Ascenso y caída de José López: de engranaje del kirchnerismo a ser expulsado del paraíso

La historia del ex secretario de Obra Pública que fue detenido in fraganti cuando intentaba ocultar millones de dólares en un monasterio

José López rodeado de oficiales del Grupo Halcón (Télam)

José López llegó a Río Gallegos a fines de 1983 con su título de ingeniero civil y una mínima valija que mostraba su estado de indigencia. La falta de trabajo lo obligó a dejar Tucumán. No le quedaban ahorros. El único capital que traía era la recomendación de un amigo común, para que Julio De Vido le consiguiera trabajo en la capital santacruceña.

De Vido, que en aquel momento tenía un cargo de jerarquía en Rodríguez Carrera Construcciones, lo hizo entrar a la empresa. A De Vido -también ingeniero civil- lo había movido a la solidaridad la desesperada situación económica de su colega.

En 1987, cuando Néstor Kirchner asumió como intendente de Río Gallegos hizo una jugada estratégica. Nombró a López como director de Obras Públicas, un cargo que a los ojos de cualquier distraído era de mayor jerarquía que el que le tocó en suerte a De Vido, que pasó a desempeñarse como inspector de obras del Instituto de Desarrollo Urbano y Vivienda de Santa Cruz (IDUV).

Pero la función de De Vido tenía un sentido. Su cargo de inspector lo llevó a recorrer toda la provincia. Kirchner le había encargado que utilizara la movilidad que le daba el IDUV para hacer contactos políticos en ciudades y localidades del interior de Santa Cruz para armar una estructura para su futura candidatura a gobernador de la provincia. López y De Vido cumplieron a la perfección.

En 1991, cuando Kirchner llegó a la Gobernación de la provincia, De Vido fue ministro de Economía y López durante dos años integró el directorio de Vialidad provincial. Después, le dieron el cargo de presidente del IDUV. Ambos construyeron la relación a la luz de la obra pública.

Aunque el mejor amigo de De Vido fue Ricardo Jaime, cuando fue electo presidente de la Nación, Kirchner decidió mantener al tándem en ese lugar estratégico. De Vido fue nombrado ministro de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, y López, secretario de Obras Públicas. Eran el número 1 y 2 de la cartera clave para Néstor Kirchner.

El encumbramiento de López creó algunos recelos con De Vido, pero jamás los hicieron públicos. Uno era el operador y el otro el recaudador. En política el que lleva las valijas no es el de mayor jerarquía, pero es el que se gana las simpatías del que las recibe.

Más allá de los recelos, eran la parte más importante de la estructura: debían alimentar de fondos a la nueva gestión presidencial que arrastraba las acusaciones de Santa Cruz. La primera decisión fue reponerlos de manera poco ortodoxa.

La organización fue diseñada para un Gobierno que imaginó perpetuarse en el poder. Por eso cometieron errores tan burdos como darle autonomía a Vialidad de Santa Cruz para que pague los certificados de obra de Lázaro Báez sin intervención de Vialidad Nacional.

Para que el contratista cobrara las obras fuera de la provincia se necesitaba la firma del titular de Vialidad Nacional. López le llevaba cada mes un listado que siempre encabezaban las empresas de Lázaro Báez que cobraba los cheques de obras terminadas o no, a 25 días de plazo, cuando la norma para las empresas era de 60 días hábiles. La gestión de Mauricio Macri llevó estos listados a la Justicia.

En el medio de De Vido y López había otros personajes desconocidos que aceitaban la maquinaria. Uno de ellos era el "Ñoqui" Fernández, hombre de Río Gallegos que apareció en la estructura de Néstor Kirchner en el 2000. Hoy nadie lo ve por la capital de Santa Cruz.

Uno de los enfrentamientos más conocidos de López fue con Sergio Schoklender cuando manejaba la fundación "Sueños Compartidos". El protegido de la Fundación Madres de Plaza de Mayo pasaba por encima de López y reportaba a Néstor Kirchner, quien agilizaba los pagos de las viviendas con mensajes telefónicos a gobernadores e intendentes que recibían los fondos desde el Gobierno para a su vez pagarle a la organización que presidía Hebe de Bonafini. La triangulación no era casual, los fondos los giraba Kirchner para que paguen a "Sueños Compartidos". No quería que el Ejecutivo nacional quedara involucrado directamente. Néstor tenía buen diálogo con Schoklender y quería a Hebe de Bonafini de su lado.

López se sintió afuera de ese negocio. Lo vivió como una pérdida de poder y de un ejemplo que se podía extender a otras organizaciones sociales. De allí en más, se dedicó a poner trabas a los giros de fondos y le costó serios encontronazos con el mayor de los Schoklender, quien lo culpó del fracaso de "Sueños Compartidos".

Después de la muerte de Néstor Kirchner, López comenzó a tomar vuelo propio. De Vido tomó distancia, pero siguió controlándolo aunque su número 2 comenzaba a reportar a la Presidente de la Nación.

Cuando el gobierno kirchnerista llegó a su final, De Vido se acercó como nunca antes a Cristina Kirchner en agradecimiento por haberlo puesto en la lista de diputados y darle protección. López, sin poder, se mostró temeroso e inseguro, defectos que conocía Lázaro Báez.

El ex funcionario era seguido desde hace un tiempo por los servicios de Inteligencia. Nadie cree que fue denunciado desde el 911.

La detención de López en este momento es festejada por Báez porque que demostró a sus hijos que la estrategia es la acertada. El ex secretario de Obras Públicas, puede llegar a hablar más que ninguno de los detenidos y si hubiera apuestas a lo que hará en el futuro, la mayoría jugaría a que se transformará en un arrepentido. El trabajo de delación que rechazó Báez ya no está vacante.