del sistema productivo. Todo en medio de discusiones salariales para todo lo que resta de este 2016.

Los empresarios también salen a escena. Funes de Rioja en cabeza de la Unión Industrial Argentina (UIA), jugó su partida de poker en la Comisión de Trabajo, cuando se discutía la ley anti despidos que paso sin pena ni gloria por el Congreso, pero donde Funes, siempre memorioso de sus tiempos paritarios, mostró escalera real al poner sobre  la mesa de la discusión el presupuesto destinado a los seguros de desempleo.

Ahora el Poder Legislativo volverá a ser a protagonista a partir de proyectos que dicen apuntar  a la generación del primer empleo para los más jóvenes. Muchos ya evalúan que esta es una primera muestra para provocar la flexibilización de los Convenios Colectivos de Trabajo que rigen las distintas actividades. En diferentes escritorios del Poder Ejecutivo circulan en abundancia Papers de todo tenor que hacen eje en el costo laboral, para impulsar otra vez una reforma similar, a la que cuya aplicación fue parte de la estrategia que terminó en diciembre de 2001.

Desde algún sector del gobierno se interrogan también a esta altura si los CEOs que invaden los despachos conforman otra desclasada expresión que tironea desde el otro vértice a fuerza de excels que cierran números y abren conflictos. También entre sectores medios y medios altos, siempre dispuestos a reaccionar cuando se les toca la fibra más sensible, la de los bolsillos.

Hay grifos que se abren y grifos que se cierran en un camino de representatividad política con un Estado que hace equilibrio entre los mandatos de super estructura auto impuestos y las necesidades sociales de una ciudadanía que hace ya demasiado tiempo aprendió a defender lo que le es suyo.

El actual Presidente parece querer seducir a tíos y padrinos. A aquellos que hasta suelen decir que lo tuvieron en los brazos y lo conocen desde la cuna. Les dice que es el mejor representante que pueden tener. Sueña con convocarlos a comprometerse con el desarrollo más amplio de la Argentina. Hasta ahora no ha logrado conmoverlos demasiado. Todo recuerda a aquella frase de un ex ministro de economía de origen radical: "Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo".

Guardar