Al mejor estilo de una partido de truco o de contienda entre comensales de un tute cabrero, cada uno de los sectores que conforman el Movimiento Obrero que confluyen dentro de la Confederación General del Trabajo, empiezan a exhibir sus tácticas entre los circunstanciales contrincantes, a fin de conformar la conducción de una CGT unificada.
El moyanismo confirma el paso al costado del líder camionero, para darle juego al alfil elegido de este sector, Juan Carlos Schmid. Así el titular de la Confederación de Trabajadores del Transporte (CATT) presentó un plan de acción para el próximo 4 de agosto que según anuncian puede incluir paros y movilizaciones de sindicatos fortalecidos en la herramienta que implica frenar el traslado de los ciudadanos a sus lugares de trabajo. Mientras en el marco de las discusiones con vista hacia la unidad, especifica la posibilidad cierta de una conducción tripartita.
Por su parte el Movimiento de Acción Sindical (MASA), que encabeza Omar Viviani redobla la apuesta a partir de un documento donde explicita la necesidad de fijar políticas claras de lo que debería ser el rol a cumplir desde una CGT integrada por todos los sindicatos confederados. Desde allí el elegido para encabezar esta expresión gremial, Sergio Sasia, secretario general de la Unión Ferroviaria, se inclina más por llegar a un acuerdo donde a partir del 22 de agosto, fecha del "Congreso Unificador", se oficialice la conducción de un solo secretario general.
También el jefe del gremio bancario, Sergio Palazzo habló de la necesidad de acciones concretas ante muchas de las medidas del actual gobierno nacional. Fue en un acto realizado en Ferrocarril Oeste que convocó a sindicatos descontentos con la conducción que encabezó durante la última etapa del gobierno kirchnerista el metalúrgico Antonio Calo y que se alimenta de muchos gremios que formaron parte del MTA, en tiempos de la presidencia de Carlos Menem.
Más expectantes y con menor exposición de superficie en el proceso de unidad, se muestran los sindicatos que conforman la CGT Azul y Blanca que encabeza Luis Barrionuevo. El secretario general del gremio gastronómico, mantiene sin embargo activas reuniones con los principales referentes de cada espacio sin oficializar aún a Carlos Acuña, representante de los trabajadores de garages y estaciones de servicio para la conformación de la nueva conducción de la CGT.
En una táctica similar, aparece el sector de los "gordos" (históricamente los más numerosos), donde si bien el titular del gremio de la sanidad y diputado nacional por el Frente Renovador, Héctor Daer, sigue siendo mencionado para encabezar la unidad, también los llamados independientes marcan presencia. Allí Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (UOCRA) y José Luís Lingeri (Obras Sanitarias) se sienten distribuidores del juego.
De hecho, el secretario general de los "trabajadores del agua" es signado como uno de los principales negociadores para que las obras sociales sindicales empiecen a recuperar el dinero que aún les retiene el Estado, pero que en verdad pertenece al aporte de los afiliados a cada una de las organizaciones gremiales. Lingeri posee el "know how" (fue titular de la Administración Nacional de los Servicios de Salud –ANSSAL-) y mantiene vínculos aceitados con referentes centrales del actual Poder Ejecutivo en el área de salud.
Allí también se abren grandes interrogantes, porque si bien Lingeri es reconocido como un dirigente de buen diálogo con los referentes de todo el arco sindical, no son pocos los titulares de los gremios que quieren conocer la letra chica de lo que sería el acuerdo para las entidades sindicales prestadores de salud. La posibilidad de empezar a recuperar los aportes de los afiliados entusiasma desde el simple hecho de hacer valer un derecho, que históricamente los diferentes gobiernos han sido reacios a cumplir. Pero un primer cálculo habla de una deuda aproximada de 30 mil millones de pesos y se hace necesario saber qué elementos de negociación forman parte de esta discusión.
Así las cosas el recambio generacional que también muestra el actual proceso de renovación que está recorriendo la CGT, donde el corrimiento de los históricos referentes sindicales no necesariamente va a implicar su pase a retiro, exhibe una discusión amplia. Se trata de un contexto político con una disminución en el poder adquisitivo de la masa salarial, a través de una inflación que incrementó los costos en elementos esenciales que hacen a la calidad de vida y la dignidad del empleo, sumado a diferentes anuncios de despidos, suspensiones, pérdidas de horas extras y ofertas para tomar vacaciones anticipadas desde el arco empresarial. De allí que muchos sindicatos hayan iniciado ya un plan de lucha.
Más aún, el sindicalismo argentino, que suele sacar pecho a la hora de mostrarse como ejemplo en la defensa de los derechos laborales tanto en el plano regional, como más allá de las fronteras de Sudamérica, no ignora el proceso internacional que engloba al mundo laboral, hoy en estado de ebullición, incluso en países centrales.
De ahí también la necesidad de posicionarse frente a cuestiones concretas como las tarifas en los servicios y los medios de transporte, entre otras medidas del actual gobierno. El ámbito legislativo también se ha abierto como un lugar de discusión, donde fijar posiciones claras en este sentido. Pero la necesidad de conducir los conflictos también está al orden del día. La dirigencia sindical sabe que no puede regalarle la exclusividad de esta representatividad a sectores intermedios como organismos defensores de consumidores, ni a quienes siempre estarán alertas para ocupar cualquier espacio vacío que se pueda abrir, si se subestima el protagonismo en el ejercicio de la defensa de los derechos laborales.